sábado, 28 de mayo de 2022

Ciclo C - Ascensión del Señor

 29 de mayo de 2022 - SOLEMNIDAD DE LA ASCENSION DEL SEÑOR – Ciclo C

 

                                 "Se separa de ellos y se lo llevaron al cielo"

 

      Hechos 1,1-11

 

      En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue

haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles,

que había escogido, movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo. Se les

presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo

y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios.

      Una vez que comían juntos les recomendó: No os alejéis de Jerusalén;

aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado.

Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con

Espíritu Santo.

      Ellos lo rodearon preguntándole: Señor, ¿es ahora cuando vas a restau-

rar la soberanía de Israel?

      Jesús contestó: No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas

que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo

descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en

Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines del mundo.   

      Dicho esto, lo vieron levantarse hasta que una nube se lo quitó de la

vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndole irse, se les presentaron dos

hombres vestidos de blanco, que les dijeron: Galileos, ¿qué hacéis ahí

plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al

cielo, volverá como le habéis visto marcharse.

 

      Efesios 1,17-23

 

      Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé

el espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de

vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama,

cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos y cuál la

extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la

eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de

entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo

principado, potestad, fuerza y dominación y por encima de todo nombre

conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro.

      Y todo lo puso bajo sus pies y lo dio a la Iglesia, como Cabeza, sobre

todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos.

 

      Lucas 24,46-53

 

      En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

      - Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los

muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón

de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.

      - Y vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha

prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza

de lo alto.

      Después los sacó hacia Betania, y levantando las manos, los bendijo.

      Y mientras los bendecía se separa de ellos (subiendo hacia el cielo).

      Ellos se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban en el templo

bendiciendo a Dios.

 

Comentario

 

      La ascensión del Señor es el coronamiento de su misterio pascual. "Pa-

deció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, murió y fue sepultado,

descendió a los infiernos, subió a los cielos y está sentado a la derecha del

padre". Con la ascensión el Señor, que fue humillado, es glorificado.

      Para Jesús no se trata de volver a la misma situación en la que se

encontraba antes de la encarnación. Con su venida a la tierra algo cambió

radicalmente en la historia del hombre y también en la historia de Dios.

      La alegría de los discípulos de que habla Lucas después de decir que

Jesús subió a los cielos, se explica porque fue entonces, después de la

resurrección, cuando los apóstoles empezaron a entender de qué se trataba.

Cristo resucitado "les abrió el entendimiento para que comprendieran las

escrituras" (Lc 24,25) y así empezaron a entender no sólo la ilazón entre los

últimos acontecimientos de su vida en la tierra sino, sobre todo, la conse-

cuencia que de ellos se deriva: "En su nombre se predicar el arrepentimiento

y el perdón de los pecados". Las palabras del resucitado les han hecho caer

en la cuenta de que una era nueva ha comenzado: la era de la predicación y

del testimonio. Y en esta nueva fase de la historia de la salvación ellos

tendrán un papel importantísimo cuando reciban lo que el Padre tiene prome-

tido, es decir, el bautismo en el Espíritu Santo, porque, como decía Juan

Bautista, "Yo os he bautizado con agua, Él os bautizará con Espíritu Santo"

Mc 1,8.

      Los discípulos "se volvieron a Jerusalén llenos de alegría". Lo que

habían recibido y lo que esperaban recibir era mucho más grande que la in-

mensa tarea que les esperaba. Cuando se sabe quién es Jesús, contárselo a

todos no es un peso, sino una inmensa alegría. "Después de hablarles el Señor

Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a

predicar el mensaje por todo las partes y el Señor cooperaba confirmándolo

con las señales que los acompañaban" Mc 16,20.

 

                              Bajó a Nazaret

 

      El Cristo glorioso que sube a los cielos y que los apóstoles de todos

los tiempos proclamarán es el mismo Jesús que "bajó a Nazaret" Lc 2,51.

      Al hacerse hombre, el Hijo de Dios "descendió" y "tomó la condición de

esclavo, haciéndose uno de tantos" Fil 2,7.

      La bajada a Nazaret es un paso más en el camino de descenso y de en-

carnación del Hijo de Dios. Allí vivió "bajo su autoridad" (de María y de

José) preparando de algún modo el paso supremo de la muerte en cruz. "Hijo

y todo como era, sufriendo aprendió a obedecer y, así consumado, se convirtió

en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen" Heb 5,8-9.

"Tenia que parecerse en todo a sus hermanos para ser sumo sacerdote compasivo

y fidedigno en lo que toca a Dios y expiar los pecados del pueblo" Heb 2,17.

      Jesús recorrió un largo camino que lo llevó desde el abajamiento de la

encarnación, a la humildad del nacimiento, a la sencillez y anonimato de

Nazaret hasta "la muerte y muerte de cruz". Por eso Dios lo encumbró sobre

todo" Fil 2,8-9.

      Visto desde Nazaret, el triunfo de la ascensión aparece como la vic-

toria de una apuesta: la victoria de Jesús que opta por entregarse totalmente

al hombre, que acepta la humillación y la muerte con tal de que los hombres

tengan vida y vida abundante. "Así tenía que ser nuestro sumo sacerdote" Heb

7,26.

      Desde Nazaret, la ascensión aparece como el coronamiento del misterio

pascual. Es la etapa final del Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, muerto

por nosotros, vencedor de la muerte y del pecado, resucitado de entre los

muertos por el poder del Padre. La ascensión marca el retorno de Jesús junto

al Padre, pero el Jesús que ahora vuelve al seno del Padre es el Jesús

cargado con nuestra experiencia humana con un cuerpo como el nuestro, con una

cultura y una patria, con el polvo en los pies de todos los caminos de la

tierra de Israel, con la amarga experiencia de la cruz.

 

                                En el cielo

 

      Entrando Jesús en el cielo, algo nuestro entró también con Él. Algo de

Nazaret ha entrado en el cielo. "subió a los cielos llevando cautivos, dio

dones a los hombres (Sal 67,19). Ese "subió" supone necesariamente que había

bajado antes a lo profundo de la tierra, y que fue el mismo que bajó quien

subió por encima de los cielos para llenar el universo" Ef 4,8-10.

      En la historia de la salvación sabemos que es una constante la verdad

proclamada por María en su canto: "Derriba del trono a los poderosos y exalta

a los humildes" Lc 1,52. María y José no se limitaron a estar con Jesús en

Nazaret. Se pusieron en la dinámica de fe y de amor que lleva al servicio,

a la entrega de la vida, al trabajo por los demás. Por esto también a ellos

Dios los exaltó. Desde el día de la ascensión empezó a formarse la Sagrada

Familia del cielo.

      La ascensión de Jesús, conmemorada hoy en la Iglesia, es una fuerte

llamada a la esperanza para quien quiere vivir como en Nazaret.

      El creyente que vive en Nazaret sabe que está en una dinámica de amor

y de gracia que lo llevará, si él no la rompe a ser un día parte de la

familia de los hijos de Dios en el cielo.

 

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sábado, 21 de mayo de 2022

Ciclo C - Pascua - Domingo VI

 22 de mayo de 2022 - VI DOMINGO DE PASCUACiclo C

 

                              "Y viviremos con él"

 

      Hechos 15,1-2.22-29

 

      En aquellos días, unos que bajaban de Judea se pusieron a enseñar a los

hermanos que, si no se circuncidaban como manda la ley de Moisés, no podían

salvarse. Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y

Bernabé; y se decidió que Pablo, Bernabé‚ y algunos más subieran a Jerusalén

a consultar a los Apóstoles y presbíteros sobre la controversia.

      Los Apóstoles y los presbíteros con toda la iglesia acordaron entonces

elegir algunos de ellos y mandarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Eligie-

ron a Judas Barsabás y Silas, miembros eminentes de la comunidad, y les

entregaron esta carta: "Los Apóstoles, los presbíteros y los hermanos saludan

a los hermanos de Antioquía, Siria y Cilicia convertidos del paganismo.

      Nos hemos enterado de que algunos de aquí, sin encargo nuestro, os han

alarmado e inquietado con sus palabras. Hemos decidido por unanimidad elegir

algunos y enviároslos con nuestros queridos Bernabé y Pablo, que han dedicado

su vida a la causa de nuestro Señor. En vista de esto mandamos a Silas y a

Judas, que os referirán lo que sigue: Hemos decidido, el Espíritu Santo y

nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables: que no os

contaminéis con la idolatría, que no comáis sangre ni animales estrangulados

y que os abstengáis de fornicación.

      Haréis bien en apartaros de todo esto. Salud".

 

      Apocalipsis 21,10-14.22-23

 

      El ángel me transportó en espíritu a un monte altísimo y me enseñó la

ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, enviada por Dios trayendo la

gloria de Dios.

      Brillaba como una piedra preciosa, como jaspe traslúcido.

      Tenía una muralla grande y alta y doce puertas custodiadas por doce

 ángeles, con doce nombres grabados: los nombres de las tribus de Israel.

      A oriente tres puertas, al norte tres puertas, al sur tres puertas, y

a occidente tres puertas.

      El muro tenía doce cimientos que llevaban doce nombres: los nombres de

los Apóstoles del Cordero.

      Templo no vi ninguno, porque es su templo el Señor Dios Todopoderoso

y el Cordero.

      La ciudad no necesita ni luna que la alumbre, porque la gloria de Dios

la ilumina y su lámpara es el Cordero.

 

      Juan 14,23-29

 

      En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

      - El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos

a él y haremos morada en él.

      El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis

oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.

      Os he hablado ahora que estoy a vuestro lado, pero el Paráclito, el

Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe

todo y os vaya recordando todo lo que he dicho.

      La Paz os dejo, mi Paz os doy: No os la doy como la da el mundo. Que

no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: "Me voy y

vuelvo a vuestro lado." Si me amarais os alegraríais de que yo vaya al Padre,

porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda,

para que cuando suceda, sigáis creyendo.

 

Comentario

 

      El domingo pasado hemos meditado que cumplir el mandamiento del amor

es posible porque el mismo Cristo, que nos manda amar como Él amó, está pre-

sente en nosotros mediante su Espíritu. Hoy el evangelio nos invita a

contemplar la presencia de las divinas personas en quien acoge el mensaje de

Jesús iniciando con Él una relación íntima y personal, como decía el evange-

lio del buen pastor.

      El Dios que ya desde el principio se había acercado al hombre y con él

"paseaba por el jardín" (Gn 3,8), el Dios que quiso ser huésped de Abrahán

(Gn 18) e hizo alianza con él, el Dios que quiso habitar en medio de su

pueblo (Ex 29,45) y tener morada en Jerusalén (IRe 8,27), "cuando llegó la

plenitud de los tiempos", "acampó entre nosotros" Jn 1,14.

      El texto que leemos hoy muestra cómo, a partir de Jesús, la presencia

de Dios no está ligada a tiempos o lugares, sino a la actitud profunda de la

persona frente a Él. "Si uno me ama hará caso de mi mensaje, mi Padre lo

amará y los dos vendremos con él y viviremos con él". Se trata de una

presencia profundísima y personal. Dios habita (vive con) quien acepta a

Jesús y su mensaje. Es una presencia de comunión que introduce al creyente

en el círculo del amor del Padre y del amor del Padre y del Hijo mediante la

acción del Espíritu Santo. De esta forma la persona se convierte en la casa

de Dios, su templo vivo. "¿Habéis olvidado que sois templo de Dios y que el

Espíritu de Dios habita en vosotros?" ICo 3,16.

      Juan subraya la fusión reveladora del Espíritu Santo. Las palabras

dichas por Jesús deben ser acogidas, asimiladas, incorporadas a nuestro

vivir. El Espíritu Santo es quien nos enseña en cada momento a vivir como

cristianos, a descubrir la profundidad de nuestra existencia, a actuar en

conformidad con lo que llevamos dentro desde el día del bautismo. "Os lo

enseñará todo". El es quien nos enseña ese modo nuevo de vivir caracterizado

por la presencia de Jesús en nosotros. Porque si Jesús se va, se aleja con

su muerte es para ir al Padre y estar de nuevo con Él presente en quien cree.

      Este nuevo modo de vivir viendo a Jesús allí donde el mundo no lo ve

("el mundo no me verá, mas vosotros sí me veréis" Jn 14,19), da la paz. Una

paz que Jesús da y que el mundo no puede dar.     

 

                           Presencia en Nazaret

 

      La voluntad de acercamiento de Dios al hombre llegó a su culmen cuando

"la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros" Jn 1,14. En Nazaret el

Dios hecho hombre vivió entre los hombres, estuvo cercano a los hombres,

compartió su vida, su trabajo, sus inquietudes.

      El Jesús que anunció en el evangelio su presencia con el Padre y el

Espíritu Santo en quien lo acoge, lo anunció también con su vida en Nazaret

al hacerse presente y cercano a cada hombre, al hacerse Él mismo hombre, en

el seno de María.

      María y José son quienes vivieron más prolongadamente y con más in-

tensidad la presencia de Dios hecho hombre en su casa.

      El salto de Dios hacia el interior de cada hombre pasó por la expe-

riencia de Nazaret. Y esto no porque Nazaret sea una zona intermedia, como

si Dios necesitara acostumbrarse a lo humano, sino porque en Nazaret Jesús

no sólo fue acogido en la casa, en el ambiente, en su manera de ser, lo fue

también en el fondo del alma, ¡y de qué modo!, por la fe.

      Cuando Jesús anuncia su presencia en las personas que acogerán su men-

saje, pensaría en primer lugar en su Madre María que ya desde el principio

no sólo había formado su cuerpo sino que lo había acogido en la fe.

 

      Una vez más podemos decir que lo que se vivió en Nazaret es a la vez

la primera realidad y anuncio y figura de lo que se vivirá en la Iglesia.

 

                              Nazaret soy yo

 

      El Espíritu Santo enseña todo en el tiempo de la Iglesia y va recor-

dando a los cristianos lo que Jesús dijo. Descubre a través del tiempo y en

cada época la plenitud del evangelio.

      En todos los momentos de la historia de la Iglesia ha habido quienes

se han sentido movidos por el Espíritu Santo para vivir el evangelio de

Nazaret: la pobreza, el silencio, la vida de familia que allí llevó el Hijo

de Dios con María y José.

      Vivir en Nazaret es un modo de vivir cristiano como tantos otros. Cada

palabra del evangelio tiene allí un sabor especial. La que hoy promete la

presencia de las divinas personas en quien ama a Jesús y acepta su mensaje,

tiene una honda resonancia nazarena porque, como hemos visto, es cierto que

Jesús vivió en Nazaret, pero estuvo sobre todo presente en las personas que

allí lo acompañaron.

      Poniendo en primer plano las personas, se comprende fácilmente que lo

importante no es ya, a partir de la resurrección de Cristo, éste o el otro

lugar, sino la actitud que se adopta ante su persona y su mensaje. Además el

Nazaret de la tierra de Israel, sin templo, sin rey, sin historia, es la

confirmación más clara de cuán poco importan los sitios.

 

            Decid, si preguntan dónde

            que Dios está, sin mortaja

            en donde un hombre trabaja

            y un corazón le responde. (Himno de sexta).

 

      Recrear el misterio de Nazaret se puede en cualquier parte del mundo.

La condición primera es que el Espíritu Santo haya actuado de tal modo en el

corazón de una persona o de un grupo de personas que el Padre y el Hijo hayan

venido a vivir con él.

      Nazaret nos hace intuir lo que puede significar ese vivir Dios con

nosotros, de manera íntima y prolongada, hasta dónde puede llegar la comunión

de vida con Dios y la familiaridad que se puede tener con Él, lo que es vivir

en alianza con Dios. Desde Nazaret se vislumbra ya el momento en el que "Dios

lo será todo en todos".

 

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sábado, 14 de mayo de 2022

Ciclo C - Pascua - Domingo V

 15 de mayo de 2022 - V DOMINGO DE PASCUA - Ciclo C

 

"Amaos como yo os he amado"

  

Hechos 14,21b-26

 

      En aquellos días volvieron Pablo y Bernabé a Listra, a Iconio y a

Antioquía, animando a los discípulos y exhortándolos a perseverar en la fe

diciéndoles que hay que pasar mucho para entrar en el Reino de Dios.

      En cada iglesia designaban presbíteros, oraban, ayunaban y los encomen-

daban al Señor en quien habían creído. Atravesaron Pisidia y llegaron a

Panfilia. Predicaron en Perge, bajaron a Atalía y allí se embarcaron para

Antioquía, de donde los habían enviado, con la gracia de Dios, a la misión que

acababan de cumplir. Al llegar, reunieron a la comunidad, les contaron lo que

Dios había hecho por medio de ellos y cómo había abierto a los gentiles la

puerta de la fe.

 

      Apocalipsis 21,1-5a

 

      Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo

y la primera tierra han pasado, y el mar ya no existe.

      Vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, en-

viada por Dios, arreglada como una novia que se adorna para su esposo.

Y escuché una voz potente que decía desde el trono: Esta es la morada de Dios

con los hombres: acampará entre ellos. Ellos serán su pueblo y Dios estará

entre ellos.

      Enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte, ni luto, ni

llanto, ni dolor. Porque el primer mundo ha pasado. Y el que estaba sentado

en el trono dijo: "Ahora hago el universo muevo".

 

      Juan 13,31-33a.34-35

 

      Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús:

      - Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en Él.

(Si Dios es glorificado en Él, también Dios lo glorificará en sí mismo:

pronto lo glorificará).

      - Hijos míos, me queda poco tiempo de estar con vosotros.

      - Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he

amado. La señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os

améis unos a otros.

 

Comentario

 

      Para adentrarnos en el significado del gran mandamiento del amor, será

conveniente situarnos en el contexto en que fueron pronunciadas las palabras

que lo expresan. Fue durante la noche de la última cena, y en la perspectiva

más amplia, en el contexto de toda la vida de amor y entrega a los demás de

Jesús. Podemos verlo también a la luz de la nueva alianza establecida en su

persona mediante la efusión del Espíritu Santo.

      En la tarde del jueves santo, estableciendo una clara conexión con la

pascua judía, memoria de la liberación de Egipto y de la alianza del Sinaí,

Jesús celebra con sus discípulos la cena de la nueva alianza, anticipación

del sacrificio que tendría lugar al día siguiente. Hacia el final de la cena,

Jesús da a Judas con el bocado de honor, la prueba de su amor y la

confirmación de haberlo elegido, como a los otros once, para ser apóstol...

Pero en aquel momento terminó de fraguarse en su corazón la traición hacia

su maestro. "Judas tomó el pan y salió inmediatamente. Era de noche". Jn.

13,30.

      Y precisamente en aquella noche oscura de la traición, Jesús pronuncia

las palabras del mandamiento del amor. "La luz brilló en las tinieblas" Jn

1,5. Precisamente en la oscuridad del pecado, Dios manifiesta su amor infi-

nito y revela su gloria, es decir, su divinidad en su Hijo hecho hombre. Es

el momento en que "acaba de manifestarse la gloria de este Hombre y por Él

la de Dios".

      La "hora" de Jesús es el momento de su pasión, muerte y resurrección.

En el camino hacia esa "hora" Jesús manifiesta su gloria y revela el amor de

Dios "que ha amado tanto a los hombres...".

      El misterio pascual descubre la perspectiva completa de la vida terrena

de Jesús. A su luz, la encarnación, su vida pobre y sencilla, todos sus

gestos de ayuda, de afecto, de entrega, todas sus palabras, todos los

milagros brillan con un amor total y desinteresado. "Si os amáis, todos

sabrán que sois mis discípulos". No haréis más que calcar en vuestra vida lo

que ha sido un gesto permanente en la mía.

      El mandamiento del amor es la ley de la nueva vida de los creyentes en

Cristo. Pero la exigencia de esta ley viene precedida por el don del Espíritu

Santo en el corazón del creyente. Lo que exige el mandamiento (un amor como

el de Cristo) viene anticipado como don y como gracia (el amor de Cristo nos

es dado por el Espíritu Santo). De este modo todo cristiano puede decir con

San Agustín: "Dat quod jubes et jube quod vis" (Dame lo que me mandas y

mándame lo que quieras") Confesiones X, 29,40.

O como Santa Teresa de Lisieux: "­Cuánto amo, Señor, tu mandamiento! Me da

la certeza de que tú quieres amar en mí a todos aquellos a quienes me mandas

amar".

 

                              Amor en Nazaret

 

      La vida en Nazaret es una realidad marcada ya por la nueva alianza. De

algún modo la "hora" de Jesús y la efusión del Espíritu Santo tuvieron allí

ya su anticipación.

      El mandamiento nuevo, coherente con la realidad de gracia de la nueva

alianza, se vivió ya en Nazaret.

      María fue llamada ya desde el principio al amor total, a poner toda su

persona a disposición de Dios, a vivir para Jesús y José y después para la

Iglesia naciente y de todos los tiempos. Ella, la llena de gracia.

      José‚ aceptó plenamente entrar en el plan de salvación, renunciando a

su propio proyecto de vida. Su existencia fue un servicio continuo a la

familia. Cuando Jesús dijo: "como yo os he amado", en ese "os" bien pueden

entrar también María y José.

      Pero lo que constituye la naturaleza nueva del amor cristiano es la

fuente de donde ese amor nace. Es el Espíritu Santo infundido en el corazón

del creyente. Es Él quien lo mueve a amar con un amor que va más allá de las

posibilidades del corazón humano porque procede del mismo Dios.

      Si esto es así, no podemos dudar de que en Nazaret esa realidad del

amor de Dios, derramado en el interior de las personas se desarrolló en un

dinamismo inimaginable.

      Además, el amor de Nazaret no se cerró en una felicidad idílica de

donación recíproca. El Nazaret de los treinta años se abrió como una semilla

madura, cayó y se deshizo para que pudiera brotar una comunidad más grande,

un Nazaret nuevo, no circunscripto ya por el espacio ni por el tiempo.

      Desde el núcleo del amor de Nazaret avanzó Jesús hacia su "hora" para

abrir de par en par las puertas del Espíritu Santo a todos los hombres.

 

Vivir el amor

 

      El pueblo de la nueva alianza vive en el amor ante todo como un don de

Dios, como fruto de la actividad del Espíritu Santo que habita en el corazón

del creyente. Esta situación de amor creada por Dios en el íntimo de la

persona es el origen de todo el dinamismo cristiano, que se manifiesta en los

mil modos de su actuar. La caridad puede así ser llamada la nueva ley o la

ley de la nueva alianza. "Nueva" por su contenido, pero "nueva", sobre todo,

por el modo como viene actuada.

      La ley antigua fue dada al hombre desde el exterior, quedando su co-

razón inmutado. La nueva ley primero es realizada en el corazón del creyente

y sólo después es exigido su cumplimiento. Es una ley "no escrita con tinta,

sino con Espíritu de Dios vivo, no en tablas de piedra, sino en tablas de

carne, en el corazón" 2 Cor. 3,3.

      Si no fuera así ni siquiera el mandamiento de Jesús -"Amaos los unos

a los otros como yo os he amado"- podría llamarse completamente nuevo, pues

quedaría desconectado de la lógica de la nueva alianza.

      El amor cristiano brota del fondo de la persona. Y no sólo como pro-

yección de los estratos más íntimos de su personalidad, sino como mani-

festación de lo que Dios ha operado en ella.

      Esta es la realidad que da verdadero peso al amor cristiano.

 

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