sábado, 25 de noviembre de 2017

Ciclo A - TO - Domingo XXXIV

26 de noviembre de 2017 - XXXIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
                       
                                            JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO

                "Serán reunidas ante Él todas las naciones"

-Ez 34,11-12.15-17
-Sal 22
-1Co 15,20-26.28
-Mt 25,31-46

Mateo 25,31-46

   Dijo Jesús a sus discípulos:
   -Cuando venga en gloria el Hijo del hombre y todos los Ángeles con Él, se
sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante Él todas las naciones.
El separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras.
Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá
el rey a los de su derecha:
   -Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para
vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de
comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis,
estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y
vinisteis a verme.
   Entonces los justos le contestarán:
   -Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te
dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te
vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?
   Y el rey les dirá:
   -Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes
hermanos, conmigo lo hicisteis.
   Y entonces dirá a los de su izquierda:
   -Apartaos de mí, malditos; id al fuego eterno preparado para el diablo y
sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me
disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me
vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis.
   Entonces también éstos contestarán:
   -Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o
enfermo o en la cárcel y no te asistimos?
   Y Él replicará:
   -Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los
humildes, tampoco lo hicisteis conmigo.
   Y estos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.
                      
Comentario

   La Iglesia conmemora hoy la solemnidad de Cristo Rey del Universo como
recapitulación de su camino anual de celebración de la fe y como centro de
toda la historia humana. "En el círculo del año litúrgico la Iglesia
desarrolla todo el misterio de Cristo, desde la Encarnación y la Navidad
hasta la Ascensión, Pentecostés y la expectativa de la feliz esperanza y
venida del Señor" (S.C.102). La Palabra de Dios nos lleva a ver en Cristo,
el primogénito de los muertos, a Aquél que es el pastor y cabeza de la
Iglesia y de toda la humanidad, en quien todo ha sido llamado a la plenitud.
   El evangelio nos presenta una solemne descripción del juicio universal
que tendrá lugar al final de los tiempos, recogiendo una tradición
apocalíptica que se remonta a los profetas de Israel.
   El juicio es presentado ante todo como una gran convocación. Poco antes
de la escena que hoy leemos, el evangelista había dicho que el Señor enviaría
a sus Ángeles para convocar al son de trompeta a todos los elegidos de los
cuatro vientos y de un extremo al otro de los cielos (Mt 24,31). En este
ambiente apocalíptico del relato, el Hijo del hombre aparece rodeado de sus
Ángeles que actúan como testigos de lo que va a suceder.

   El juicio consiste en una separación que coloca a los buenos de una parte
y a los malos de otra. Para realizar esta separación la figura del rey y juez
se reviste de otra familiar a los lectores del evangelio: la figura de
pastor. Es de notar además que el rey no procede de una forma completamente
autónoma, sino que se refiere constantemente al Padre. Ante todo él mismo se
presenta como el Hijo del hombre, expresión que recuerda a Dan. 7,9-14, y
después proclama su sumisión. "Y cuando el universo le quede sometido,
entonces también el Hijo se someterá al que se lo sometió, y Dios lo será
"todo para todos" (1Co 15,28). Pero lo que más importa es el criterio de sepa-
ración de unos y otros establecido por el rey. No es otro que el del amor
expresado en el servicio y la atención hacia quien se encuentra necesitado,
en situación de pobreza, de enfermedad, de injusticia. El gesto de amor hacia
los hermanos o su ausencia establece la diferencia definitiva entre unos
hombres y otros.
   Podemos ahora preguntarnos quienes son esos "humildes hermanos" suyos de
que habla el Señor con tanto afecto. Si consultamos otros textos similares
del mismo Mateo, hay que pensar en los discípulos y seguidores de Jesús (Cf.
Mt 10,42; 18,10). Hoy tenderíamos a pensar que se trata de una interpretación
demasiado restrictiva. Pensamos espontáneamente que esos "humildes hermanos"
son todos los pobres, marginados, excluidos... Por otra parte el criterio de
amor al prójimo puede aplicarse a todo hombre y no sólo al cristiano. Pero
cuando se escribió el texto de Mateo que hoy leemos para una comunidad
pequeña y perseguida del siglo I, quizá el sentido original era el primero,
se trataba de los cristianos que por amor a Cristo se hicieron pobres, fueron
encarcelados, vivieron errantes y en toda clase de necesidad. Desde ese
sentido restringido y dada la ambientación universalista del relato ("serán
reunidas ante Él todas las naciones") es fácil pasar al sentido más amplio
en el que todo hombre es hermano de Jesús.

"Conmigo lo hicisteis"

   La vida de Nazaret se entiende sólo a la luz del misterio de la
encarnación. Los aspectos de pobreza, humildad, autolimitación voluntaria en
muchos aspectos de la vida de Jesús, expresan otros tantos momentos de su
asunción de la condición humana. Y la razón del amor cristiano que hoy da el
evangelio es la punta más avanzada de misterio de la Encarnación: "cada vez
que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo
hicisteis".
   Esta identificación de Jesús con el pobre y desamparado, con el débil y
oprimido, es no sólo una novedad absoluta del mensaje cristiano con respecto
a otras doctrinas, sino el fundamento de toda la actividad caritativa de la
Iglesia y de su amor preferencial por los pobres. Cuando Jesús se identifica
con el pobre, no hace más que ratificar lo que fue su opción de vida. Podemos
decir que la encarnación de Jesús no consistió sólo en hacerse hombre entre
los hombre, sino que se hizo también pobre entre los pobres. La trayectoria
entera de su existencia, que culmina en la cruz, fue un camino de solidaridad
con quien está desarmado, con quien sólo se impone por la fuerza del amor,
con quien no se apoya sobre ninguna de las cosas que ofrecen al hombre poder,
dominio sobre los otros, suficiencia... Por eso en el camino entero de su
vida se revela el amor y la misericordia del rostro de Dios para con el
hombre en su condición de pobreza, de abatimiento, de limitación y de pecado.
   La Iglesia postconciliar ha llevado a cabo esta reflexión que nos
compromete a todos en plena fidelidad al evangelio: "La Iglesia debe mirar
a Cristo cuando se pregunta cuál ha de ser su acción evangelizadora. El Hijo
de Dios demostró la grandeza de ese compromiso al hacerse hombre, pues se
identificó con los hombres haciéndose uno de ellos, solidario con ellos y
asumiendo la condición en que se encuentran, en su nacimiento, en su vida y,
sobre todo, en su pasión y muerte, donde llegó a la máxima expresión de
pobreza. Por esta razón los pobres merecen una atención preferencial, cual-
quiera que sea la situación moral o personal en que se encuentran. Hechos a
imagen y semejanza de Dios para ser sus hijos, esta imagen está ensombrecida
y aun escarnecida. Por eso Dios toma su defensa y los ama. Es así como los
pobres son los primeros destinatarios de la misión y su evangelización es por
excelencia señal y prueba de la misión de Jesús. Acercándonos al pobre para
acompañarlo y servirlo hacemos lo que Cristo nos enseñó, al hacerse hermano
nuestro, pobre como nosotros. Por eso el servicio a los pobres es la medida
privilegiada aunque no excluyente de nuestro seguimiento de Cristo. El mejor
servicio al hermano es la evangelización que lo dispone a realizarse como
hijo de Dios, lo libera de las injusticias y lo promueve
integralmente" (Documento de Puebla nn. 1141, 1142 y 1144).

   Te bendecimos, Señor Jesús, rey del universo
   porque tu cercanía a todos los hombres
   y tu identificación con los pobres
   te permitirán en el momento final
   ser el juez de todos
   descubriendo lo que hay de más profundo en cada uno.
   Guíanos con tu Espíritu Santo
   para que sepamos reconocerte y servirte
   en los que ahora sufren
   y así formemos parte un día de la asamblea
   de quienes son bendecidos por el Padre
   y lo bendicen por toda la eternidad.

"Cristo tiene que reinar"

   Es el triunfo final de quien ha entregado su vida por todos. Pero Él
mismo indicó que su reino tiene un estilo muy distinto a los de este mundo.
"Este Hombre no ha venido a que le sirvan, sino a servir y dar su vida en
rescate por todos" (Mt 20,28).
   Si ese es el modo de "reinar" de Jesús, ese debe ser también el estilo de
la Iglesia y del cristiano. No se pueden copiar los procedimientos de
organización y gestión del poder con una lógica inspirada en el mundo. Como
para Jesús, para el cristiano, reinar es servir.
   El cristiano, comprometido en la transformación de este mundo con la
fuerza del evangelio, debe luchar por reconducir desde dentro todas las cosas
según los valores del Reino. De esta forma todos los hechos de la historia
personal y colectiva, por pequeños que sean, cobran un sentido nuevo porque
se inscriben en la construcción de los cielos nuevos y la tierra nueva que
esperamos. "La plenitud de los tiempos ha llegado, pues, hasta nosotros (Cf.
1Cor 10,11) y la renovación del mundo está irrevocablemente decretada y
empieza a realizarse en cierto modo en el siglo presente, ya que la Iglesia,
aun en la tierra, se reviste de una verdadera, si bien imperfecta santidad.
Y mientras no haya cielos nuevos y nueva tierra en los que tenga su morada
la justicia (Cf 2Pe 2,13), la Iglesia peregrinante, en sus sacramentos e
instituciones, que pertenecen a este tiempo, lleva consigo la imagen de este
mundo que pasa, y Ella misma vive entre las criaturas que gimen entre dolores
de parto hasta el presente, en espera de la manifestación de los hijos de
Dios (Cf. Rom 8,19-22)" (L. G. 48).

TEODORO BERZAL.hsf

sábado, 18 de noviembre de 2017

Ciclo A - TO - Domingo XXXIII

19 de noviembre de 2017 - XXXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – Ciclo A

                    "Señor, cinco talentos me dejaste"

-Prov 31,10-13.19-20
-Sal 127
-1Tes 5,1-6
-Mt 25,14-30

Mateo 25,14-30

   Dijo Jesús a sus discípulos esta par bola:
   -Un hombre que se iba al extranjero llamó a sus empleados y les dejó
encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos,
a otro uno; a cada cual según su capacidad. Luego se marchó. El que recibió
cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que
recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno
hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho
tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas
con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros
cinco, diciendo:
   -Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco.
   Su señor le dijo:
   -Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo
poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.
   Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: Señor, dos
talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos.
   Su señor le dijo:
   -Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo
poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.
   Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo:
   -Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges
donde no esparces; tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. aquí
tienes lo tuyo.
   El señor le respondió:
   -Eres un empleado negligente y holgazán. ¨Conque sabías que siego donde
no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto el dinero en
el banco para que al volver yo pudiera recoger lo mío con los intereses.
Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le
dará y le sobrará; pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Y
a ese empleado inútil echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y
rechinar de dientes.
                      
Comentario

   La laboriosidad atenta y vigilante en espera de la manifestaci¢n gloriosa
del Se¤or es el tema predominante en la liturgia de este domingo, como lo era
ya de los precedentes. "Estemos vigilantes y vivamos sobriamente"
(2¦lectura). Esta actitud de responsabilidad y compromiso viene puesta de
relieve de manera singular en la llamada par bola de los talentos.
   La par bola contada por Jes£s anuncia ante todo su pr¢xima salida de este
mundo con las consecuencias que esto iba a suponer para sus disc¡pulos: su
ausencia pondr  entre las manos de sus seguidores la gran responsabilidad de
conservar y propagar los bienes del reino; de ahora en adelante les tocar 
a ellos continuar su obra, cada uno seg£n su capacidad.
   Vistas as¡ las cosas, la par bola no es una simple exhortaci¢n a cultivar
las propias cualidades; existe en ella una dimensi¢n de fe y compromiso con
el Reino que va m s all  de las sabias recomendaciones de la pedagog¡a
cl sica, para ponerle al creyente en trance de jugarse la vida como respuesta
a la llamada que ha recibido.
   El amo, al regresar de su largo viaje, alaba la fidelidad creativa de los
dos primeros empleados que no s¢lo conservan, sino que doblan lo que han
recibido. Pero el punto de fuerza de la par bola se revela mayormente en
relaci¢n con el tercero de los empleados. La relaci¢n dif¡cil, hecha de
desconfianza y recelo, entre amo y siervo, paraliza la generosidad de ‚ste
y le lleva a tomar las medidas para conservar lo recibido m s que a actuar
con la libertad que pondr  en juego su talento y su persona.
   Precisamente ‚ste parece ser el centro de la par bola, el contraste entre
quien acepta el reto de la fe que lleva a acoger el don de Dios y responder
con generosidad y quien prudentemente se cierra sobre s¡ mismo.
   El evangelista interviene, como en las par bolas precedentes, para
subrayar el aspecto escatol¢gico. En primer lugar coloca en ese ambiente una
par bola que en Lucas ocupa otro lugar. Adem s aumenta notablemente la
cantidad que cada siervo recibe. En Lucas son "minas", medida que val¡a
sesenta veces menos que el talento. Mateo tiende as¡ a hacer m s comprometida
la situaci¢n del siervo infiel. Por otra parte subraya con insistencia c¢mo
el amo "al cabo de mucho tiempo volvi¢ y se puso a ajustar las cuentas" (v.
19). Las sentencias que da, tanto en sentido positivo a los dos primeros
siervos, como en sentido negativo al £ltimo, son definitivas e inapelables.
Es interesante notar la expresi¢n "al que tiene se le dar  y al que no tiene
se le quitar " que aqu¡ es usada de forma personalizada para condenar al
tercer siervo. El propio Mateo y los otros evangelistas la usan tambi‚n para
hablar de los bienes del Reino, dados a quien ha cre¡do en el evangelio y
"quitados" a quien lo rechaza (Cf Mt 13,12).

El hombre y la mujer

   La primera lectura y el salmo responsorial nos presentan respectivamente
la figura de la mujer fuerte y laboriosa y la del hombre honrado que teme al
Se¤or.
   Meditando el evangelio desde Nazaret, podemos ver a contraluz las
siluetas de Mar¡a y de Jos‚. Ellos fueron "buenos administradores" de la
gracia recibida porque supieron poner en juego toda su persona en la
respuesta inicial a la llamada de Dios y porque d¡a a d¡a fueron viviendo en
fidelidad.
   Tres son los rasgos que el poema del libro de los proverbios celebra en
la mujer perfecta, que es presentada al final de ese libro como la
personificaci¢n misma de la sabidur¡a. Se pone de relieve en primer lugar la
laboriosidad, el amor al trabajo. La mujer perfecta es, ante todo,
"hacendosa". Viene en segundo lugar la amabilidad, que se expresa en relaci¢n
con los de su casa, marido, hijos y criados, y con los de afuera. Esa
cualidad le merece la confianza de todos. Finalmente se revela cu l es la
fuente secreta de todas esas cualidades y la fuerza interior de donde mana
su actividad: es el temor de Dios. Frente a esa motivaci¢n profunda, las
dem s cosas son fugaces y, a veces, hasta pueden ser enga¤osas.
   En el contexto lit£rgico de hoy evidentemente la "mujer perfecta" se
al¡nea con los dos primeros siervos de la par bola, pues como ellos, sabe
hacer rendir al m ximo cuanto se le ha confiado. El evangelio hace hincapi‚
en el momento final en que el amo se presenta para pedir cuentas, en
realidad, la fidelidad dispone ya desde el presente con el testimonio de la
propia conciencia. Ning£n juez m s severo que lo que nosotros mismos hacemos.
"Que sus obras la alaben en la plaza" (Prov 31,31).
   En el salmo responsorial tenemos la figura del hombre que teme al Se¤or.
En el cuadro familiar que describe destaca sin duda la figura del padre y
marido. Su felicidad y la de su casa se cifra ante todo en la fe y pr ctica
religiosa. El temor de Dios expresa esa profunda actitud de piedad que se
vive en el diario cumplimiento de la voluntad de Dios, en el "seguir sus
caminos". El trabajo viene presentado como medio de subsistencia y no aparece
el sentido de castigo por el pecado que tiene en el primer libro de la
Biblia. La bendici¢n del Se¤or, que proporciona la felicidad, se vive en la
intimidad familiar con una esposa fecunda y la numerosa prole en torno a la
mesa. Las im genes del olivo y de la vid, tomadas del mundo agr¡cola de la
Biblia, son la mejor expresi¢n de la paz, serenidad y crecimiento que se vive
en una familia unida. Revelan al mismo tiempo la situaci¢n m s ¡ntima de las
personas y ponen la base de una paz y prosperidad duraderas para todo el
pueblo. "Paz a Israel" es el saludo lit£rgico que sirve de conclusi¢n a este
salmo, que se cantaba en las procesiones de los israelitas al templo de
Jerusal‚n.
   La familia de Nazaret vivi¢ d¡a a d¡a los valores m s altos de honradez
y fidelidad encarnando el ideal de toda familia hebrea creyente y abierta a
los bienes del Reino que con Jes£s llevaba en su seno.

   Te bendecimos, Padre, que has creado el mundo
   y lo has puesto entre las manos del hombre
   para que lo guarde y lo cultive.
   Te bendecimos porque en la plenitud de los tiempos
   Jesús puso en las manos de sus discípulos
   la responsabilidad de hacer crecer la semilla
   que con su vida y con su muerte había plantado.
   Danos tu Espíritu Santo
   que nos mantenga en una fidelidad constante
   a lo que nos diste cuando nos llamaste a la fe
   y a lo que nos das cada día
   para podernos presentar ante ti
   con el fruto de tus dones.

Buenos administradores

   La dimensi¢n escatol¢gica de la vida cristiana, puesta ya de relieve en
el domingo precedente, es acentuada y desarrollada en esta ante£ltima etapa
del a¤o lit£rgico. Ante la vuelta del Se¤or que la par bola evang‚lica
escenifica de manera tan eficaz, aparece la exigencia de saber administrar
los dones que hemos recibido, como siervos buenos y fieles. La invitaci¢n a
ser buenos administradores cobra toda su urgencia si consideramos de una
parte la cantidad inmensa de dones que hemos recibido y de otra la
posibilidad de perderlo todo, de quedarnos sin nada. Digamos, sin embargo,
que la urgencia mayor, la que m s estimula nuestra responsabilidad es la
relaci¢n personal de amor con quien nos lo ha dado todo y un d¡a nos lo
pedir  todo.
   Ya en el plano de la naturaleza es mucho lo que todo viviente ha
recibido. Cada persona debe sentirse deudora de toda la acumulaci¢n de amor
que ha posibilitado su existencia. Si adem s consideramos el don de la
filiaci¢n divina con los otros dones sobrenaturales que se nos han dado en
el bautismo, la cuenta de nuestra deuda aumenta sobremanera. En realidad los
dos o los cinco talentos se quedan a£n cortos para describir todo lo que el
Se¤or nos ha dejado como regalo.
   El otro acicate para estimular nuestra buena administraci¢n es la
posibilidad de perderlo todo. Es dif¡cil admitir esto a quien se siente en
posesi¢n absoluta de todo lo que tiene; a quien se apoya en sus c lculos y
capacidades; en definitiva, a quien no se siente administrador, sino amo. Y,
sin embargo, tanto en el plano de la naturaleza como en el de la gracia,
existen personas frustradas, gente que no produce nada ni para s¡ mismo ni
para los dem s, que ni siquiera sabe conservar lo poco que ten¡a...
   La soluci¢n evang‚lica es que hay que arriesgar, que no vale agarrarse
ego¡stamente a lo que se cree tener. Pero para dar ese salto que supone la
fe, hay que confiar en alguien. Podemos suponer que lo que paraliz¢ al siervo
"negligente y holgaz n" fue el concepto negativo que ten¡a de su amo y la
desconfianza que sent¡a hacia ‚l. S¢lo el "temor del Se¤or", el verdadero
temor que no mete miedo porque esta hecho de adoraci¢n y de amor, es capaz
de poner en marcha todas las energ¡as en la vida del cristiano.

TEODORO BERZAL.hsf


sábado, 11 de noviembre de 2017

Ciclo A - TO - Domingo XXXII

12 de noviembre de 2017 - XXXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – Ciclo A

                             "Llegó el esposo"

-Sab 6,13-17
-Sal 62
-1Tes 4,12-17
-Mt 25,1-13

Mateo 25,1-13

   Dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
   -El Reino de los cielos se parece a diez doncellas que tomaron sus
lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco
sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite, en cambio,
las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo
tardaba. Le entró sueño a todas y se durmieron. A media noche se oyó una voz:
"¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!" Entonces se despertaron todas
aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias
dijeron a las sensatas: "Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan
las lámparas". Pero las sensatas contestaron: "Por si acaso no hay bastante
para vosotras y nosotras, mejor es vayáis a la tienda y os lo compráis".
   Mientras iban a comprarlo llegó el esposo, y las que estaban preparadas
entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde
llegaron también las otras doncellas, diciendo: "Señor, señor, ábrenos". Pero
él respondió: "Os lo aseguro: no os conozco". Por tanto, velad, porque no
sabéis el día ni la hora.
                         
Comentario

   La parábola de las diez vírgenes forma parte del llamado discurso
escatológico que ocupa los capítulos 24 y 25 del evangelio de Mateo. En él
se trata ampliamente el tema del fin de los tiempos y la Iglesia lo propone
como lectura litúrgica al comienzo y al final del año litúrgico.
   La colocación de la parábola de las diez vírgenes en este contexto
modifica también su significado original. Probablemente cuando Jesús contó
la parábola pretendía insistir en la prontitud ante la llamada de Dios.
Partiendo de una costumbre judía en la celebración de las bodas, Jesús
advierte que con su venida Dios ha lanzado la última llamada para que los
hombres se conviertan y entren en el Reino. Ahora bien, la respuesta no se
improvisa: hay que estar preparados. De ahí la insistencia en mantenerse
despiertos y de tener el aceite para encender la lámpara y acompañar al
esposo en la fiesta de las bodas de Dios con la humanidad.
   A este sentido originario, el evangelista Mateo, que escribe para la
segunda generación cristiana, cuando ya la esperanza en la vuelta inmediata
del Señor tiende a aflojarse, le añade un matiz fuertemente escatológico. El
acento se desplaza en el significado de la parábola hacia la necesidad de
mantenerse vigilantes aunque parece que la voz que anunciará la llegada del
esposo tiende a atrasarse. En esa situación, quien se duerme, quien no se
mantiene constantemente preparado, corre el riesgo de encontrarse un día con
la puerta cerrada. De esta forma, la parábola se coloca en la misma línea de
significado que tienen las del siervo fiel que la precede (Mt 24,45-51) y la
de los talentos, que le sigue (Mt 25,14-30).
   Hay dos elementos en la parábola que acrecientan su carácter
escatológico. El primero es la aparición de improviso del esposo. Parece que
las conversaciones entre las familias del esposo y de la esposa podían
prolongarse, nadie podía saber a ciencia cierta cuándo las doncellas tendrían
que incorporarse al cortejo nupcial. El otro elemento es que la puerta se
cierra definitivamente. Cuando las vírgenes necias llegan con retraso, no hay
posibilidad de una solución de compromiso, la puerta está cerrada y ya no se
puede entrar. Es un momento dramático, tajante, que establece una distinción
definitiva entre quien participa en el festín y quien se queda fuera.
   Por eso el punto clave de la parábola no está ya en las condiciones de la
espera (Todas las jóvenes se duermen, todas tiene la lámpara), sino en el
tener o no tener el aceite. Ese es el detalle que establece la diferencia
final.
   La verdadera sabiduría consiste en tener la lámpara encendida en el
momento oportuno; como consecuencia, la provisión de aceite debe estar en
relación con el momento de la llegada del esposo y no de los cálculos que uno
puede hacer sobre su posible retraso.

"Se cumplieron los días"

   La Iglesia nos invita en este final del año litúrgico a dirigir la mirada
hacia las cosas últimas, los "novísimos" como se decía antiguamente. Hoy
preferimos hablar de escatología cristiana. De todas formas la parábola
evangélica que leemos en este domingo nos ayuda a interpretar la vida como
espera del cumplimiento de algo que está ya incoado en nuestra vida.
   Como hemos meditado en otras ocasiones, también los evangelios de la
infancia de Cristo tiene un aspecto escatológico que nos permite comprender
y vivir mejor esta dimensión del mensaje cristiano.
   Una de las expresiones que más recalcan que con la venida de Jesús la
historia ha llegado a su término es la que hemos puesto más arriba como
título: "Se cumplieron los días". Lucas la emplea sistemáticamente en los dos
primeros capítulos de su evangelio y lo hace con dos sentidos: uno biológico
y el otro litúrgico.
   Al primero pertenece la señalación del tiempo de los anuncios,
concepciones, nacimientos, etc. "A Isabel se le cumplió el tiempo y dio a luz
un hijo" (1,57), también a María "le llegó el tiempo del parto y dio a luz
a su hijo primogénito" (2,7). El otro sentido es de carácter litúrgico y a
veces profético. Al "cumplirse los días" de su servicio litúrgico, Zacarías
regresa a casa... (1,23); "Al cumplirse los ocho días, cuando tocaba
circuncidar al niño le pusieron de nombre Jesús" (2,21). Todo ese ambiente
de promesas cumplidas, que el texto va tejiendo poco a poco culmina en el
cántico de Simeón: "Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo
irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador" (2,29-30). El mismo
sentido tiene el uso de los verbos en pasado en el Magnificat.
   Algunos han visto también una relación entre el cumplimiento de las
Escrituras, tema constante en el evangelio de Mateo, y el cumplimiento de los
tiempos que Lucas subraya.
   En uno y en otro caso la llegada de Jesús es la oportunidad última y
definitiva de salvación que Dios ofrece a los hombres. Pero ese cumplimiento
del tiempo de Dios no es una especie de ultimátum amenazador para el hombre.
Al contrario, Dios va plenificando desde dentro la historia humana, le va
dando sentido. Mediante el Espíritu Santo estimula a cada persona para que
dé un sí libre a su llamada.
   Por otra parte el cumplimiento escatológico que presentan los evangelios
de la infancia de Cristo, se presenta con sencillez y humildad, despojado de
la gloria aparente y externa con que la imaginación tiende a arropar todo lo
que se refiere a los últimos tiempos. Para Mateo y Lucas, Cristo es el
cumplimiento de las promesas hechas a los padres, pero se trata de un
cumplimiento realizado bajo el signo de la cruz, por eso llevado a cabo con
discreción, como una puerta que se abre o que se cierra.
   Así surge la vida nueva, la etapa última de la historia de la salvación
marcada por la acción del Espíritu Santo. De parte humana lo que encontramos
como actitud predominante es la premura por una fidelidad gozosa, la espera
llena de la certeza que no defrauda...

   Te alabamos, Padre,
   porque con la venida de Jesús
   nos has llamado definitivamente
   a entrar en tu alianza de amor con la humanidad.
   Que el Espíritu Santo
   nos dé la sabiduría de la vida
   para vivir la espera
   con una buena provisión
   del aceite del amor,
   de modo que en cualquier momento,
   del día o de la noche,
   estemos preparados para la fiesta nupcial.

"Velad"

   La sentencia final del evangelio de hoy es una exhortación a la
vigilancia, como lógica conclusión de la parábola de las diez vírgenes.
   Pero la actitud de vigilancia en el contexto de la liturgia de este
domingo tiene varios aspectos. Ciertamente está la vigilancia referida al
"último día", que para cada uno acontece el día de su muerte y puede llegar
cuando menos se espera. Pero la vigilancia cristiana se refiere también al
presente, al día de hoy. Estar vigilantes, o mejor ser vigilantes o vivir
vigilantes, significa entonces tener una gran sensibilidad hacia todo lo que
sucede a nuestro alrededor. La distracción, la superficialidad, el pensar
demasiado en nosotros mismos, pueden ir cerrándonos poco a poco el campo de
nuestra sensibilidad espiritual para reconocer sólo algunos signos. La
vigilancia cristiana lleva a una apertura total: una apertura hacia todo,
porque todo nos puede avisar de la llegada de Dios.
   Si la vigilancia es sensibilidad y apertura en el presente, lo es también
hacia el futuro. De hecho las vírgenes del evangelio son llamadas "prudentes"
o "necias" en la medida que previeron o no la cantidad suficiente de aceite
para el momento crítico de la llamada.
   La interpretación de la vida como proyecto, como una serie de decisiones
coherentes con una opción fundamental, no está en contradicción con la
esperanza ni con la apertura a las sorpresas de la vida. Al contrario, el
creyente que, confiando en Dios, se atreve a poner bajo su mirada el arco
entero de su existencia y lo encamina hacia lo que cree ser su voluntad,
podrá vivir una fidelidad cotidiana, en las cosas pequeñas, más coherente y
más intensa. La mediocridad humana y espiritual suele ser fruto de esa falta
de previsión del futuro que comporta un proyecto de vida capaz de movilizar
los mejores recursos de una persona o de una comunidad para cumplir sus
objetivos.
   Prudente es quien sabe "construir su casa sobre la roca" (Mt 7,24) de la
Palabra de Dios porque está seguro que un día vendrá el temporal... Prudente
es quien sabe emplear los recursos que Dios le ha dado en el momento
oportuno.


TEODORO BERZAL.hsf