29 de diciembre de 2019 – Tiempo de Navidad
DOMINGO DENTRO DE LA OCTAVA
DE NAVIDAD
FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA: JESUS, MARIA Y JOSE
"...que se llamaría Nazareno"
Eclesiástico 3,3-7.
14-17a
Dios hace al padre más respetable que a los hijos y afirma la autoridad
de la madre sobre la prole.
El que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre
acumula tesoros; el que honra a su
padre se alegrará de sus hijos, y cuando
rece, será escuchado; el que respeta a
su padre tendrá larga vida, al que
honra a su madre el Señor le escucha.
Hijo mío, sé constante en honrar a tu padre, no lo abandones mientras
viva; aunque flaquee su mente, ten
indulgencia, no lo abochornes, mientras
seas fuerte.
La piedad para con tu padre no se olvidará, será tenida en cuenta para
pagar tus pecados.
Colosenses 3,12-21
Hermanos: Como pueblo elegido de Dios, pueblo sacro y amado, sea vuestro
uniforme: la misericordia entrañable,
la bondad, la humildad, la dulzura, la
comprensión.
Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra
otro.
El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo.
Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad
consumada.
Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón: a ella habéis
sido convocados, en un solo cuerpo.
Y sed agradecidos: la Palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su
riqueza; enseñaos unos a otros con toda
sabiduría; exhortaos mutuamente.
Cantad a Dios, dadle gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos
inspirados.
Y todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre de
Jesús, ofreciendo la Acción de gracias
a Dios Padre por medio de Él.
Mujeres, vivid bajo la autoridad de vuestros maridos, como conviene en
el
Señor.
Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas.
Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso le gusta al Señor.
Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan los ánimos.
Mateo 2,13-15.19-23
Cuando se marcharon los Magos, el Ángel del Señor se apareció en sueños
a José y le dijo:
-Levántate, coge al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí
hasta
que yo te avise, porque Herodes va a
buscar al niño para matarlo.
José se levantó, cogió al niño y a su madre de noche; se fue a Egipto y
se quedó hasta la muerte de Herodes;
así se cumplió lo que dice el Señor por
el profeta: "Llamé‚ a mi hijo para
que saliera de Egipto".
Cuando murió Herodes, el Ángel del Señor se apareció de nuevo en sueños
a José en Egipto y le dijo:
-Levántate, coge al niño y a su madre y vuélvete a Israel; ya han muerto
los que atentaban contra la vida del
niño.
Se levantó, cogió al niño y a su madre y volvió a Israel. Pero al
enterarse de que Arquelao reinaba en
Judea como sucesor de su padre Herodes,
tuvo miedo de ir allí. Y avisado en
sueños, se retiró a Galilea y se
estableció en un pueblo llamado
Nazaret. Así se cumplió lo que dijeron los
profetas, que se llamaría Nazareno.
Comentario
Los textos de la liturgia de hoy están elegidos en función de la fiesta
que se celebra e ilustran algunos
aspectos importantes de su contenido.
La fiesta de la Sagrada Familia, colocada a continuación de la Navidad,
nos dice ya por intuición que la
encarnación del Verbo y su nacimiento tienen
una prolongación natural en su vida de
familia con María y José y, para
nosotros, otra prolongación en la
economía sacramental del año litúrgico.
El evangelio de Mateo que leemos hoy, es la parte final de los episodios
correspondientes a la infancia de
Cristo. Como es sabido, este evangelista
distribuye dichos episodios
presentándolos como cumplimiento de lo dicho por
los profetas acerca del Mesías y cita
explícitamente algunas frases de la
Escritura en este sentido.
En el pasaje de hoy son dos las citas y ambas tienen su interés. La
orden
dada por Dios a José por medio del
Ángel de ir a Egipto conlleva el
cumplimiento de una palabra de Oseas.
El texto del profeta suena así: "Cuando
Israel era niño, lo amé y desde Egipto
llamé a mi hijo" (Os 11,1). Mateo toma
sólo la última parte del versículo,
pero leyendo el texto profético por
completo queda claro el sentido que lo
que Dios quiere de su pueblo es que
repita la experiencia del éxodo y que
se convierta a Él. Aplicándolo el
evangelista directamente a Jesús,
realiza una personificación muy signifi-
cativa. Jesús encarna así a todo el
pueblo elegido. Es de notar además que
en casi todas las referencias bíblicas
de Mateo en estos episodios de la
infancia de Jesús, aparece la palabra
"hijo". En este caso expresa con
claridad la vinculación completamente
especial de Jesús con Dios.
La segunda referencia al AT presente en el evangelio de hoy es más
oscura. Los estudiosos de la Biblia
vacilan al pretender encontrar en qué
lugar "los profetas dijeron que se
llamaría nazareno". Las hipótesis más
verosímiles son dos: una alusión a
Sansón ("el niño estará consagrado=nazŒr
a Dios", Jueces 13,15) o al
comienzo del cap. 11 de Isaías ("Saldrá un renue-
vo=neser del tocón de Jesé").
Quizá el evangelista haya querido combinar
ambas alusiones, queriendo sobre todo
expresar que el hecho de que Jesús haya
residido en Nazaret y haya sido llamado
"nazareno" no es algo casual ni un
detalle sin importancia, sino algo
querido y previsto por Dios.
También en esas cosas, a través de los azares y las alternativas de los
mandatarios del tiempo, se llevaron a
cabo los designios divinos para que se
cumpliera la Escritura. Todo se realizó
según el plan de Dios.
Vivir en familia
En la fiesta de la Sagrada Familia la Palabra de Dios explica
ampliamente
desde la fe el significado de la vida
en familia
La figura de José‚ plenamente responsable de los suyos y abierto a las
indicaciones que le vienen de lo alto,
nos da ya a entender qué significa ser
padre. Es admirable contemplar cómo
Jesús, necesitado de ayuda y protección,
encuentra en la familia, en el amor
recíproco de María y José‚ los elementos
imprescindibles para poder crecer y
realizar su obra de salvación.
En el texto del Eclesiástico (1ª. Lectura) se explica lo que significa
ser
hijo, comentando el cuarto mandamiento
dado por Dios a Moisés: "Honra a tu
padre y a tu madre, como te mandó el
Señor, así prolongarás tu vida y te irá
bien en la tierra que el Señor tu Dios
te va a dar" (Det 5,16). Existe un
orden en la naturaleza según el cual la
vida viene de los padres a los hijos.
Este orden crea una estructura de
relación personal profundísima que, cuando
es alterada, toca a la persona en su
mismo ser. "Honrar" al padre y a la
madre es reconocer ese orden de la
naturaleza y prolongarlo en una relación
de respeto, obediencia y amor, que está
en la base de toda vida familiar. Esa
acogida del orden natural de la vida es
lo que según el texto bíblico, lleva
a que la vida del hijo se prolongue
ampliamente y pueda insertarse en el
ambiente vital: "Te irá bien en la
tierra..."
En la carta a los Colosenses S. Pablo da algunas indicaciones bien
precisas sobre el modo de comportarse
en familia a quienes han recibido la
nueva vida en Cristo: "Mujeres,
vivid bajo la autoridad de vuestros mari-
dos... Maridos, amad a vuestras
mujeres... Hijos, obedeced a vuestros pa-
dres..." La pertenencia al
"pueblo elegido por Dios" y la modificación de las
actitudes más profundas que esto
implica en las personas ("El Señor os ha
perdonado, haced vosotros los
mismo") introducen una profunda novedad en las
relaciones intrafamiliares.
Aparentemente nada cambia porque el orden natural
es respetado, sin embargo, la común
dignidad de bautizados y el reco-
nocimiento de Dios como Señor único de
la vida, hacen que la familia
"cristiana", pueda
convertirse en ese germen de la Iglesia y transformación
social para hacer al mundo más humano.
Meditando la Palabra de Dios desde Nazaret, no deja de llamar la
atención
el hecho de que Jesús haya querido
vivir como hijo y haya "honrado" a su
padre y a su Madre. El, autor de la
vida en cuanto Dios, se ha sometido al
orden natural según el cual la vida le
ha sido dada y ha necesitado de una
protección para escapar a los peligros
que la amenazaban. Ha sido ese gesto
suyo el que ha salvado de la
destrucción el flujo maravilloso de la vida, que
se hubiera irremediablemente perdido
por causa del pecado, portador de la
muerte.
Jesús ha redimido, viviendo en Nazaret, el sentido que tiene la familia
en cuanto transmisora de la vida.
Padre de la vida,
te bendecimos porque en la encarnación de tu
Hijo
nos has revelado tu Amor.
Que el Espíritu Santo, por medio de la
Palabra
que hemos escuchado y meditado en el fondo
del corazón
vivifique nuestras relaciones
para que sepamos vivir en familia.
Danos tu fuerza para que sepamos
acoger y promover el don de la vida
y para que sepamos establecer relaciones
familiares
en todos los ámbitos en que nos movemos.
Misión de la familia
La familia humana, reflejo de la familia de la Trinidad, encuentra en la
Familia de Nazaret, su realización más
perfecta. Las atenciones que María y
José prodigan al Niño protegiéndolo y
cuidándolo, como se nos dice en el
evangelio de este domingo, son una
muestra del amor verdadero que unía a este
núcleo familiar querido por Dios para
acoger a su Hijo.
La situación de pobreza y precariedad en la que la familia de Jesús es
obligada a vivir por las circunstancias
en sus primeros años, revela a la vez
la fragilidad y la fuerza de la unión
familiar. Jesús, María y José nos
aparecen en esos primeros años más que
nunca como "esos tres pobres que se
aman" ("Ces trois pauvres
gens qui s'aiment"), según la expresión de Claudel.
Son la imagen más clara de la
vulnerabilidad y al mismo tiempo de la
consistencia del amor recíproco.
También hoy muchas familias se ven obligadas a sufrir la marginación y
la
pobreza, advierten la inseguridad y la
fragilidad de los lazos del amor
minados por las mil formas que toma el
egoísmo. Además las violencias que se
le hacen desde fuera no son pocas,
desde la acción disgregadora de la
sociedad hasta las amenazas contra la
vida en sus fases más débiles.
Y, sin embargo, tanto la Iglesia como la sociedad siguen confiando en la
fuerza de regeneración y de
transformación que tiene la familia. Se diría que
se trata casi de un impulso instintivo
que lleva a depositar la confianza en
lo que hay de más genuino y auténtico
para promover la vida y el amor.
El amor familiar, hecho de paciencia, recíproca atención y apertura a
los
demás, es la parábola misma del vivir
cristiano, que se realiza en la acogida
de la vida que viene de Dios, crece en
la comunidad y se da en la misión
hasta llegar a su plenitud. Contar con
el lugar donde todo eso acontece como
don de la vida, es descubrir la armonía
profunda que existe entre la
"naturaleza" y la
"gracia" también en este ámbito de las relaciones humanas.
TEODORO BERZAL hsf