sábado, 24 de octubre de 2015

Ciclo B - TO - Domingo XXX

25 de octubre de 2015 - XXX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – Ciclo B

"Y lo siguió por el camino"

-Jer 31,7-9
-Sal 125
-Heb 5,1-6

      Marcos 14,46-52

      En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante
gente, el ciego Bartimeo (el hijo de Timeo) estaba sentado al borde del
camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar:
      Hijo de David, ten compasión de mí.
      Muchos le regañaban para que se callara. Pero ‚él gritaba más:
      Hijo de David, ten compasión de mí.
      Jesús se detuvo y dijo:
      Llamadlo.
      Llamaron al ciego diciéndole:
      Animo, levántate, que te llama.
      Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús.
      Jesús le dijo:
      ¿Qué quieres que haga por ti?
      El ciego le contestó:
      Maestro, que pueda ver.
      Jesús le dijo:
      Anda, tu fe te ha curado.
      Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.

Comentario

      La Palabra de Dios se abre hoy con la página de Jeremías que anuncia
los tiempos mesiánicos en los que el Señor cuidará de todas las ovejas de su
rebaño. Esa promesa de salvación se ve realizada en Cristo que cura y salva
a quienes creen en Él, ya que es el sumo sacerdote lleno de compasión para
quienes viven en la ignorancia y el error.
      Si consideramos mas detenidamente la página del evangelio vemos que
tiene dos niveles de significado. En el primero podemos considerar el caso
personal del ciego Bartimeo que lanza un grito desde su situación de
indigencia y, a pesar de los obstáculos hace oír su petición. En un breve
diálogo con Jesús, Éste lo hace pasar desde la exposición de la necesidad de
que lo angustia (recobrar la vista) hasta la fe que salva : "Tu fe te ha
salvado" (10,52). Este diálogo con Jesús es ciertamente el punto culminante
del proceso que sigue el ciego y que va de la invocación insistente y
confiada al encuentro personal con Jesús en el que recupera la vista y llega
a la fe para terminar siguiendo al maestro en camino hacia Jerusalén.
      Precisamente ese itinerario tan bien trazado por el evangelista ha
llevado a ver a muchos comentaristas un segundo nivel de significado en el
relato.
      En primer término hay que decir que se trata del ultimo milagro operado
por Jesús en favor de una persona y, en cuanto tal, pone el punto final a esa
sección del evangelio de Marcos que se caracteriza por las enseñanzas, los
milagros y los anuncios de la pasión mientras va de camino hacia Jerusalén.
      La enseñanza sobre la fe que se desprende de este episodio deja bien
claro que ésta es la condición esencial para acompañarlo hasta el
cumplimiento de su misión en la tierra. Sólo quien cree en Él y lo confiesa
como Mesías puede compartir su destino. La historia de la fe del ciego hijo
de Timeo, es paradigmática de la experiencia de todo discípulo y remite al
lector del evangelio al comienzo de la predicación de Jesús, cuando decía:
"Convertíos y creed en el evangelio".
      La iniciación bautismal que es todo el evangelio de Marcos encuentra
en este pasaje uno de los ejemplos más característicos. Es también una
indicación de que puede siempre ser leído para volver a la fuente de toda
vida cristiana.

                              "Hijo de David"

      El título de Hijo de David dado a Jesús aparece solamente dos veces en
el evangelio de Marcos: en la invocación del ciego Bartimeo y en su discusión
con los fariseos (12,35-37). A pesar del significado mesiánico que comporta
este título, Jesús no impone silencio al ciego, como había hecho en otras
ocasiones para impedir que se rompiera el llamado secreto mesiánico. Quizá 
porque hacia el final de su vida no se prestaba ya a confusión con un papel
político.
      Meditando el evangelio desde Nazaret podemos detener nos sobre el
significado de ese título, ya que es allí donde tiene su origen y ha servido
para confesar la fe en la realidad mesiánica de Jesús. Dejando de lado los
muchos problemas exegéticos que plantean las genealogías de Jesús que Mateo
y Lucas traen en sus evangelios, podemos decir que su sentido global es
confirmar que en Jesús se ha cumplido de la promesa de Dios de que el Mesías
nacería de la familia de David.
      Para los comentaristas actuales los dos evangelistas ofrecen la
genealogía de Jesús a través de José. Mateo daría una genealogía "natural",
mientras Lucas presentaría su ascendencia "legal". Sea como fuere, lo cierto
es que, al llegar a Jesús, hay un eslabón genealógico y tomando al pie de la
letra lo que escriben los evangelistas, sólo María engendra a Jesús por obra
del Espíritu Santo.
      Por otra parte, el origen davídico de Jesús queda subrayado por el
 ángel en el anuncio a María: "El Señor le dará el trono de David su padre"
(Lc 1,32). Y Jesús nace "en la ciudad de David" (Lc 2,11).
      ¿Qué‚ significado pudo tener el título de Hijo de David en boca del
ciego Bartimeo aplicado a Jesús? Quizá  la explicación de esa asociación del
título de Hijo de David con el poder de curación de Jesús, al que el
evangelista hoy se refiere pueda encontrarse en la frase del viejo Simeón,
cuando, lleno del Espíritu santo, exclamó al ver al niño con María y José‚:
"Ha suscitado una fuerza de salvación en la casa de David su siervo" (Lc
1,69).
      Para el ciego, como para María y José‚ y para los primeros cristianos,
la ascendencia davídica de Jesús no era sólo un hecho biológico o de
parentesco. Confesarlo como Hijo de David era un modo de proclamar su fe en
Él y de ponerse en camino para seguirlo.

Señor Jesús, Hijo de David,
hoy gritamos a ti desde nuestras tinieblas.
Queremos dejar el manto de todo lo que nos estorba
y vencer las resistencias que nos impiden llegar a ti.
Queremos verte y, a través del encuentro contigo,
recibir esa luz nueva y esa fuerza
que nos permita abandonar
el lugar de miseria y marginación
para caminar con alegría y esperanza
con todo los que comparten tu destino
y te aclaman como Hijo de David.

                              Creer y caminar

      Es la misma fe la que lleva al ciego a lanzar su grito hacia el
Salvador que pasa y a ponerse luego en camino tras Él.
      Hoy podemos poner nuestra fe sobre el calco de la de este hombre. Esa
es sin duda también la intención del evangelista al escribir el relato del
milagro de la curación del ciego.
      Como para Bartimeo, muchos son los obstáculos internos y externos,
personales y de ambiente, que se oponen a ese itinerario de la fe que va de
la invocación convencida desde la propia miseria al encuentro personal con
Jesús. Y desde ese encuentro en el que el ansia de la curación material queda
transfigurada en el deseo de esa otra forma de ver que consiste en saber
quién es realmente Jesús y poderlo proclamar con libertad ante los demás.
      Y no es menos importante la segunda parte del itinerario de la fe que
consiste en el seguimiento de Jesús. El joven rico no fue capaz de dar el
paso del seguimiento porque "tenía muchas riquezas". El ciego que recobra la
vista, es, por el contrario, el modelo del discípulo que sigue a Jesús por
el camino. El primer tramo del itinerario de la fe que va desde la propia
situación al encuentro con Jesús los dos lo recorren igualmente, pero luego,
sólo el ciego siguió a Jesús.
      El contraste de los dos personajes es evidente y aleccionador en el
evangelio de Marcos. Para él (y para nosotros), solo quien es capaz de seguir
a Jesús después de haberlo encontrado es el verdadero discípulo. No valen los

caminos de fe que se quedan truncados.
TB.hsf

sábado, 17 de octubre de 2015

Ciclo B - TO - Domingo XXIX

18 de octubre de 2015 - XXIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – Ciclo B

           "El que quiera ser el primero, sea esclavo de todos"

-Is 53,2. 3. 10-11
-Sal 32
-Heb 4,14-16

Marcos 10,35-45

      En aquel tiempo, [se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago
y Juan, y le dijeron:
      Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir.
      Les preguntó:
      ¿Qué‚ queréis que haga por vosotros?
      Contestaron:
      Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu
izquierda.
      Jesús replicó:
      No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de
beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?
      Contestaron:
      Lo somos.
      Jesús les dijo:
      El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el
bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi
izquierda no me toca a mí concederlo; está  ya reservado.
      Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan.
      Jesús, reuniéndolos, les dijo: (en la forma abreviada: reuniendo a los
Doce... )
      Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los
tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros nada de eso: el que quiera
ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo
de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino
para servir y dar su vida en rescate por todos.

Comentario

      La línea principal del mensaje de este domingo parte de Cristo, Hijo
de Dios y sacerdote solidario con nosotros (2a lectura) para subrayar dos
aspectos esenciales del misterio cristiano: el servicio y el rescate que Él
ha pagado por todos. Este modo de actuar de Cristo configura un nuevo tipo
de relaciones dentro de la comunidad de sus discípulos y el modo concreto
de ejercer la autoridad.
      La pregunta de los hijos de Zebedeo revela una vez m s la incomprensión
de los discípulos del camino elegido por Jesús para salvar a los hombres. Él
no rechaza la pregunta, sino que toma pie de ella para dar una explicación
más amplia dirigida a todos sus seguidores.
      En el breve diálogo con Santiago y Juan y a través de dos imágenes
simbólicas bien conocidas den el lenguaje bíblico (el cáliz y el bautismo),
Jesús reafirma el anuncio de su pasión y muerte que había hecho
inmediatamente antes (Mc 10,33-34). Muestra al mismo tiempo que la muerte del
discípulo no puede ser distinta de la del maestro (Jn 13,16). No se trata,
sin embargo de un empeño puramente humano; es algo que el Padre "ha prepara-
do" (10,40).
      Ante la reacción de los otros discípulos, que no eran ajenos al
problema suscitado por los dos Zebedeos, Jesús los convoca a todos, casi como
en una nueva llamada, para dejar bien claro que, frente a lo que sucede en
todos los demás pueblos, en la sociedad que el crea existe un orden diverso.
En ella, quien quiera ser el primero debe hacerse siervo de todos. Es el
"orden" que Él mismo establecerá entregando su vida por todos.
      Esa situación creada por Jesús con la entrega de su vida, es normativa
para la Iglesia en dos sentidos. Primero como exigencia de continuar el mismo
estilo de vida del Maestro, pero también indica que nadie puede sustituirlo
en el primer puesto. Sólo Él, en efecto, con su muerte en la cruz, ha
rescatado a todos.
      Esa relación entre servicio a la comunidad y rescate constituye una de
las primeras confesiones de fe en Jesús como Mesías y hace eco al canto del
siervo de Yavé que la liturgia propone en la 1a lectura.

El primero en Nazaret

      A la luz del evangelio de hoy, no sé si es ocioso plantearse la
pregunta de quién era el primero en Nazaret.
      Desde un cierto punto de vista, es María, la madre, el centro del
hogar. En torno a su fe en la Palabra y a sus cuidados maternos se construyó
la familia de Nazaret.
      Desde otro punto de vista, evidentemente es Jesús el punto focal de
Nazaret. El Hijo de Dios une la familia divina con la familia de Nazaret y
le comunica ese valor único que da sentido a todo lo demás.
      Pero podemos decir también que el primero en Nazaret era José, porque
él, como padre de familia, tenía la autoridad. Una autoridad que en el
contexto del pueblo hebreo era a la vez social y religiosa. Era, por tanto,
la figura y mediación de la voluntad del Padre.
      ¿Quién era el primero en Nazaret? allí se vivió ya ese "orden nuevo"
de la comunidad cristiana que Cristo quiso establecer entre sus seguidores.
      En el contexto del evangelio de Mateo (23,10), las palabras de Jesús
sobre el primer puesto, parecen tener un mayor realismo nazareno, porque
están precedidas por la frase "no os llaméis 'padre' unos a otros en la
tierra", y van seguidas de esta otra expresión: "A quien se encumbra lo
Abajarán".
      Los autores cristianos, expresando una intuición común en la Iglesia,
han asignado los dos puestos reclamados por los Zebedeos a María y José‚. Su
santidad y el ministerio que ejercieron en la encarnación del Verbo los
sitúan en la órbita más cercana a Cristo (en el orden de la unión
hipostática, si se quiere decir con la expresión de Francisco Suárez),
mientras que el ministerio de los apóstoles y sus sucesores es de otro orden.
      Es difícil aventurarse a razonar sobre el puesto de cada uno en la
"gloria", porque se corre el riesgo de hace una proyección de nuestra
categorías humanas. Lo cierto es que la familia de Nazaret, ignorada a los
ojos del mundo, vivió esas dimensiones de la entrega y del servicio, basados
en la fe, que hoy leemos en el evangelio, más allá de cuanto lo pueda hacer
cualquiera otra familia o comunidad. Por eso el hogar de Nazaret, atravesado
por la espada de la cruz, vivió ya la realidad nueva de la redención traída
por Cristo.

Señor Jesús, venido para servir
y dar la vida por todos,
danos a manos llenas tu Espíritu de amor
para saber vivir la primacía del servicio
y de la entrega generosa.
Enséñanos tú a construir la comunidad
cada día entorno a ti.
Te pedimos esa humildad sincera
que sabe poner en el primer puesto
a quien se hace siervo de todos
y sabe ver en quien ejerce la autoridad
un representante tuyo.

Entrega y servicio

      Dos líneas de comportamiento se desprenden del mensaje que nos ofrece
hoy la Palabra de Dios. Una está  representada por "los jefes de los pueblos",
figura de quienes pretenden imponerse por la fuerza y someter a los demás.
Frene a este modelo de vida, está  el que Jesús encarna y ofrece como línea
de conducta a sus seguidores. Es importante la frase que marca el contraste
entre ambos modelos: "No es así entre vosotros" (Mc 10,43).
      La vida del cristiano debe reflejar esa actitud básica del servicio que
tiene como horizonte último el dar la vida por todos.
      El servicio que se encarna en mil detalles de la vida y en las
funciones más o menos importantes que cada uno está  llamado a ejercer en la
comunidad cristiana y en la sociedad debe tener, como para Jesús la
perspectiva última de la entrega generosa de toda la vida. Sólo así podemos
rescatar de la monotonía y de la rutina tantos gestos y sacrificios un día
comenzados con amplios ideales.
      Desde esta perspectiva evangélica, podemos preguntarnos también por las
categorías con que clasificamos a las personas; ¿A quién ponemos nosotros en
los primeros puestos? ¿Quién cuenta más en nuestra estima, quien más y mejor
sirve o tenemos otras categorías que no figuran en el evangelio?
      Quien elige la línea de conducta que Cristo propone sabe de antemano
que poco a poco tendrá  que llegar un día hasta la muerte en la cruz.
TB.hsf


sábado, 10 de octubre de 2015

Ciclo B - TO - Domingo XXVIII

11 de octubre de 2015 - XXVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – Ciclo B

                                 "Sígueme"

Marcos 10,17-30

      En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno
corriendo, se arrodilló y le preguntó:
      ¿Maestro bueno, qué haré‚ para heredar la vida eterna?
      Jesús le contesta:
      ¿Por qué‚ me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios.
      Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no roba-
rás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre.
      Él replicó:
      Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño.
      Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo:
      Una cosa té falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los
pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme.
      A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era
muy rico.
      Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos:
      ¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios!
      Los discípulos se extrañaron de estas palabras. Jesús añadió:
      ¡Hijos, ­qué difícil les es entrar en el Reino de Dios a los que ponen
su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de
una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios.
      Ellos se espantaron y comentaban:
      ¿Entonces, ­quién puede salvarse?
      Jesús se les quedó mirando y les dijo:
      Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo.
      Pedro se puso a decirle:
      Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.
      Jesús dijo:
      Os aseguro, que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o
padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá  ahora, en este
tiempo, cien veces más casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y
tierras, con persecuciones, y en la edad futura la vida eterna.

Comentario

      El mensaje de la Palabra de Dios en este domingo se centra en una
fuerte invitación a esa sabiduría verdadera que consiste en elegir los bienes
auténticos y que tiene como acto culminante la decisión de seguir a Cristo.
      La 1a. lectura nos presenta el gesto de Salomón, prototipo del sabio,
que dejando de lado las riquezas y los honores pide ante todo la sabiduría
y la capacidad de discernimiento para guiar a su pueblo en conformidad con
la voluntad divina. Los versículos que siguen al texto litúrgico muestran
como la elección de la sabiduría no es incompatible con los otros bienes, al
contrario, los atrae todos.
      Se introduce así, de modo espléndido, el episodio evangélico en el que
Jesús, sabiduría absoluta, pone primero al personaje que se le acerca y luego
a sus discípulos en esa coyuntura que lleva a optar por elegirlo a ‚l antes
que a ninguna otra cosa.
      Las palabras de Jesús y su mirada penetrante al rico que pretendía
obtener la vida eterna, muestran la radicalidad del gesto que se pide. No es
suficiente el cumplimiento de la ley en todos sus puntos, es necesaria esa
fe que reconoce en Dios el sumo bien ("Dios ser  tu riqueza") y que como
consecuencia lleva a relativizar todos los demás bienes. A la luz de la
experiencia humana reflejada perfectamente en la comparación que Jesús hace
con el camello y la aguja, los bienes de este mundo tienden a ocupar ese
primer puesto que sólo corresponde a Dios.
      Esa valoración de todos los bienes con respecto al único necesario
debe, sin embargo, concretizarse en un seguimiento de Cristo: "Sígueme". Como para decir que la liberación de las riquezas debe ser permanente y
constantemente motivada por la adhesión a Jesús. La recompensa prometida al seguimiento no puede llevar nunca a instrumentalizar el desprendimiento de
las cosas en función de otros bienes del mismo género.


La sabiduría de Nazaret

      Si nos situamos en Nazaret y desde allí¡ leemos el evangelio de hoy, hay
varios aspectos que cobran un relieve especial.
      En primer lugar está la opción radical por Jesús que hicieron María y
José‚. Nadie mejor que ellos "siguieron" a Jesús y lo pusieron en el centro
de su existencia, dejando todas las cosas para asumir ese camino nuevo que
Dios les indicó: toda su vida fue para Cristo.
      La opción radical que Jesús pide en el evangelio de hoy, va m s allí 
de las solas fuerzas humanas y nos introduce en ese nivel de gracia donde hay que fiarse totalmente de Dios. Su respuesta a la objeción de los discípulos,
"todo es posible para Dios" , nos recuerda la que el  ángel dio a María: "Para
Dios nada hay imposible" (Lc 1,37), que a su vez hace eco a la que Dios dio
a Abraham en Gen 18,14,cuando se le prometió tener un hijo en la vejez.
      La enumeración que Jesús hace de las cosas que hay que dejar para
seguirlo, especifica el "todo" de que Pedro había hablado poco antes. Y en
esa enumeración de Jesús sentimos el gran peso afectivo de los términos que
emplea. Los de mayor relieve son evidentemente de orden familiar. Tenemos de ese modo una valoración de esos vínculos vitales por los que se puede definir
la identidad misma de una persona en su relación con los demás. Jesús dice
que frente al valor de la salvación que ‚l mismo representa y ofrece, todo,
incluso la familia, es menos importante.
      Pero el hecho mismo de que las relaciones familiares hayan servido como
punto extremo de referencia indica la importancia que para ‚él tenían. Además
esos mismos vínculos familiares ser n los que servir n para definir esa nueva
familia a la que se accede mediante la vinculación con Jesús. El mismo fue
el primero que abandonó casa y familia "por el evangelio" y fue así como se
hizo hermano de todos.
      No todos tiene las tantas riquezas que llevaron al hombre del
evangelio de hoy a volverse a casa entristecido, declinando la invitación de
Jesús, pero quizás ese otro capital de los afectos humanos den a muchos la
posibilidad de poner a prueba el radicalismo evangélico que todos estamos
llamados a vivir.

      Padre bueno, danos esa sabiduría de la vida
      que lleva a saber dejarlo todo para seguir a Cristo.
      Tú, tesoro nuestro y familia nuestra,
      vales más que ninguna otra cosa.
      Enséñanos el camino que lleva a esa libertad suprema
      de elegir el sumo bien.
      Danos hoy poder acoger con amor la mirada
      y la invitación de Jesús,
      y caminar tras las huellas de quien,
      rico como era, se desprendió de todo
      para enriquecernos con su pobreza.

La sabiduría de la vida

      Si dejamos que la Palabra, como espada de doble filo, penetre en lo más
¡íntimo de nosotros mismos, tendremos que llegar a esas opciones importantes
que el evangelio nos propone.
      Tanto el sabio y poderoso Salomón como los rudos pescadores de Galilea,
como cualquiera de nosotros, nos vemos abocados a discernir y elegir los
verdaderos valores si queremos "heredar la vida".
      En la perspectiva evangélica, dicha elección no puede hacerse
independientemente de la opción por Cristo; de manera que elegir el bien,
quiere decir seguirlo a Él.
      Ahora bien, a esa opción primera y fundamental debe seguir un estilo
de vida conforme al evangelio. Y es precisamente en lo concreto de la vida
donde se plantea el problema del discernimiento de los verdaderos bienes y
valores.
      La tentación de volver a las seguridades materiales o afectivas que un
día se han dejado, es permanente. La apuesta de la fe se plantea así como
tensión permanente. La constatación de que los otros bienes (las "cien casas
y hermanos y madres... ") están ahí, no rompe el drama del despojo al que
lleva la opción permanente por Jesús.
      Hay una sabiduría de la vida que consiste en dejarse llevar por el
Espíritu Santo de manera permanente. Se alimenta de la oración y de esa
atención permanente a los signos que Dios nos va enviando en nuestra propia
vida y en lo que vemos a nuestro alrededor.

TB.hsf

sábado, 3 de octubre de 2015

Ciclo B - TO - Domingo XXVII

4 de octubre de 2015 - XXVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – Ciclo B

               "Lo que Dios ha unido no lo separe el hombre"

Marcos 10,2-16
      En aquel tiempo, se acercaron unos fariseos y le preguntaron a Jesús
para ponerlo a prueba:
      ¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?
      Él les replicó:
      ¿Qué os ha mandado Moisés?
      Contestaron:
      Moisés permitió divorciarse dándole a la mujer un acta de repudio.
      Jesús les dijo:
      Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio
de la creación Dios los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a
Su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.
De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido que no
lo separe el hombre.
      En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. Él les dijo:
      Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio
contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro,
comete adulterio.
      Le presentaron unos niños para que los tocara, pero los discípulos les
regañaban.
      Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo:
      Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que
son como ellos es el Reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el Reino
de Dios como un niño, no entrará en él.
      Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.

Comentario
      Las lecturas de este domingo tienen como tema central la unión matrimo-
nial. La narración de la creación de la mujer lleva con mano maestra al
lector desde la soledad existencial del primer hombre, al que los animales
no logran hacer verdadera compañía, hasta ese primer canto de amor con el que
Adán saluda a su verdadera compañera, carne de su carne y hueso de sus
huesos.
      La frase conclusiva de la lectura del Génesis, es de corte sapiencial:
"Por eso un hombre abandona padre y madre, se junta a su mujer y hacen una
sola carne". En forma sintética nos revela la vocación fundamental del
hombre. . En última instancia, no es la atracción instintiva lo que lleva a
la unión matrimonial , sino el plan creador de Dios, que ha hecho al ser
humano hombre y mujer, es decir el uno para el otro, a imagen de la propia
naturaleza divina.
      A ese proyecto inicial es al que Jesús se refiere cuando, a instancias
de los fariseos, da su respuesta sobre la delicada cuestión del divorcio.
Evitando enzarzarse en una polémica sobre la interpretación del texto de
Moisés, Jesús va directamente a lo que la unión matrimonial representa como
voluntad de Dios y como vocación del hombre.
      No se trata de sustituir una legislación más o menos primitiva por otra
más o menos rigorista, sino de comprender bien los dos puntos esenciales de
la cuestión: lo que Dios quiere del hombre cuando lo ha creado, es decir, lo
que ha escrito en su corazón al hacerlo hombre y mujer, y la causa que ha
determinado después la alteración de ese plan inicial, es decir, el pecado
del hombre: "por la dureza de vuestro corazón... " (Mc 10,5).
      Como consecuencia de esas dos situaciones, el momento de la creación y
el momento del pecado, hay que situar la 2ª. lectura, que habla de la
redención del hombre. Jesús, en efecto se ha comprometido con su palabra y
con la donación de su vida a devolver al hombre esa condición primera que lo
hace hijo de Dios y abierto a una fraternidad sin límites.

“Hermanos"
      La lectura del evangelio desde Nazaret nos lleva a meditar sobre, a
partir de la 2ª. lectura, sobre la importancia de la encarnación y a situar
ese momento en el plan divino de la salvación.
      Dios hizo al hombre semejante a sí mismo en la creación. En la
encarnación tenemos ese otro momento maravilloso en el que Dios se hace
semejante al hombre. para salvarlo. La carta a los Hebreos explicar esa
lógica sorprendente que tiene como única explicación el amor de Dios:
"Convenía que Dios, fin del universo y creador de todo, proponiéndose
conducir muchos hijos a la gloria... " (2,10).
      Esa solidaridad de Dios con el hombre, que lo lleva a compartir el
mismo linaje humano aparece de modo admirable en Nazaret, donde Cristo se
hace verdaderamente hermano de todos los hombres. "Por esta razón no tiene
Él reparo de llamarlos hermanos" (Heb 2,11). La obra de la redención aparece
así como un gran retorno del Hijo mayor con una multitud de hermanos a la
casa del Padre.
      Ese gran retorno se efectúa en la pascua de Cristo y lleva consigo esa
reconstitución del hombre en su dignidad primera desde donde es posible la
Relación auténtica también con los otros. Un aspecto particular de esa
relación es la que hemos considerado a propósito de la unión matrimonial.
      De esta forma la encarnación es ese momento de alianza, definitiva y
total entre Dios y el hombre, sellada en la carne, que la unión matrimonial
simboliza, cuando es vivida en el sentido primero dado en la creación.
      Nazaret, que representa la duración prolongada y progresiva de la
encarnación, representa ese aspecto definitivo y total que tiene la acción
divina y que aparece tanto en la creación como en la redención del hombre.
      El amor esponsal de María y José, puede ser visto también en esa
perspectiva del hombre nuevo, redimido por Cristo y llevado a su pureza y
plenitud primitivas mediante su muerte en la cruz.

Te bendecimos, Padre,
porque has creado buenas todas las cosas.
Quisiste dar a Adán la alegría
de poder expresar su amor
porque lo habías hecho a tu imagen
y creaste a Eva igual a ‚l
para que pudiera corresponderle.
Te bendecimos, Padre,
porque tu sabes que el amor construye la unidad,
da la armonía interna a cada ser
y lo lleva a realizarse plenamente.
Te bendecimos, Padre,
porque gracias al sacrificio de Jesús,
has derramado en nuestros corazones tu mismo Amor.

Amor
      La página bíblica de hoy ha puesto ante nuestros ojos la belleza del
designio de Dios sobre el hombre. La llamada inicial a la vida y a la
dignidad única que lo coloca sobre los animales y sobre todo lo creado, llega
a la plenitud sólo cuando se realiza en el diálogo y la complementariedad de
los dos sexos.
      Sin esa entrega mutua que lleva a cada uno de ellos a salir no sólo de
la propia familia sino también de sí mismo, para darse al otro, el ser humano
queda truncado y como agostado en su soledad. El hombre y la mujer sólo son
plenamente humanos en el amor.
      La unión conyugal se presenta así como imagen de todo amor personal,
independientemente del modo como se realice. Imagen de todo amor humano que
ha de llevar siempre a la entrega, a la aceptación del otro y a la
construcción de la unidad. Imagen también del amor de Cristo por su Iglesia
(Ef 5) y del encuentro de Dios con el hombre.
      En esa misma línea de pensamiento, la unión de la naturaleza humana y
de la naturaleza divina realizada en Cristo mediante la encarnación, es la
cumbre y la fuente desde donde brota la posibilidad de un nuevo encuentro
(esta vez verdaderamente definitivo e indisoluble) entre el hombre y la
mujer, entre los hombres todos como hermanos, entre el hombre y Dios.

TB.hsf