sábado, 30 de noviembre de 2019

Ciclo A - Adviento - Domingo I


1 de diciembre de 2019 - I DOMINGO DE ADVIENTO – Ciclo A

                     "Cuando venga el Hijo del hombre"

   Isaías 2,1-5

   Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y de Jerusalén:
   Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor, en la
cima de los montes, encumbrado sobre las montañas.
   Hacia Él confluirán los gentiles, caminarán los pueblos numerosos. Dirán:
Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob.
   El nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas; porque de
Sión saldrá la ley, de Jerusalén la palabra del Señor.
   Será árbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos. De las
espadas forjarán arados; de las lanzas, podaderas.
   No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra.
   Casa de Jacob, ven; caminemos a la luz del Señor.

   Romanos 13,11-14

   Hermanos: daos cuenta del momento en que vivís; ya es hora de
espabilarse, porque ahora nuestra salvación está más cerca que cuando
empezamos a creer. La noche está avanzada, el día se echa encima: dejemos las
actividades de las tinieblas y pertrechémonos con armas de la luz.
   Conduzcámonos como en pleno día, con dignidad. Nada de comilonas ni,
borracheras, nada de lujuria ni desenfreno, nada de riñas ni pendencias. Ves-
tíos del Señor Jesucristo, y que el cuidado de vuestro cuerpo no fomente los
malos deseos.

   Mateo 24,37-44

   Dijo Jesús a sus discípulos:
   -Lo que pasó en tiempos de Noé, pasará cuando venga el Hijo del hombre.
   Antes del diluvio la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que
Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los
llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre:
   Dos hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo
dejarán; dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y a otra la
dejarán.
   Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro señor.
   Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene
el ladrón estaría en vela y no dejaría abrir el boquete en su casa.
   Por eso estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos
pensáis viene el Hijo del hombre.

Comentario

   El año litúrgico se abre con el anuncio de la segunda venida de Cristo.
Anuncio que nos lleva a tomar conciencia de nuestra condición de caminantes
en esta vida y suscita en nosotros un fuerte impulso de esperanza.
   Al sentirnos miembros de un pueblo peregrinante, que tiene su meta en el
futuro, nos invita la visión de Isaías contada en la primera lectura. Es Dios
quien espera y atrae con su presencia al pueblo elegido y a todos los pueblos
de la tierra hacia su casa, hacia el lugar donde Él habita.
   En ese ambiente de tensión hacia el futuro, en el espacio y en el tiempo,
creado por la liturgia, las palabras de Jesús en el evangelio resuenan con
mayor intensidad. Leemos hoy una parte del llamado discurso escatológico en
la versión de Mateo. Se trata del último de los cinco largos discursos de
Jesús, que jalonan el evangelio de Mateo, quien nos acompañará a lo largo del
ciclo "A".
   La fuerza de las palabras de Jesús radica en una doble comparación. Por
una parte está el argumento histórico: "Lo que pasó en tiempos de Noé, pasará 
cuando venga el Hijo del Hombre". Por otro lado, la comparación con un hecho
de la vida corriente: "Si supiera el dueño de casa a qué hora viene el
ladrón, estaría en vela".
   En ambos casos el punto central del significado es el "elemento sor-
presa". Ni los coetáneos de Noé pensaban en una posible intervención de Dios,
ni se piensa habitualmente en la "visita" nocturna de los ladrones.
   La conclusión que se debe sacar no es, sin embargo, fatalista, como si
nada se pudiera hacer para prevenir o preparar lo que nos espera. El
evangelio invita, por el contrario, a una actitud de vigilancia, es decir,
de atención y responsabilidad. La suerte distinta que corren los "dos hombres
que están en el campo" y las "dos mujeres que están moliendo", o Noé y su
familia en contraposición con la de sus contemporáneos, no es el resultado
de una solución arbitraria, independiente del modo en que habían vivido.
   De ahí la invitación a la atención, a mantenerse despiertos. Esta invitación
se hace más apremiante si consideramos, como lo hace S. Pablo en la 2ª.
lectura, que se está produciendo un doble movimiento acelerador de la
historia: la salvación está cada vez más cerca, viene a nuestro encuentro.
Por nuestra parte debemos dejar que la gracia del bautismo vaya transformando
nuestro hombre viejo y "vistiéndonos del Señor Jesucristo".
   Ser miembros vivos de un pueblo que camina significa introducir la
esperanza como motivo de nuestro propio cambio interior y de las situaciones
que nos rodean para que el reino de Dios esté cada vez más cerca.

                          La sorpresa del anuncio

   El itinerario de crecimiento en la vida cristiana que representa cada año
litúrgico, comienza con la invitación a revivir la espera gozosa del Mesías
en el momento de la encarnación, como modo de preparar su retorno glorioso
al final de los tiempos.
   Esa invitación a revivir el acontecimiento pasado como forma de preparar
el futuro, nos abre el camino para meditar el evangelio que anuncia la
llegada del Hijo del Hombre desde la perspectiva del misterio de Nazaret, es
decir, desde el momento en que se anunció su primera venida.
   La escatología cristiana, que habla de lo que sucederá en las últimas
fases de la historia, hunde sus raíces en el pasado: Por eso la esperanza no
es una utopía, sino una luz animada por la certeza de que se cumplirá lo que
se anuncia.
   "Lo que pasó... pasará...". El punto de referencia que toma Jesús para
indicar cómo será el fin del mundo es lo que sucedía en tiempos de Noé. Todos
vivían inmersos en los quehaceres inmediatos de la vida y sólo algunos (sólo
Noé) percibió la llamada de Dios y se preparó.
   En esa misma línea de atención y escucha hay que situar la atención de
María y de José en Nazaret. Es cierta la amarga constatación del evangelista
Juan cuando hablando de la Palabra, dice: "En el mundo estuvo y, aunque el
mundo se hizo mediante ella, el mundo no la conoció. Vino a su casa pero los
suyos no la recibieron" (Jn 1,10-11). Pero también es cierto que cuando el
anuncio de la llegada del Mesías fue dirigido primero a María y luego a José,
ellos lo acogieron y respondieron afirmativamente. Lo mismo sucederá al final
de los tiempos.
   El anuncio, sin embargo, sorprendió a María. Lucas dice al narrarlo que
ella "se turbó", no tanto por la presencia del Ángel cuanto por el contenido
de las palabras que le dirigía.
   Nadie esperaba tanto la venida del Mesías como los israelitas verdaderamente
creyentes en las promesas que Dios había hecho a sus padres. Y sin
embargo, cuando se cumple la promesa, cuando llega el Mesías, sorprende a
todos. Sorprende a Herodes, y con él a toda Jerusalén que "se sobresaltó" (Mt
2,3-4) al oír decir que habían visto la estrella que lo anunciaba.
   El anuncio sorprende también a María y a José‚ pero ¡qué distinta la
suerte de quien entonces esperaba verdaderamente y de quien no le importaba
nada o incluso lo temía! Como dijo el anciano Simeón, la aparición de aquel
niño reveló lo que se escondía en el corazón de cada uno. Así sucederá
también al final de los tiempos...
  
   Nos sorprenderás, Señor, cuando llegues.
   No sabemos cuánto queda aún de la noche,
   pero sabemos que la aurora está ya cerca.
   Nos sentimos, con alegría y esperanza,
   parte viva de un pueblo que camina
   hacia ti que vienes a su encuentro.
   Y cuando se crucen nuestros caminos
   comenzará la fiesta que no tiene fin
   en tu santa morada.
   Mientras tanto nos vamos preparando en la espera
   y en la escucha de todos los que nos traen noticias de ti.
   En realidad, todo lo que nos rodea,
   en su belleza incompleta,
   en su miseria o en la tragedia de su armonía truncada
   nos invita a esperar.

                           Ir hacia el que viene

   El núcleo central del mensaje litúrgico de este domingo, como el de todo
el Adviento, es el anuncio de la venida del Señor, del camino que Él ha hecho
para venir al encuentro del hombre y que culminará al final de los tiempos
con su aparición gloriosa en este mundo. El adviento (= venida) es, ante todo,
un movimiento de Dios hacia el hombre.
   Debemos tomar conciencia de que lo que esperamos es el cumplimiento de la
salvación, de ese plan maravilloso que Dios ha concebido para el hombre y
para el mundo, y de que es Él, ante todo, quien lo lleva adelante. Y esto no
para desentendernos, sino para fomentar nuestra responsabilidad y compromiso.
El ha puesto todo entre nuestras manos, ¿qué hemos hecho de ello?
   Hay una espera por parte del hombre de que la salvación llegue a su
cumplimiento. Pero Dios también lo espera y no podemos defraudar la confianza
que Él ha puesto en nosotros.
   La parusía, dice Teillard de Chardin, se producirá por la acumulación de
los deseos y esperanzas de los hombres... Ciertamente, cada esperanza puesta
en un futuro mejor, cada deseo de un encuentro con el Señor son un paso que
contribuye a acelerar el momento del gran encuentro. Pero la parusía viene,
sobre todo, por el gran deseo que Dios tiene de encontrar al hombre. El nos
sorprenderá no sólo porque llegará en un momento imprevisto, sino también por
el regalo que nos trae: "Lo que el ojo nunca vio, ni la oreja nunca oyó, ni hombre
alguno ha imaginado, es lo que Dios ha preparado para los que le aman" (1Co
2,9).
   Es esa esperanza la que nos pone en pie y nos incita a seguir caminando.
Ella nos lleva también a reanimar todos los motivos de esperanza que vemos
a nuestro alrededor, seguros como estamos de que todos ellos tienen un
sentido en el gran designio de salvación, cuyo panorama completo, por ahora,
sólo Dios ve.

TEODORO BERZAL hsf


sábado, 23 de noviembre de 2019

Ciclo C - TO - Domingo XXXIV


24 de noviembre de 2019 - XXXIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Ciclo C

SOLEMNIDAD DE CRISTO REY

             "Jesús, acuérdate de mí cuando vuelvas como rey"

      II Samuel 5,1-3

      En aquellos días, todas las tribus de Israel fueron a Hebrón a ver a
David y le dijeron:
      Hueso y carne tuya somos; ya hace tiempo, cuando todavía Saúl era
nuestro rey, eras tú quien dirigías las entradas y salidas de Israel.
      Además el Señor ha prometido: "Tú serás el pastor de mi pueblo, Israel,
tú serás el jefe de Israel."
      Los ancianos de Israel fueron a Hebrón a ver al rey, y el rey David
hizo con ellos un pacto en Hebrón, en presencia del Señor, y ellos ungieron
a David como rey de Israel.

      Colosenses 1,12-20

      Hermanos:
      Damos gracias a Dios Padre, que nos ha hecho capaces de compartir la
herencia del pueblo santo en la luz.
      El nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al
reino de su Hijo querido, por cuya sangre hemos recibido la redención, el
perdón de los pecados.
      El es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura, porque
por medio de Él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres,
visibles e invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades, todo
fue creado por Él y para Él.
      El es anterior a todo, y todo se mantiene en Él.
      El es también la cabeza del cuerpo: de la iglesia.
      El es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el
primero en todo, porque en Él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
      Y por ‚l quiso reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y los
de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz.

      Lucas 23,35-43

      En aquel tiempo, las autoridades y el pueblo hacían muecas a Jesús,
diciendo:
      - A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si Él es el Mesías de
Dios, el Elegido.
      Se burlaban de Él también los soldados, ofreciéndole vinagre y di-
ciendo:
      - Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
      Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: ESTE ES
EL REY DE LOS JUDIOS.
      Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo:
      - ¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.
      Pero el otro lo increpaba:
      - ¿Ni siquiera temes tú a Dios estando en el suplicio? Lo nuestro es
justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha
faltado en nada.
      y decía:
      - Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.
      Jesús le respondió:
      - Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.

Comentario

      En este último domingo del año litúrgico la Iglesia, pueblo de sa-
cerdotes y de reyes, se encuentra con su Rey, Cristo Jesús.
      El evangelio nos presenta a Jesús en la cruz como centro de las miradas
y de la atención de todos los que le rodean. El evangelista ha sabido recoger
las palabras y gestos que tienden a destacar, entre luces y sombras, la
figura de Cristo y su papel de guía y salvador de toda la humanidad.
      En medio de la total oscuridad, de la increencia que se amontona
entorno a Jesús, destaca como un rayo de luz la fe del buen ladrón: "Jesús
acuérdate de mí cuando vuelvas como rey".
      Jesús es rey y salvador precisamente en la cruz. Sólo la fe pudo
descubrir en aquel hombre crucificado como los malhechores, insultado,
acusado y humillado, al Cristo de Dios, capaz de dar la vida y la salvación,
capaz de resurgir de la muerte y de volver un día como rey. Pero en este
caso, como en tantos otros, las tinieblas de la incredulidad hacen resaltar
con más brillo la luz. Todos los títulos aplicados en son de burla a Jesús
por los jefes del pueblo, por el malhechor, por los soldados resultan
paradójicamente ciertos. Incluso el letrero escrito sobre la cruz (al que
Lucas no alude como motivo de condena) viene a ser un título de gloria.
      Como para indicar que la cruz es la subversión de todos los valores y
que el poder de Dios no se asienta sobre ninguna potencia humana, Jesús es
rey en y desde la cruz, lugar de la máxima limitación humana. Su reinado no
es imposición de un poder que limite las posibilidades del hombre, sino, al
contrario, la liberación de todas sus cadenas empezando por la del pecado y
de la muerte para que pueda vivir conforme a su verdadera naturaleza que está 
hecha a imagen de Dios.

                                En Nazaret

      Leído desde la humildad de Nazaret el evangelio de la realeza de Cristo
en la cruz, se hace más nítido y más comprensible para nuestra fe.
      Quien había sido anunciado como "Hijo del Altísimo" a quien Dios había
de dar el trono de David su antepasado. Aquel que "reinará para siempre en
la casa de Jacob y su reinado no tendrá fin" (Lc 1,32-33), con el sí de María
se hizo carne y acampó entre nosotros. Vivió largos años en Nazaret y era
conocido como "el hijo del carpintero" Mt 13,55.
      El camino que lleva a la humillación radical de la cruz pasa por la
humildad radical de Nazaret. La encarnación cobra todo su sentido a la luz
de la redención, pero al mismo tiempo descubre amplitud y concreción del acto
redentor. El hecho de que antes de morir por nosotros Cristo asumiera todas
las características de un hombre, muestra que el gesto redentor es para todo
hombre que viene a este mundo.
      Nazaret nos revela y ayuda a comprender además el modo de establecerse
el reinado de Dios:
-     Dios no reina exhibiendo su poder sino ofreciendo calladamente la sal-
      vación desde dentro de cada hombre y cada situación de la historia. La
      preparación del reino se hace no por medios artificiales sino que pasa
      al hombre a través de otro hombre. "¿Cómo creerán si nadie les
      predica?" Rom 10,15.
-     Dios no ha querido salvar al hombre uno a uno sino en familia, en
      comunidad. "Determinó Dios convocar a todos los creyentes en Cristo en
      la santa Iglesia" L. G. 2.
-     Nazaret se sitúa en la línea de todas las parábolas de crecimiento del
      Reino.

                        "Venga a nosotros tu reino"

      Viendo el reinado de Dios en la cruz a la luz de Nazaret, aprendemos
a colaborar con Él en humildad y sencillez como María y José‚ dejando que Él
sea siempre el protagonista.
      Tampoco hoy el reinado de Dios se funda en la fuerza y el dominio.
Quien vive en Nazaret sabe como S. Pablo que "el reino de Dios es justicia
y gozo y paz" y que el modo de implantarlo no es imponerlo sino vivir sus
valores y anunciar su mensaje.
      El hecho de que la reunión de los creyentes en la Iglesia haya estado
precedido por la creación del hogar de Nazaret nos muestra también como
proceder. Todo nuevo creyente debe ser incorporado a una comunidad. Nadie
puede vivir la salvación del reino si no es en comunidad. La Iglesia misma
es una comunidad de comunidades.

TEODORO BERZAL hsf

sábado, 16 de noviembre de 2019

Ciclo C - TO - Domingo XXXIII


17 de noviembre de 2019 - XXXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - Ciclo C

                  "Maestro, y ¿cuándo va a ocurrir eso?"
                   
      Lucas 21,5-19

      En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo por la
calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo: Esto que contempláis,
llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.
      Ellos le preguntaron:
      - Maestro, ¿Cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso
está para suceder?
      El contestó:
      - Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usando mi nom-
bre, diciendo: "Yo soy", o bien: "El momento está cerca"; no vayáis tras
ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis
pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá en
seguida.
      Luego les dijo:
      - Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes
terremotos, y en diversos países, epidemias y hambre. Habrá también espantos
y grandes signos en el cielo. Pero antes de todo eso os echarán mano, os
perseguirán, entregándoos a los tribunales y a la cárcel, y os harán
comparecer ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre; así tendréis
ocasión de dar testimonio. Haced propósito de no preparar vuestra defensa,
porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá  hacer frente ni
contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres, y parientes,
y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, todos
os odiarán por causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza
perecerá: con vuestra presencia salvaréis vuestras almas.

Comentario

      El año litúrgico del ciclo C se abrió con un pasaje similar al que hoy
consideramos tomado del mismo capítulo de S. Lucas.
      El retorno a los textos que ayudan a mirar al futuro invitan a mirar
el misterio de Cristo en su totalidad. Y no es otra la finalidad del año
litúrgico. La Iglesia nos presenta, en efecto, durante él el misterio de
Cristo articulado en diversas facetas pero sin perder su visión de conjunto.
No se trata de un círculo cerrado, sino de una espiral, que año tras año va
conduciendo a la Iglesia, peregrina en el mundo, hacia la plenitud del Reino.
Cristo se presenta así como centro de la historia, corazón del mundo, futuro
del hombre.
      El mensaje de este evangelio, a pesar del anuncio de la destrucción del
templo de Jerusalén, de la persecución de los discípulos y de las catástrofes
del fin del mundo, contiene un mensaje de vida y de esperanza. No estamos
destinados a la muerte sino a la vida. Cuando aparezca "el sol de justicia"
será el día del triunfo de los creyentes, ser  el día de la liberación.
      La mirada de Jesús se centra en primer lugar en el templo de Jerusalén
que, en cuanto morada de Dios y signo visible de su presencia, era el orgullo
de los judíos. Al anunciar su destrucción próxima, Jesús proclama el final
de un modo de encontrarse con Dios. A partir de la muerte de Jesús y de la
reconstrucción de su cuerpo en tres días (Jn 2,19), el nuevo templo es la
Iglesia, cuerpo místico de Cristo.
      Pero hay también en el evangelio una perspectiva más lejana en el
tiempo: la destrucción del templo de este mundo para que surja un mundo nuevo
y un modo nuevo de encuentro con Dios. Las dificultades de los creyentes
crecerán entonces en proporción con las dimensiones de la catástrofe que se
anuncia. Pero al mismo tiempo se percibe ya la mano protectora de Dios ("no
perderéis ni un pelo de la cabeza"), pues persecuciones y catástrofes no son
sino una señal de que "el reino de Dios está cerca" Lc 21,32

                          El futuro desde Nazaret

      Con la encarnación de Cristo, Dios mismo visitó nuestra tierra, algo
divino se introdujo en la entraña misma de la tierra como medio para salvar
a los hombres, formados todos ellos del "polvo de la tierra" (Gen 2,7).
      Con la resurrección de Cristo, algo de nuestra tierra, uno de nosotros
pasó a la esfera de lo divino y vive resucitado.
      ¿Cuál será  el significado para Nazaret de que sea precisamente de allí
lo que de nuestra tierra está ya en la otra vida?.
      Hoy, que el evangelio nos lleva a volver la mirada hacia el gran paso
de este mundo nuestro a "los cielos nuevos y la tierra nueva", es
impresionante constatar que hay ya algo que asegura la ilazón entre este
mundo y el otro, y ese algo es de Nazaret. Pero lo que de Nazaret pasó al
otro mundo no es sólo una realidad física. La comunidad de amor y de
salvación que allí formó Jesús con María y José es algo que no quedó
irremediablemente anclado en el pasado, sino que tiene una permanencia en la
Iglesia y una realidad ya en el reino de los cielos.
      El ámbito material de Nazaret fue destruido (aunque hay una tradición
que asegura que la casa de Nazaret fue trasladada a otro sitio), pero su
significado profundo no podrá  ser enterrado. En este sentido el caso de
Nazaret no es más que uno más entre las realidades humanas vividas en la fe.
Todas ellas tienen un sentido futuro, todas ellas quedarán recuperadas en la
plenitud del reino. Ninguna acción buena quedará sin recompensa, ninguna
relación positiva será interrumpida definitivamente, ningún esfuerzo humano
para promover el progreso y el desarrollo dejará de tener repercusión en el
mundo nuevo.

                              Nuestro futuro

      El mensaje del evangelio sobre la transición de este mundo al mundo
nuevo pone al vivo la cuestión de nuestro futuro personal y colectivo. Leído
en Nazaret este evangelio de la gran crisis de todo lo presente, tiende a
concentrar el contenido de la esperanza.
      Vendrán persecuciones y cataclismos, mejor dicho, están ya aconteciendo
y lo han estado siempre en la historia de la Iglesia y del mundo, pero el
creyente sabe que hay algo dentro de él que ha superado ya todas las crisis,
incluso la más radical, la de la muerte. Es esa fe la que da la certeza a la
esperanza. Esa es la "fe que vence al mundo" Jn 5,5. Quien lleva dentro el
amor del Padre y la Unción conferida por Cristo, el Consagrado, sabe que,
frente al mundo que pasa, algo en él y de él permanece para siempre.
      De lo que el cristiano está seguro, totalmente seguro, no es de su
resistencia, capacidad de esfuerzo o de lucha, cuanto de la fuerza del amor
de Dios: "Porque estoy convencido que ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni
soberanías, ni lo presente ni lo futuro, ni poderes, ni alturas, ni abismos,
ni ninguna otra criatura podrá  privarnos de ese amor de Dios, presente en el
Mesías Jesús, Señor nuestro" Rom 8,38-39.
      De aquí nace toda su capacidad de esperanza y de lucha, sabiendo que
su futuro se juega aquí en el presente y ese futuro está ya ganado en Cristo
Jesús.

TEODORO BERZAL hsf