sábado, 27 de abril de 2019

Ciclo C - II Domingo de Pascua


28 de abril de 2019 - II DOMINGO DE PASCUA - Ciclo C
                          
         "Llegó Jesús, se puso en medio y dijo: paz con vosotros"

      Hechos 5,12-16

      Los Apóstoles hacían muchos signos y prodigios en medio del pueblo.
      Los fieles se reunían de común acuerdo en el pórtico de Salomón; los
demás no se atrevían a juntárseles, aunque la gente se hacía lenguas de
ellos; más aún, crecía el número de los creyentes, hombres y mujeres, que se
adherían al Señor.
      La gente sacaba los enfermos a la calle, y los ponía en catres y cami-
llas, para que al pasar Pedro, su sombra por lo menos cayera sobre alguno.
      Mucha gente de los alrededores acudía a Jerusalén llevando enfermos y
poseídos de espíritu inmundo, y todos se curaban.

      Apocalipsis 1,9-11a.12-13.17-19

      Yo, Juan, vuestro hermano y compañero en la tribulación, en el reino
y en la esperanza en Jesús, estaba desterrado en la isla de Patmos, por haber
predicado la palabra de Dios y haber dado testimonio de Jesús.
      Un domingo caí en ‚éxtasis y oí a mis espaldas una voz potente, como una
trompeta, que decía: Lo que veas escríbelo en un libro, y envíaselo a las
siete iglesias de Asia.
      Me volví a ver quién me hablaba, y al volverme, vi siete lámparas de
oro, y en medio de ellas una figura humana, vestida de larga túnica con un
cinturón de oro a la altura del pecho.
      Al verla, caí a sus pies como muerto.
      El puso la mano sobre mí y me dijo: No temas: Yo soy el primero y el
último, yo soy el que vive.
      Estaba muerto, y ya ves, vivo por los siglos de los siglos; y tengo las
llaves de la Muerte y del Infierno.
      Escribe, pues, lo que veas: lo que está sucediendo y lo que ha de su-
ceder más tarde.

      Juan 20,19-31

      Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los
discípulos en una casa con las puertas cerradas, por miedo a los judíos.
      Y entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
      - Paz a vosotros.
      Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos
se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
      - Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
      Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
      - Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados les
quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos.
      Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando
vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
      - Hemos visto al Señor.
      Pero él contestó:
      - Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en
el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.
      A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con
ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
      - Paz a vosotros.
      Luego dijo a Tomás:
      - Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi
costado; y no seas incrédulo, sino creyente.
      Contestó Tomás:
      - ¡Señor mío y Dios mío!
      Jesús le dijo:
      - ¿Porque me has visto has creído?. Dichosos los que crean sin haber
visto.
      Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús
a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús
es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su
Nombre.

Comentario

      El evangelio de hoy nos presenta a Cristo resucitado en plena cons-
trucción de su Iglesia nacida del sacrificio redentor.
      Presentándose en medio de los discípulos, los saluda con la paz y les
infunde la paz, don de la salvación realizada con su muerte y resurrección
para toda la humanidad. El gesto de mostrar las manos y los pies lleva en
primer lugar a los apóstoles a no confundirlo con un fantasma, pero sobre
todo a identificarlo con el Jesús a quien habían conocido antes de la pasión
y muerte. Esta identificación del resucitado con el crucificado es fun-
damental para la fe de los apóstoles y para la nuestra.
      Una vez más el evangelio subraya el cambio radical de quien empieza a
creer. "Los discípulos se alegraron mucho al ver al Señor". Esta vez el
cambio viene expresado como paso de la tristeza a la alegría, cosa que ya
había sido predicha por Jesús antes de padecer: "Lloraréis y os lamentaréis
vosotros. Mientras el mundo estará alegre: vosotros estaréis tristes, pero
vuestra tristeza acabará en alegría" Jn 16,20. La alegría es, en efecto, un
don típico de la pascua.
      La acción del resucitado, reconocido como Señor, en su Iglesia, con-
centrada entonces en la comunidad de los discípulos, comprende tres aspectos:
la misión, la donación del Espíritu Santo y del poder de perdonar los
pecados.
      - "Como el Padre me ha enviado, os envío yo también". Con estas pala-
bras Jesús confía a la Iglesia que Él ha fundado su misma misión divina:
anunciar a la humanidad el reino de Dios y la salvación. La Iglesia se
convierte así en "sacramento o señal e instrumento de la íntima unión con
Dios y de la unidad de todo el género humano" L.G. 1. Esta confianza que Dios
pone en los hombres al entregarles su plan divino de salvación, es un miste-
rio que a la vez entusiasma y da miedo. La presencia del Cristo resucitado
y la acción del Espíritu Santo son la garantía de que la Iglesia podrá 
cumplir tan sublime misión.
      - "Recibid el Espíritu Santo". "Exaltado así a la diestra de Dios, ha
recibido del Padre el Espíritu Santo que estaba prometido y lo ha derramado"
Hch. 2,23, dirá  S. Pedro después de Pentecostés. Y S. Juan afirma que antes
de la resurrección de Cristo "no había Espíritu por que Jesús no había sido
glorificado" Jn 7,39.
      El Espíritu Santo comunicado por Cristo funda en los discípulos la
realidad de la vida nueva, los lleva al conocimiento de la verdad completa
y a testimoniar con fuerza y confianza que "Jesús es el Señor".
      - "A quienes perdonáis los pecados..." La donación del Espíritu Santo
y la comunicación del poder de perdonar los pecados están en íntima conexión.
Es con el poder del Espíritu como los apóstoles y sus sucesores pueden
liberar, sanar, renovar al hombre caído en pecado; es con el poder del
Espíritu Santo como la Iglesia se renueva en el camino de crecimiento hacia
la plenitud del Reino.
      La segunda parte del evangelio narra la experiencia de fe del apóstol
Tomás. Su camino de fe subraya la identidad personal entre el crucificado y
el resucitado, pone de manifiesto el riesgo que supone la fe y provoca la
bienaventuranza de "los que tienen fe sin haber visto".

                   Precariedad y permanencia de Nazaret

      El evangelio de hoy en su conjunto da una sensación de plenitud, de
vida, de inmensa apertura hacia el futuro. La presencia del Señor resucitado
lo llena todo de luz y de paz. La donación del Espíritu garantiza la fuerza
y la unidad.
      Bajar desde estas alturas a Nazaret puede causar impresión de pobreza,
de limitación, de precariedad. Y sin embargo en Nazaret tenemos ya la fe de
quienes creen sin haber visto, pues en nada aparecería la gloria del Señor
cuando estaba con María y José. Su fe, como la de Abrahán, se apoyaba sólo
en la promesa del Señor: ­"¡Dichosa tú la que has creído! porque lo que te ha
dicho el Señor se cumplirá " Lc 1,45.
      En Nazaret fue recibido el Espíritu Santo con mayor fuerza y plenitud
que en ningún otro sitio: "El Espíritu Santo bajará sobre ti y la fuerza del
Altísimo te cubrirá con su sombra! Lc 1,35. Y su acción transformó por
completo la vida de María y de José.
      En Nazaret se comenzó a experimentar lo que significa vivir con Jesús
como centro de la familia, de la comunidad. Allí los "discípulos" María y
José empezaron a "ver" al Señor.
      Y sin embargo estas grandes realidades estaban ocultas, no aparecían,
se vivían sin el brillo pascual. Pero la muerte y la resurrección de Cristo
han rescatado para siempre el sentido de los años de Nazaret. Lo que en
Nazaret aparecía incipiente y germinal, se ha revelado, a la luz de la
Pascua, permanente y definitivo.

                                   Ahora

      La ascensión de Cristo a los cielos nos obliga a bajar al Nazaret de
ahora donde es más real que nunca la bienaventuranza de "los que creen sin
haber visto".
      La situación es diferente, pero la oscuridad de la fe que se vivió en
Nazaret nos ayuda a vivir la oscuridad y misterio de reconocer a Cristo en
la humildad del pan, en el hermano que está a nuestro lado, en los pobres,
en la Palabra, en quien tiene las manos, los pies o el costado llagados.
      La apuesta que supuso la fe de María y de José en el Cristo aún no
resucitado estimulan nuestra fe en el Cristo que aún no vemos glorioso y nos
ayuda en el camino que lleva hacia Él.

TEODORO BERZAL hsf


sábado, 13 de abril de 2019

Ciclo C - Domingo de Ramos


14 de abril de 2019 - DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR – Ciclo C

                                "Jesús Nazareno, Rey de los Judíos"

      Isaías 5,4-7

      Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido
una palabra de aliento.
      Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados.
      El Señor Dios me ha abierto el oído; y yo no me he rebelado ni me
he echado atrás.
      Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban
mi barba.
      No oculté el rostro a insultos y salivazos.
      Mi Señor me ayudaba, por eso no quedaba confundido; por eso endurecí el
rostro como pedernal, y sé que no quedaré avergonzado.

      Filipenses 2,6-11

      Cristo, a pesar de su condición divina no hizo alarde de su categoría
de Dios; al contrario se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.
      Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse
incluso a la muerte, y una muerte de cruz.
      Por eso Dios lo levantó sobre todo, y le concedió el "Nombre -sobre-
todo-nombre"; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble -en el
Cielo, en la Tierra, en el Abismo-, y toda lengua proclame: "¡Jesucristo es
Señor!" para gloria de Dios Padre.

      Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas, 22,14-23,56.

Comentario

      Todo el Evangelio de Lucas está transido de la tensión de Jesús, que
con mirada fija en la meta avanza hacia Jerusalén.
      La procesión de los ramos, imagen de la Iglesia que marcha y que aclama
a su Señor, está animada por este dinamismo de caminar hacia Jerusalén. "Y,
dicho esto, Jesús echó a andar delante de ellos, subiendo hacia Jerusalén"
Lc 9,20.
      Jerusalén es el lugar destinado por el Padre para que Jesús cumpla
definitivamente su misión de revelar el amor de Dios y de redimir al hombre.
En Jerusalén Jesús realiza plenamente el evangelio (buena noticia) del don
misericordioso de Dios al hombre. Y de Jerusalén saldrá la Palabra de Dios
para extenderse por todo el mundo, como el mismo Lucas narra en los Hechos
de los Apóstoles.
      La narración de la pasión nos coloca delante del momento supremo del
misterio de Cristo, que sella toda su trayectoria humana y lo abre a la
resurrección. La figura del Maestro aparece en su plenitud. Llama al
discípulo a seguirlo por el camino de la cruz, de la conversión, del perdón
y de la total confianza en el Padre.
      Al oír el relato de la pasión cada uno de nosotros es interpelado y se
ve obligado a tomar una postura ante el Señor que camina hacia el Calvario
con Simón cireneo, con las mujeres de Jerusalén, con los jefes del pueblo,
con los soldados o con uno de los dos ladrones. La narración se abre con la
institución de la Eucaristía y, en sintonía con el Jesús que entrega su
cuerpo y su sangre por nosotros, los discípulos son invitados a "hacer lo
mismo" en memoria suya.
      El anuncio de la traición de Judas y de la negación de Pedro preparan
la hora del combate supremo de Jesús que comienza en el jardín de los olivos,
se continúa ante el Sanedrín, ante Pilato y ante Herodes y culmina en la
cruz. La narración litúrgica nos deja en compañía de José‚ de Arimetea y las
piadosas mujeres que habían seguido a Jesús desde la Galilea.
      El evangelista presenta la pasión y muerte de Jesús como cumplimiento
de la voluntad de Dios y como entrega libre por parte de Jesús, pero también
como un hecho histórico resultado de la postura de Jesús ante las autoridades
religiosas y civiles, de las maquinaciones de los miembros del Sanedrín, de
la traición de Judas. Llegamos a penetrar en el misterio sólo si a través de
las causas humanas que llevaron a tan trágico desenlace, descubrimos con la
fe la trascendencia del gesto de Jesús que se entrega por nuestros pecados
y si aprendemos a llevar con Él y como Él nuestra cruz de cada día.
      Ante Cristo que muere en la cruz, sobran todas las palabras, porque en
ninguna de ellas cabe todo el significado de lo que allí se vivió. Es mejor
ponerse de rodillas, contemplar en silencio hasta dejarse traspasar por el
misterio y adentrarse en lo que Jesús experimentó hasta que el Espíritu Santo
nos lleve a "tener la misma actitud del Mesías Jesús" Fil 2,5.

                                El Nazareno

      El calificativo que sirvió a Pilato para identificar al condenado a
muerte aquel día y que mandó clavar en su cruz nos da pie para volver al
tiempo que hizo posible llamarlo así. En efecto, Jesús, colgado de la cruz
es "el nazareno".
      Como ha escrito un autor, Belén es la patria teológica de Jesús, Na-
zaret es la patria histórica y geográfica. En Belén nació "para que se cum-
pliera lo anunciado por los profetas" Mt 2,6. Nazaret, pueblo ignorado por
el Antiguo Testamento, es el lugar donde se crió, donde se fue gestando con
su denominación de "Nazareno" el misterio que hizo posible que se lo
llamaran así en el momento de su entrega suprema en la cruz.
      Sólo después de la resurrección puede darse una interpretación exacta
de lo que significó la muerte de Jesús en la cruz. El mismo Jesús resucitado
se esforzó por hacérselo comprender a los dos de Emaús: "¡Qué torpes sois y
qué lentos para creer lo que anunciaron los profetas!”, ¨¿No tenía el Mesías que
padecer todo eso para entrar en su gloria?" Lc 24,25-26. Y sólo desde esa
misma perspectiva puede entenderse la luz que el misterio de la cruz arroja
sobre Nazaret.
      El Jesús que un día sería crucificado vive en la humildad de Nazaret.
Aunque los evangelios con su silencio sobre los años de Nazaret nos lleven
instintivamente a dar un salto en el vacío y ver de pronto al Jesús adulto
que anuncia la llegada del reino, la realidad no pudo ser así: la vida avanza
poco a poco.
      Los planteamientos que llevaron a Jesús al sacrificio de la cruz no
pudieron improvisarse. Los evangelios, escritos desde una comunidad que cree
en Jesús resucitado y que ha encontrado ya una explicación a su muerte
redentora, dan algunos detalles sobre los primeros años de la vida de Jesús
que conectan directamente con el misterio de la cruz y ayudan a entenderlos
en todo su profundo significado.
      "Este está puesto para que todos en Israel caigan o se levanten. Ser 
una bandera discutida, mientras que a ti una espada te traspasará el corazón,
así quedará patente lo que todos piensan" Lc 2,35. "Levántate, toma al niño
y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta nuevo aviso, porque Herodes
va a buscar el niño para matarlo" Mt 2,13. "Levántate, toma el niño y a su
Madre y vuelve a Israel; ya han muerto lo que intentaban acabar con el
niño... Fue a establecerse en un pueblo que llaman Nazaret" Mt 2,23 "Mira con
qué angustia te buscábamos tu padre y yo" Lc 2,48.
      La persecución interesada de los poderosos, la no aceptación por parte
de los suyos, su condición de profeta discutido, su total sumisión a la
voluntad del Padre, su misteriosa vinculación con Jerusalén y su templo, su
condición de Mesías libertador del pueblo, son otros tantos aspectos ya pre-
sentes germinalmente en el comienzo de su vida y con el tiempo se con-
vertirían en la trama misma de su muerte en cruz.

                               Nuestra cruz

      No se puede ser cristiano en plenitud sin asimilar en nuestra vida la
dimensión de dolor, de fracaso, de soledad, de muerte que todo vivir lleva
consigo. Cristiano es sólo quien vive, como el Nazareno, en actitud de entre-
ga permanente de la vida en favor de los demás.
      ¿Cómo vivir hoy el misterio de la cruz en una comunidad que se inspira
en Nazaret para trazar su estilo de vida?.

      Vive el misterio de la cruz:

      - La comunidad donde es posible el perdón: reconciliación con Dios y
      perdón mutuo entre los hermanos.
      - La comunidad donde se asume el mal, el pecado, lo negativo, donde se
      cuenta con ello.
      - La comunidad atenta a la debilidad y limitación de sus miembros.
      - La comunidad que se sabe y se acepta pecadora, no sólo en sus miem-
      bros tomados individualmente sino ella misma en su conjunto.
      - La comunidad que acepta la enfermedad, el fracaso, el desengaño de
      alguno de sus miembros y sabe integrarlo en su vida. 
      - La comunidad que se siente débil y a veces impotente ante la obra
      apostólica que tiene confiada
      - La comunidad donde cada miembro está dispuesto a sacrificarse por los
      demás, a dar su tiempo, sus cualidades, su vida misma.
      - La comunidad donde se vive el radicalismo evangélico con serenidad
      y gozo.
      - La comunidad que se siente fracasada en su anhelo de construir la
      fraternidad y no pierde aún la esperanza de conseguirlo.
      - La comunidad que se siente acosada por un ambiente hostil y lucha por
      mantener su identidad y por ser luz y fermento en la masa. 
      - Una comunidad así está compartiendo con Jesús el misterio de su
      muerte redentora.
     
      Una comunidad así está reproduciendo el ideal de Nazaret, donde tampoco
todo fue fácil, donde hubo sufrimiento y angustia, huida del perseguido,
obediencia y pobreza, aceptación del dolor y de la muerte, trabajo y donación
total al otro. El misterio de la cruz, visto desde Nazaret, nos enseña hoy
a vivir como hermanos.

TEODORO BERZAL hsf


sábado, 6 de abril de 2019

Ciclo C - Cuaresma - Domingo V


6 de abril de 2019 – V DOMINGO DE CUARESMA – Ciclo C

                      "Tampoco yo te condeno"
   
Isaías 43,16-21

      Así dice el Señor que abrió camino en el mar y senda en las aguas
impetuosas; que sacó a batalla carros y caballos, tropa con sus valientes:
caían para no levantarse, se apagaron como mecha que se extingue.
      No recordéis lo antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo
algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?
      Abriré un camino por el desierto, ríos en el yermo, me glorificarán las
bestias del campo, chacales y avestruces, porque ofreceré agua en el desier-
to, ríos en el yermo, para apagar la sed de mi pueblo, de mi escogido, el
pueblo que yo formé, para que proclamara mi alabanza.

Filipenses 3,8-14

      Todo lo estimo pérdida, comparando con la excelencia del conocimiento
de Cristo Jesús, mi Señor.
      Por Él lo perdí todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo
y existir en Él, no con una justicia mía -la de la ley-, sino con la que
viene de la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios y se apoya en la fe.
      Para conocerlo a Él, y la fuerza de su resurrección, y la comunión con
sus padecimientos, muriendo su misma muerte, para llegar un día a la
resurrección de entre los muertos.
      No es que ya haya conseguido el premio, o que ya esté en la meta: yo
sigo corriendo.
      Y aunque poseo el premio, porque Cristo Jesús me lo ha entregado,
hermanos, yo, a mi mismo me considero como si aún no hubiera conseguido el
premio.
      Sólo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome
hacia lo que está delante, corro hacia la meta, para ganar el premio, al que
Dios desde arriba llama en Cristo Jesús.

Juan 8,1-11

      En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer
se presentó de nuevo en el templo y todo el pueblo acudía a Él, y, sen-
tándose, les enseñaba.
      Los letrados y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adul-
terio, y, colocándola en medio, dijeron:
      - Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La
ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras: tú ¿qué dices?.
      Le preguntaron esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús,
inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
      Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:
      - El que está sin pecado, que le tire la primera piedra.
      E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.
      Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los
más viejos, hasta el último.
      Y quedó solo Jesús, y la mujer en medio, de pie.
      Jesús se incorporó y preguntó:
      - Mujer, ¿dónde están tus acusadores?, ¿ninguno te ha condenado?.
      Ella contestó:
      - Ninguno, Señor.
      Jesús dijo:
      - Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.

Comentario

      En el itinerario espiritual de la cuaresma llegamos hoy al momento en
que surge la vida nueva.
      Leyendo el Evangelio de S. Juan que hoy nos propone la Iglesia podría-
mos pensar que lo importante está en el hecho de que Jesús salga airoso de
la prueba a que es sometido por parte de los letrados y fariseos. Sin em-
bargo, pronto se advierte que el núcleo del pasaje está en la segunda parte,
en el momento en que, puesto de manifiesto el torcido proceder de los
acusadores, Jesús queda solo con la mujer adúltera y con el perdón la invita
a renacer a una vida nueva.
      Jesús sabe cómo es el corazón del hombre. "No necesitaba informes de
nadie, Él conocía al hombre por dentro" Jn 2,25. Por eso pudo poner de mani-
fiesto lo que se escondía en el interior de quienes querían ponerle dificul-
tad acudiendo al gesto profético de escribir en el suelo y realizando así las
palabras de Jeremías: "los que te abandonan fracasan, los que se apartan
serán escritos en el polvo porque abandonaron al Señor, manantial de agua
viva" Jer 17,13.
      El lector, el oyente de la palabra, se ve así llevado, como en tantas
otras ocasiones, a una alternativa. O alejarse de Jesús llevándose consigo
el propio pecado o quedarse ante Él sin ninguna máscara, reconociendo
sencillamente que uno necesita ser perdonado.
      Jesús aparece aquí como el perdonador, el que se pone de la parte de
los que no acusan y condenan. "Pues yo tampoco te condeno". No hace pesar el
pecado sobre quien lo reconoce. Jesús encarna así el gesto benevolente de
Dios, Él es el evangelio de la misericordia.
      De los escombros de su pecado, ante la misericordiosa mirada de Jesús,
la mujer renace para una existencia nueva, para una vida no de inocente, sino
de perdonada.
      Las últimas palabras de Jesús representan la esperanza de una recu-
peración, de un renacimiento, de la posibilidad de iniciar una vida distinta:
la posibilidad de una conversión. Esas palabras son el eco de aquellas otras
de Isaías: "Mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando ¿no lo notáis?"
Is 43,19.

La novedad de Nazaret

      En Nazaret comenzó a apuntar la vida nueva traída por Cristo. Los
efectos de la redención empezaron a manifestarse en María desde el primer mo-
mento de su concepción.
      La realidad de la vida nueva, de la vida en amistad plena con Dios tuvo
en la familia de Nazaret su más plena expresión. En Nazaret se comenzó a
vivir la novedad del Reino de Dios antes de que Jesús comenzara a anunciarla.
Allí crecía en secreto el misterio que estaba por manisfestarse y no sólo en
lo íntimo del corazón sino en la organización de un grupo.
      La fe, la sencillez de la vida en común, la efusión del Espíritu Santo
que mueve a las personas, la alegría, la virginidad de María y José‚ son
realidades todas que pertenecen de lleno al tiempo de la nueva alianza. Jesús
dirá durante su ministerio público: "Hay eunucos que salieron así del vientre
de su madre, a otros los hicieron los hombres y hay quienes se hicieron
eunucos por el reinado de Dios" Mt 19,12. María y José‚ empezaron ya, bajo la
acción del Espíritu Santo, a vivir la virginidad por el reino.
      Y la virginidad por el reino no es más que un aspecto de otra realidad
más profunda: por el reino de Dios hay que estar dispuesto a dejarlo todo,
porque Dios es el único absoluto. quien lo puede entender, ha descubierto un
verdadero tesoro y no le da pena dejarlo todo para poseerlo.
      Esa forma de vivir que pone a Dios como absoluto de la vida y se
orienta hacia donde Él indica, es el estilo propio de Nazaret.
      Jesús estaba creando en Nazaret con su sola presencia, con sólo vivir,
el nuevo modo de estar en el mundo, de relacionarse con Dios, de amar a los
hombres, de trabajar, de sufrir. El era también allí "el camino, la verdad
y la vida". Como "al principio" también en Nazaret estaba la Palabra, y la
Palabra "contenía vida y esa era la luz de los hombres" Jn 1,4

Caminar en novedad de vida

      "Los que creen en Cristo, renacidos de germen no corruptible, por la
palabra de Dios vivo (IPe 1,23), no de la carne, sino del agua y del Espíritu
Santo (Jn 3,5-6), son hechos por fin "linaje escogido, sacerdocio real, na-
ción santa, pueblo de adquisición..., que en un tiempo no era pueblo y ahora
es pueblo de Dios" (IPe 2,9-10)" L.G.9.
      La raíz de la nueva vida está en la acción de Dios que, cumpliendo la
palabra del profeta, quita de nosotros el corazón de piedra y pone en su
lugar un corazón de carne. Esa es la renovación fundamental, fuente de todas
las otras. El don de un corazón puro y dócil, que sustituye al corazón
malvado y endurecido, equivale a una nueva creación por parte de Dios. Es la
creación de la humanidad nueva. Es la instauración del nuevo Israel.
      A la acción transformadora por parte de Dios, mediante la donación del
Espíritu Santo en el interior del hombre, debe corresponder un nuevo modo de
vivir. Por eso S. Pablo exhortará a los creyentes: "Si habéis resucitado con
el Mesías, buscad lo de arriba, donde el Mesías está sentado a la derecha de
Dios" Col 3,1.
      "Tened esto presente: el hombre que éramos antes fue crucificado con
Él para que se destruyese el hombre pecador y así no somos más esclavos del
pecado, porque cuando uno muere, el pecado pierde todo derecho sobre Él" Rm
6,6-7.
      La realidad de la vida nueva en la que nos invita a pensar el evangelio
de hoy y que fue ya vivida maravillosamente en Nazaret, brota en cada uno de
nosotros en el acto de gracia y de perdón que Dios nos ofrece.
      Como para la mujer adúltera del evangelio de hoy, de los escombros de
nuestros pecados, al entrar en contacto con Jesús, nace en nosotros "una
criatura nueva".

TEODORO BERZAL hsf