sábado, 27 de enero de 2018

Ciclo B - TO - Domingo IV

28 de enero de 2018 - IV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CicloB

                   "¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva!"

-Dt 18,15-20
-Sal 94
-ICo 7,32-35
-Mc 1,21-28

                              Marcos 1,21-28

      Llegó Jesús a Cafarnaúm, y, cuando el sábado siguiente fue a la sinago-
ga a enseñar, se quedaron asombrados de su enseñanza, porque no enseñaba como
los letrados, sino con autoridad.
      Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu in-
mundo, y se puso a gritar:
      - ¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con
nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.
      Jesús le increpó:
      - Cállate y sal de él.
      El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió.
Todos se preguntaron estupefactos:
      - ¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los
espíritus inmundos les manda y lo obedecen.
      Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca
entera de Galilea.

Comentario

      El evangelio de hoy empieza a describirnos en lo concreto de la vida
de Jesús, el misterio de su persona y de su misión.
      La página del Deuteronomio en la primera lectura, introduce la figura
del profeta que Jesús encarna con su palabra y con su acción liberadora. El
modo nuevo que Dios elige para comunicarse con su pueblo es un paso más en
el camino de la encarnación. Este camino llega a su realización perfecta
cuando surge el "profeta en medio de sus hermanos", es decir, Jesús: capaz
al mismo tiempo de hablar el lenguaje humano, porque es verdadero hombre y
de transmitir las palabras que Dios pone en su boca, enseñando con autoridad.
      Pero Jesús no encarna sólo la figura del maestro que enseña, es también
quien libera del mal y no sólo del mal de las enfermedades, sino del mal
radical al que el hombre esta sometido bajo el poder del demonio. El
evangelio no separa los dos aspectos.
      Precisamente en un sábado, el día séptimo, el hombre, por la acción de
Jesús, recupera su dignidad y libertad quedando restablecido en su dignidad
primera.
      La eficacia de la palabra de Jesús frente al poder del demonio y la
autoridad de su doctrina es lo que lleva la gente de la sinagoga a plantearse
la cuestión esencial: "¿Quién es éste?" A ella parecen hacer eco las palabras
del espíritu inmundo: "Sé quién eres tú". Y hasta tiene la respuesta exacta.
      Esa respuesta juega una doble función en el relato evangélico. Por una
parte es una confirmación de lo que el lector sabe ya desde el acontecimiento
del bautismo en el Jordán, por otra sirve para denunciar la inutilidad de una
confesión de fe, aunque sea exacta, puramente teórica.
      El camino que el evangelio propone es otro: es el seguimiento de Jesús,
escuchando (con admiración) su mensaje y viendo los signos que realiza para
entrar en la dinámica de vida que Él propone.

                            "Jesús de Nazaret"

      El final del evangelio de hoy nos devuelve de modo genérico a los
lugares donde Jesús pasó su infancia y adolescencia: "Bien pronto su fama se
extendió por todas partes, en toda la región de Galilea" (Mc 1,28). Esto nos
ayuda a meditar la Palabra de hoy no sólo desde esos lugares, sino desde el
tiempo concreto en que Jesús vivía en Nazaret, sin ser aún reconocido como
"el profeta poderoso en palabras y obras" (Lc 24,19).
      Existe, en efecto, en la vida de Jesús una conexión intrínseca entre
las palabras y las obras que realiza en el modo más perfecto esa ley general
de la revelación divina (Dei Verbum 2). De este modo el tiempo vivido en
Nazaret queda explicitado en las palabras que después Jesús pronunció.
      Igual que su gesto de expulsar un demonio queda iluminado por su
doctrina expuesta con autoridad, de manera que su figura no queda reducida
a la de un simple exorcista, así también las enseñanzas de Jesús iluminan su
modo de vivir en Nazaret. De este modo su vida de joven no queda reducida a
la de "un hombre cualquiera", sino que en ella se encierra el misterio de
quien es de verdad el "Santo de Dios" (Mc 1,24)
      El silencio impuesto al demonio, opresor de aquel hombre de Cafarnaún,
es la condenación de toda proclamación inoportuna, a destiempo aun, de lo que
es la verdad de Dios. Fue el silencio misterioso vivido por Jesús en Nazaret
lo que después le permitió decir con autoridad: "Cállate y sal de él" (Mc
1,25)

      Con la gente de Cafarnaún,
      quedamos admirados de tu palabra
      y del poder divino que obra en ti, Señor Jesús.
      Tus palabras y tus obras
      manifiestan la llegada del reino de Dios.
      Queremos ponernos a la escucha de lo que dices
      y pedimos la luz de tu Espíritu
      que nos lleve a la admiración
      y al sano temor ante lo que haces,
      pero también al seguimiento y a la entrega.

                           Palabra y liberación

      Ante el modo de comunicación de Dios con el hombre que es la palabra
y que encuentra su plenitud en la Palabra hecha carne en Jesús, la actitud
primera del creyente es la escucha.
      Escucha para asimilar y comprender lo que Dios dice. Pero no una
escucha simplemente racional que se limita a analizar y estructurar unos
contenidos. Una tal escucha puede terminar en una confesión de fe semejante
a la del demonio de Cafarnaún.
      La nuestra debe ser una escucha en la que cabe la admiración, el temor
respetuoso, el reconocimiento de que Dios es alguien que nos sobrepasa. Desde
esa escucha se puede pasar a la proclamación profética que el mundo de hoy,
como el del momento en que se escribió el Deuteronomio, necesita.
      Palabra y liberación. Ante Jesús, que libera al endemoniado, hemos de
reconocer nuestra necesidad continua de liberación y de redención del poder
del mal que nos rodea y que a veces nos atenaza por dentro. Es el primer paso
para poder ayudar a los demás a volver a su dignidad primera de hombres
libres, como Dios los creó.
      Viviendo el misterio de Nazaret, donde Jesús aprendió poco a poco
lo que es ser hombre, comprendemos todo el alcance de la palabra para llegar
a ser hombre y su constante necesidad de liberación.


TEODORO BERZAL.hsf

sábado, 20 de enero de 2018

Ciclo B - TO - Domingo III

21 de enero de 2018 – TO - III DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – Ciclo B

                        "El tiempo se ha cumplido"

-Jon 3,1-5,10
-Sal 24
-ICo 7,29-31
-Mc 1,14-20

Marcos 1,14-20

      Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el
Evangelio de Dios. Decía:
       - Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios: Convertíos y
creed la Buena Noticia.
      Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés,
que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago.
      Jesús les dijo:
      - Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.
      Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
      Un poco más adelante vio a Santiago, hijo del Zebedeo, y a su hermano
Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su
padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con Él.

Comentario

      La proclamación de la llegada del reino de Dios es el acto primero de
la misión de Jesús. Los textos de la liturgia de hoy tienden a ambientar y
a introducirnos en ese primer y fundamental anuncio.
      La predicación de Jonás predispone el contenido del mensaje de Jesús
sobre el acercamiento definitivo de Dios en su persona a todos los hombres
y no solamente al pueblo de la antigua alianza.
      El texto de la carta a los Corintios que hoy leemos subraya y comenta
a su modo el anuncio de que "el tiempo se ha cumplido", es decir, que con
Jesús hemos llegado al momento definitivo de la intervención de Dios en la
historia de los hombres.
      Una primera lectura del evangelio de hoy, podría llevar a pensar que
el anuncio hecho por Jesús carece de todo contenido y que pudiera reducirse
a la pura proclamación de un acontecimiento: llega el reino de Dios. Pero
viéndolo más en detalle, encontramos algunos puntos clave de la predicación
de Jesús que se irán desarrollando más adelante en el evangelio. El anuncio
de la llegada del reino, no termina en sí mismo: nos dice algo acerca de
Dios. Proclamar la llegada del reino de Dios, es empezar a delinear los
rasgos de un Dios que se interesa por el hombre, que se acerca a él y que
toma la iniciativa de salvarlo. Si dejamos además que resuene en el evangelio
el eco de la primera lectura de hoy, se trata de un Dios misericordioso, que
desea la salvación de todos los hombres.
      Este anuncio nos dice también algo acerca de la persona de Jesús. Desde
que Él llega "se abren los cielos", estamos en una era nueva, la posibilidad
de la llegada del reino de Dios está ligada a su persona y a su misión.
      Y nos dice también algo acerca del hombre. El anuncio de la llegada del
reino de Dios, es una llamada a la conversión: una conversión tan radical y
urgente que lleva a algunos que lo oyen a dejar las redes, el trabajo y la
familia, para emprender un nuevo modo de vivir.
      Todo cambia, pues, con el anuncio de Jesús, verdaderamente se inaugura
un tiempo nuevo, un tiempo de gracia: "El tiempo se ha cumplido y el reino
de Dios está cerca".

El tiempo de Nazaret

      Existe un tiempo natural medido por el sucederse de las estaciones y
existe un tiempo histórico marcado por el flujo de los acontecimientos. Las
grandes intervenciones de Dios han transformado la historia del mundo en
historia de salvación, de la que Cristo es el culmen y el cumplimiento. Con
Él llegó la plenitud de los tiempos.
      Ha habido quienes han querido, sin embargo, trazar límites demasiado
rígidos dejando, por ejemplo, la figura de Juan Bautista en el umbral de los
tiempos mesiánicos, pero sin formar parte de los mismos. No parece esa opi-
nión concordar con el criterio de los evangelistas Lucas y Mateo, quienes ven
ya en los acontecimientos de la infancia de Cristo un reflejo de esos tiempos
nuevos e interpretan, sin duda a partir de la fe pascual, todo el tiempo del
Jesús histórico como tiempo de la plena manifestación de Dios, de la
salvación de Dios.
      El tiempo de Nazaret nos ayuda a no dejarnos engañar por la urgencia
e inexorabilidad del anuncio del reino de Dios hecho por Jesús; Él anuncia
que "el tiempo se ha cumplido" y que "el reino de Dios está cerca". Pero se
trata, sin duda, de un cumplimiento dinámico que queda abierto hacia los
acontecimientos de su pasión, muerte y resurrección, y, a más largo plazo,
hacia su segunda venida al final de los tiempos; pero también, mirando hacia
el pasado, hacia toda su vida en la tierra.
      Es el tiempo de Jesús, el momento de su paso por la tierra, el que
marca el giro radical de la historia humana; la lleva de la promesa al
cumplimiento, a la plenitud de la revelación de Dios y a la actuación
concreta del plan de salvación.

      Señor Jesús, queremos acoger
      la buena nueva que tú proclamaste,
      la buena nueva de la cercanía,
      de la misericordia, del dominio y reinado de Dios,
      que se impone sólo por la fuerza del amor.
      Sabemos que ese anuncio nos llama
      a cambiar muchas cosas en nuestra vida,
      o más bien, a mantenernos siempre
      en estado de escucha y de cambio:
      eso es la conversión.
      Enséñanos a vivir como creyentes,
      es decir, como discípulos y seguidores.
      Que tu Espíritu Santo grabe en nosotros
      el anuncio del reino que hemos oído
      cada vez más profundamente,
      hasta que se haga vida de nuestra vida,
      hasta que también nosotros seamos capaces de proclamarlo.

Aprender a proclamar el mensaje

      Un aspecto importante de la acogida de la Palabra es, además de
asimilar su contenido, aprender a proclamarla. El anuncio del reino que Jesús
hace, nos da también algunas indicaciones preciosas para nosotros.
      Tenemos que aprender a no separar el acontecimiento de la salvación
("está cerca el reino de Dios") de las exigencias que comporta el aceptarlo
("convertíos"). Deben ir unidas la proclamación de las verdades de la fe y
las implicaciones morales que llevan consigo.
      El anuncio que hacemos, debe implicarnos concretamente en el mensaje
que proclamamos, y, al mismo tiempo, aparecer claramente que es el reino "de
Dios" el que predicamos, que somos continuadores de Jesús y no sus
sustitutos. En último término, es Dios mismo quien comunica su buena noticia
a los hombres.
      La lectura del evangelio que hemos hecho en Nazaret debe llevarnos a
anunciar la salvación como ya cumplida y al mismo tiempo como un hecho
abierto hacia el futuro, dando a todos la posibilidad de llegar un día a la
fe. Nunca se puede proclamar el reino de Dios como la "ultima" oportunidad.
La urgencia y radicalidad no pueden convertirse en intolerancia, opresión o
amenaza.


TEODORO BERZAL.hsf

sábado, 13 de enero de 2018

Ciclo B - TO - Domingo II

14 de enero de 2018 - II DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – Ciclo B

                     "Y se quedaron con Él aquel día"

-ISam 3,3-10,19
-Sal 39
-Ico 6,13-15,17-20
-Jn 1,35-42

Juan 1,35-42

      En aquel tiempo estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en
Jesús que pasaba, dijo:
       - Este es el cordero de Dios.
      Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se
volvió y, al ver que lo seguían, les preguntó:
       - ¿Qué buscáis?
      Ellos le contestaron:
      - Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?
      Él les dijo:
      - Venid y lo veréis.
      Entonces fueron, vieron dónde vivía, y se quedaron con Él aquel día;
serían las cuatro de la tarde.
      Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan
y siguieron a Jesús; encontró primero a su hermano Simón y le dijo:
      - Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).
      Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo:
      - Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que significa
Pedro).

Comentario

      El tema que unifica los textos litúrgicos de este domingo es el de la
llamada de Dios. En el centro del mensaje está la persona de Cristo, quien
se presenta a la vez dispuesto a cumplir la voluntad de Dios (Sal 39) y es
el protagonista de la llamada a los apóstoles y a todos los cristianos. Este
mensaje se sitúa así en conexión con el del domingo pasado sobre la persona
y misión del Mesías dando la clave de interpretación de toda experiencia
vocacional.
      La palabra de Dios nos presenta sucesivamente la vocación de Samuel,
la vocación del Mesías, la de todo cristiano y la de los primeros discípulos
de Jesús. Cada una de ella nos va descubriendo algún aspecto importante de
ese momento decisivo del encuentro con Dios en el que se pone en juego la
existencia entera de una persona.
      En Samuel vemos la elaboración progresiva de una respuesta bajo la guía
de un maestro. En la vocación de los primeros discípulos aparece la importan-
cia del encuentro con Jesús y del testimonio y mediación de los demás. La
segunda lectura pone de relieve la radicalidad y hondura de la entrega que
toda vocación requiere. Como punto clave de todas estas experiencias aparece
la iniciativa de Dios que entra en diálogo con el hombre y la disponibilidad
de quien se siente llamado. Esta disponibilidad la Iglesia la ve ante todo
en el primero que fue llamado: el Mesías. Al entrar en el mundo la expresa
con las palabras del salmo 39: "Heme aquí" (cfr. Heb. 10,4-10.
      El seguimiento e imitación de Cristo es lo que da unidad y apertura a
todas las vocaciones específicas dentro de la Iglesia. Por eso entre todos
los rasgos vocacionales que aparecen en las lecturas de hoy quizá sea
oportuno destacar la experiencia de los primeros apóstoles que no sólo fueron
tras Él y vieron donde vivía Jesús, sino que "se quedaron con Él aquel día"
(Jn, 1,39). Es, en efecto, en el contacto prolongado con Jesús como nace y
se desarrolla toda vocación.

En Nazaret

      Los dos sumarios que Lucas nos da sobre la vida de Jesús en Nazaret (Lc
2,39-40 y 2,51-52) comportan una serie de verbos en imperfecto de indicativo
que crean perfectamente el clima de la duración y del progreso continuo.
      Siguiendo la misma línea de todas las vocaciones que la Palabra de Dios
nos ha presentado hoy, la de María, José y Jesús, revelan en la experiencia
de Nazaret ese aspecto de lenta profundización y maduración.
      El Evangelio dice que Jesús "crecía", pero nosotros podemos intuir que
fueron sobre todo María y José los que más crecieron en ese contacto
prolongado con Jesús que supuso la experiencia nazarena.
      No les bastó a Andrés y a su compañero aquel primer día de vida en
común con Jesús. El evangelista Marcos subraya que cuando Jesús llamó a los
apóstoles fue "para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar" (3,14)
      El evangelio de la vocación, leído en Nazaret, lleva casi instinti-
vamente a valorar intensamente el permanecer con Jesús, tan propio de toda
experiencia vocacional. Lo que los 30 años de Nazaret puedan tener, en
apariencia, de exagerado, debería llevarnos a dar el paso hacia el "siempre".
Es decir, con Jesús hay que estar siempre. También cuando se es enviado a
predicar en su nombre. Así nos lo enseña María, que estuvo con Jesús en
Nazaret y también al pie de la cruz y entre los apóstoles el día de
Pentecostés.

      "Heme aquí, Señor"
      Tú me has llamado y quiero responder a tu voz.
      Como aquel día en que te conocí,
      en el que supe quién eras
      y en el que se decidió mi existencia,
      hoy quiero ponerme en camino tras tus pasos.
      Me pongo entre tus manos,
      haz de mí lo que quieras.
      Que tu Espíritu Santo, Padre,
      me lleve a saber quedarme siempre con Jesús,
      a buscarlo y a desear parecerme a Él,
      a crecer con Él, a obrar con Él.

Vocaciones

      La Palabra de este domingo leída en Nazaret nos lleva también al hoy
de nuestra vocación y a estimar toda vocación en la Iglesia.
      La vocación es a la vez un don inesperado y un proceso de búsqueda que
compromete la existencia entera. Vivir nuestra vida como vocación es estar
constantemente pendientes de las llamadas que el Señor nos va haciendo a lo
largo de la vida y elaborar progresivamente nuestra respuesta.
      Esto implica también ser sensible a todas las vocaciones en la Iglesia.
La urgencia de ciertas tareas u otros motivos no deben llevarnos a
minusvalorar la maduración de las respuestas vocacionales. Sabemos que hoy
el compromiso de por vida requiere planteamientos más largos que en otras
épocas y que ciertas características de nuestro mundo y algunas condiciones
de los jóvenes, tienden a que se prolonguen los tiempos de la formación
inicial y a que se retrase el momento del compromiso. Sepamos vivir todo esto
desde la fe, aceptándolo como tiempo de Nazaret, como tiempo de maduración,
sin impaciencia; con la esperanza de que el Espíritu Santo va trabajando en
el secreto más allá de las apariencias y más allá de nuestros cálculos.
      Todo esto no ha de ser un impedimento para hacernos portadores de la
llamada de Jesús, a veces exigente y apremiante. El mismo, en el momento
oportuno, salió de Nazaret...


TEODORO BERZAL.hsf

sábado, 6 de enero de 2018

Ciclo B - TO - Bautismo del Señor

7 de enero de 2018 - I DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – Ciclo B

                            BAUTISMO DEL SEÑOR

    "Jesús vino desde Nazaret de Galilea y fue bautizado en el Jordán"

-Is 55,1-11
-Is 12,2-6
-IJn 5,1-9
-Mc 1,7-11

Marcos 1, 6b-11

      En aquel tiempo, proclamaba Juan:
      - Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco ni aga-
charme para desatarle las sandalias.
      Yo os he bautizado con agua, pero Él os bautizará con Espíritu Santo.
      Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo
bautizara en el Jordán.
      Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia
Él como una paloma. Se oyó una voz del cielo:
      - Tú eres mi Hijo amado, mi preferido.

Comentario

      Las lecturas de este domingo presentan en primer plano el bautismo de
Jesús y tienen como trasfondo el bautismo de todo cristiano a través de la
simbología del agua y del nuevo nacimiento.
      El bautismo de Jesús es presentado como un acontecimiento fundacional,
como un "nuevo comienzo" de su existencia terrena. Durante él tiene lugar la
manifestación trinitaria que revela la condición divina de Jesús y su misión
mesiánica. El Espíritu Santo irrumpe en la persona de Jesús, el Padre revela
la verdadera naturaleza de su Hijo y Éste recibe el bautismo en el agua en
plena solidaridad con el pueblo.
      El acontecimiento del Jordán, que todos los comentaristas dan como
hecho histórico por considerar lo difícil que hubiera sido que la comunidad
primitiva inventara un relato en el que Jesús se somete a Juan, está
relacionado con la pascua. En el bautismo se anticipa lo que en la pascua se
revelará plenamente: quién es Jesús y cuál es el sentido último de su misión.
      El Jesús histórico, plenamente consciente de su condición filial y
lleno del Espíritu Santo, camina así hacia la pascua siendo el modelo
perfecto de todo cristiano. Este está llamado a participar en esa condición
filial ("todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios" I Jn 5,1)
y a emprender el camino de su liberación, que el Espíritu Santo realiza.
      Nuestra salvación aparece así como obra de la Trinidad. Así se
expresaba un padre de la Iglesia: "Como la primera creación fue obra de la
Trinidad, también la segunda creación es obra de la Trinidad".

Desde Nazaret

      Fue de Nazaret de Galilea de donde Jesús salió para ser bautizado en
el Jordán, apunta Marcos.
      Cuando Jesús llegó al lugar del bautismo se puso entre los que iban
siendo bautizados en una actitud de plena solidaridad con los demás hombres.
Y es que su camino de encarnación en Nazaret le había llevado a esa plena
identificación con el hombre, a compartir plenamente la condición humana. De
ahí que ahora, al comienzo de su ministerio se sitúe "naturalmente" entre
aquellos a quienes va a salvar.
      Así como la pascua reveló quién era en verdad el crucificado del
Gólgota, la manifestación trinitaria del Jordán revela quién era el que había
vivido durante treinta años sometido a María y a José.
      El acontecimiento inaugural de la etapa final de la vida de Jesús es
de algún modo también la culminación de su experiencia de vida oculta en
Nazaret y proyecta una luz sobre esos que un autor ha llamado "años oscuros"
de la vida de Jesús. Quien vivía en Nazaret era el "Hijo amado" del Padre y
estaba lleno del Espíritu Santo.
      El camino desde Nazaret de Galilea hasta el Jordán, donde Juan bautiza-
ba, es así imagen del camino pascual de Jesús pues en él avanza también hacia
la revelación de su persona y de su misión
      En ese recorrido, los años de Nazaret son esa etapa de encarnación en
el itinerario de la Palabra (Is 55,10) en que, al igual que la lluvia,
permanece en la tierra, la fecunda y la hace germinar. Nazaret es el momento
de la penetración de lo infinito en lo limitado, pero sin que esto aprisione
la Palabra. Esta, siguiendo el himno de Isaías, vuelve a Dios después de
haber fecundado la tierra. Y de Nazaret, en efecto, salió Jesús para empren-
der su camino pascual de retorno al Padre.

      Te bendecimos, Padre,
      porque llamando con tu voz "Hijo amado" a Jesús,
      nos descubres también a nosotros
      nuestra condición de hijos tuyos en Él.
      Deseamos acoger en nuestra vida al Espíritu Santo
      que libera y transforma,
      que nos da vida nueva y nos hace solidarios con todos.
      Trinidad santísima,
      Padre, Hijo y Espíritu Santo,
      origen y meta de todo,
      gracias por habernos sellado en el agua del bautismo
      y por habernos puesto en el camino de la salvación.

Vivir como bautizados

      Necesitamos en la vida de cada día el testimonio concorde del Espíritu,
del agua y de la sangre. El bautismo no es un acontecimiento que queda en el
comienzo de nuestra vida cristiana sólo como puerta de entrada, como hecho
del pasado.
      El testimonio del agua (agua del Jordán, agua del bautismo) en la que
el Espíritu Santo nos revela nuestra condición de hijos del Padre gracias a
la sangre derramada por Cristo, es algo actual en nuestra vida.
      El testimonio del agua manifiesta en la oscuridad de nuestros días, de
nuestros años, en la monotonía de nuestras actividades, en las apariencias
de nuestra condición actual, la verdad que funda y da sentido a nuestra vida.
La revelación trinitaria del agua (agua del Jordán, agua del bautismo) nos
dice quiénes somos verdaderamente y cuál es nuestra misión en el mundo.
      El testimonio del agua es concorde con el del Espíritu, quien nos
asegura "que somos hijos de Dios, y si hijos también herederos" (Rom 8,14),
porque Cristo nos redimió con su sangre.
      En el día que celebramos "el testimonio de Dios acerca de su Hijo" (I
Jn 5,9), dado en el río Jordán, hacemos presente el testimonio que a través
de los signos de la fe nos da también a nosotros que vivimos en la oscuridad
de Nazaret.


TEODORO BERZAL.hsf