29
de diciembre de 2013 - DOMINGO DENTRO DE LA OCTAVA DE NAVIDAD
LA
SAGRADA FAMILIA: JESUS, MARIA Y JOSE (F)
"...que se llamaría
Nazareno"
Eclesiástico 3,3-7. 14-17a
Dios hace al padre más respetable que a los
hijos y afirma la autoridad
de
la madre sobre la prole.
El que honra a su padre expía sus pecados,
el que respeta a su madre
acumula
tesoros; el que honra a su padre se alegrará de sus hijos, y cuando
rece,
será escuchado; el que respeta a su padre tendrá larga vida, al que
honra
a su madre el Señor le escucha.
Hijo mío, sé constante en honrar a tu padre,
no lo abandones mientras
viva;
aunque flaquee su mente, ten indulgencia, no lo abochornes, mientras
seas
fuerte.
La piedad para con tu padre no se olvidará,
será tenida en cuenta para
pagar
tus pecados.
Colosenses 3,12-21
Hermanos: Como pueblo elegido de Dios,
pueblo sacro y amado, sea vuestro
uniforme:
la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la
comprensión.
Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando
alguno tenga quejas contra
otro.
El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo
mismo.
Y por encima de todo esto, el amor, que es
el ceñidor de la unidad
consumada.
Que la paz de Cristo actúe de árbitro en
vuestro corazón: a ella habéis
sido
convocados, en un solo cuerpo.
Y sed agradecidos: la Palabra de Cristo
habite entre vosotros en toda su
riqueza;
enseñaos unos a otros con toda sabiduría; exhortaos mutuamente.
Cantad a Dios, dadle gracias de corazón, con
salmos, himnos y cánticos
inspirados.
Y todo lo que de palabra o de obra
realicéis, sea todo en nombre de
Jesús,
ofreciendo la Acción de gracias a Dios Padre por medio de Él.
Mujeres, vivid bajo la autoridad de vuestros
maridos, como conviene en el
Señor.
Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis
ásperos con ellas.
Hijos, obedeced a vuestros padres en todo,
que eso le gusta al Señor.
Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no
sea que pierdan los ánimos.
Mateo 2,13-15.19-23
Cuando se marcharon los Magos, el Ángel del
Señor se apareció en sueños
a
José y le dijo:
-Levántate, coge al niño y a su madre y huye
a Egipto; quédate allí hasta
que
yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.
José se levantó, cogió al niño y a su madre
de noche; se fue a Egipto y
se
quedó hasta la muerte de Herodes; así se cumplió lo que dice el Señor por
el
profeta: "Llamé‚ a mi hijo para que saliera de Egipto".
Cuando murió Herodes, el Ángel del Señor se
apareció de nuevo en sueños
a
José en Egipto y le dijo:
-Levántate, coge al niño y a su madre y
vuélvete a Israel; ya han muerto
los
que atentaban contra la vida del niño.
Se levantó, cogió al niño y a su madre y
volvió a Israel. Pero al
enterarse
de que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su padre Herodes,
tuvo
miedo de ir allí. Y avisado en sueños, se retiró a Galilea y se
estableció
en un pueblo llamado Nazaret. Así se cumplió lo que dijeron los
profetas,
que se llamaría Nazareno.
Comentario
Los textos de la liturgia de hoy están
elegidos en función de la fiesta
que
se celebra e ilustran algunos aspectos importantes de su contenido.
La fiesta de la Sagrada Familia, colocada a
continuación de la Navidad,
nos
dice ya por intuición que la encarnación del Verbo y su nacimiento tienen
una
prolongación natural en su vida de familia con María y José y, para
nosotros,
otra prolongación en la economía sacramental del año litúrgico.
El evangelio de Mateo que leemos hoy, es la
parte final de los episodios
correspondientes
a la infancia de Cristo. Como es sabido, este evangelista
distribuye
dichos episodios presentándolos como cumplimiento de lo dicho por
los
profetas acerca del Mesías y cita explícitamente algunas frases de la
Escritura
en este sentido.
En el pasaje de hoy son dos las citas y
ambas tienen su interés. La orden
dada
por Dios a José por medio del Ángel de ir a Egipto conlleva el
cumplimiento
de una palabra de Oseas. El texto del profeta suena así: "Cuando
Israel
era niño, lo amé y desde Egipto llamé a mi hijo" (Os 11,1). Mateo toma
sólo
la última parte del versículo, pero leyendo el texto profético por
completo
queda claro el sentido que lo que Dios quiere de su pueblo es que
repita
la experiencia del éxodo y que se convierta a Él. Aplicándolo el
evangelista
directamente a Jesús, realiza una personificación muy signifi-
cativa.
Jesús encarna así a todo el pueblo elegido. Es de notar además que
en
casi todas las referencias bíblicas de Mateo en estos episodios de la
infancia
de Jesús, aparece la palabra "hijo". En este caso expresa con
claridad
la vinculación completamente especial de Jesús con Dios.
La segunda referencia al AT presente en el
evangelio de hoy es más
oscura.
Los estudiosos de la Biblia vacilan al pretender encontrar en qué
lugar
"los profetas dijeron que se llamaría nazareno". Las hipótesis más
verosímiles
son dos: una alusión a Sansón ("el niño estará consagrado=nazŒr
a
Dios", Jueces 13,15) o al comienzo del cap. 11 de Isaías ("Saldrá un
renue-
vo=neser
del tocón de Jesé"). Quizá el evangelista haya querido combinar
ambas
alusiones, queriendo sobre todo expresar que el hecho de que Jesús haya
residido
en Nazaret y haya sido llamado "nazareno" no es algo casual ni un
detalle
sin importancia, sino algo querido y previsto por Dios.
También en esas cosas, a través de los
azares y las alternativas de los
mandatarios
del tiempo, se llevaron a cabo los designios divinos para que se
cumpliera
la Escritura. Todo se realizó según el plan de Dios.
Vivir en familia
En la fiesta de la Sagrada Familia la
Palabra de Dios explica ampliamente
desde
la fe el significado de la vida en familia
La figura de José‚ plenamente responsable de
los suyos y abierto a las
indicaciones
que le vienen de lo alto, nos da ya a entender qué significa ser
padre.
Es admirable contemplar cómo Jesús, necesitado de ayuda y protección,
encuentra
en la familia, en el amor recíproco de María y José‚ los elementos
imprescindibles
para poder crecer y realizar su obra de salvación.
En el texto del Eclesiástico (1ª. Lectura) se
explica lo que significa ser
hijo,
comentando el cuarto mandamiento dado por Dios a Moisés: "Honra a tu
padre
y a tu madre, como te mandó el Señor, así prolongarás tu vida y te irá
bien
en la tierra que el Señor tu Dios te va a dar" (Det 5,16). Existe un
orden
en la naturaleza según el cual la vida viene de los padres a los hijos.
Este
orden crea una estructura de relación personal profundísima que, cuando
es
alterada, toca a la persona en su mismo ser. "Honrar" al padre y a la
madre
es reconocer ese orden de la naturaleza y prolongarlo en una relación
de
respeto, obediencia y amor, que está en la base de toda vida familiar. Esa
acogida
del orden natural de la vida es lo que según el texto bíblico, lleva
a
que la vida del hijo se prolongue ampliamente y pueda insertarse en el
ambiente
vital: "Te irá bien en la tierra..."
En la carta a los Colosenses S. Pablo da
algunas indicaciones bien
precisas
sobre el modo de comportarse en familia a quienes han recibido la
nueva
vida en Cristo: "Mujeres, vivid bajo la autoridad de vuestros mari-
dos...
Maridos, amad a vuestras mujeres... Hijos, obedeced a vuestros pa-
dres..."
La pertenencia al "pueblo elegido por Dios" y la modificación de las
actitudes
más profundas que esto implica en las personas ("El Señor os ha
perdonado,
haced vosotros los mismo") introducen una profunda novedad en las
relaciones
intrafamiliares. Aparentemente nada cambia porque el orden natural
es
respetado, sin embargo, la común dignidad de bautizados y el reco-
nocimiento
de Dios como Señor único de la vida, hacen que la familia
"cristiana",
pueda convertirse en ese germen de la Iglesia y transformación
social
para hacer al mundo más humano.
Meditando la Palabra de Dios desde Nazaret,
no deja de llamar la atención
el
hecho de que Jesús haya querido vivir como hijo y haya "honrado" a su
padre
y a su Madre. El, autor de la vida en cuanto Dios, se ha sometido al
orden
natural según el cual la vida le ha sido dada y ha necesitado de una
protección
para escapar a los peligros que la amenazaban. Ha sido ese gesto
suyo
el que ha salvado de la destrucción el flujo maravilloso de la vida, que
se
hubiera irremediablemente perdido por causa del pecado, portador de la
muerte.
Jesús ha redimido, viviendo en Nazaret, el
sentido que tiene la familia
en
cuanto transmisora de la vida.
Padre de la vida,
te bendecimos porque en la encarnación de tu
Hijo
nos has revelado tu Amor.
Que el Espíritu Santo, por medio de la
Palabra
que hemos escuchado y meditado en el fondo
del corazón
vivifique nuestras relaciones
para que sepamos vivir en familia.
Danos tu fuerza para que sepamos
acoger y promover el don de la vida
y para que sepamos establecer relaciones
familiares
en todos los ámbitos en que nos movemos.
Misión de la familia
La
familia humana, reflejo de la familia de la Trinidad, encuentra en la
Familia
de Nazaret, su realización más perfecta. Las atenciones que María y
José
prodigan al Niño protegiéndolo y cuidándolo, como se nos dice en el
evangelio
de este domingo, son una muestra del amor verdadero que unía a este
núcleo
familiar querido por Dios para acoger a su Hijo.
La situación de pobreza y precariedad en la
que la familia de Jesús es
obligada
a vivir por las circunstancias en sus primeros años, revela a la vez
la
fragilidad y la fuerza de la unión familiar. Jesús, María y José nos
aparecen
en esos primeros años más que nunca como "esos tres pobres que se
aman"
("Ces trois pauvres gens qui s'aiment"), según la expresión de
Claudel.
Son
la imagen más clara de la vulnerabilidad y al mismo tiempo de la
consistencia
del amor recíproco.
También hoy muchas familias se ven obligadas
a sufrir la marginación y la
pobreza,
advierten la inseguridad y la fragilidad de los lazos del amor
minados
por las mil formas que toma el egoísmo. Además las violencias que se
le
hacen desde fuera no son pocas, desde la acción disgregadora de la
sociedad
hasta las amenazas contra la vida en sus fases más débiles.
Y, sin embargo, tanto la Iglesia como la
sociedad siguen confiando en la
fuerza
de regeneración y de transformación que tiene la familia. Se diría que
se
trata casi de un impulso instintivo que lleva a depositar la confianza en
lo
que hay de más genuino y auténtico para promover la vida y el amor.
El amor familiar, hecho de paciencia,
recíproca atención y apertura a los
demás,
es la parábola misma del vivir cristiano, que se realiza en la acogida
de
la vida que viene de Dios, crece en la comunidad y se da en la misión
hasta
llegar a su plenitud. Contar con el lugar donde todo eso acontece como
don
de la vida, es descubrir la armonía profunda que existe entre la
"naturaleza"
y la "gracia" también en este ámbito de las relaciones humanas.