sábado, 29 de febrero de 2020

Ciclo A - Cuaresma - Domingo I


1 de marzo de 2020 - I DOMINGO DE CUARESMA – Ciclo A

                 "El Espíritu condujo a Jesús al desierto"

-Gen 2,7-9; 3,1-7
-Sal 50
-Rom 5,12-19
-Mt 4,1-11

   Génesis 2,7-9; 3,1-7

   El Señor Dios modeló al hombre de arcilla del suelo, sopló en su nariz un
aliento de vida y el hombre se convirtió en ser vivo.
   El Señor Dios plantó un jardín en Edén, hacia Oriente, y colocó en Él al
hombre que había modelado.
   El Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles hermosos de ver
y buenos de comer; además el árbol de la vida, en mitad del jardín, el árbol
del conocimiento del bien y del mal.
   La serpiente era el más astuto de los animales del campo que el Señor
Dios había hecho. Y dijo a la mujer:
   -¿Cómo es que os ha dicho Dios que no comáis de ningún árbol del jardín?
   La mujer respondió a la serpiente:
   -Podemos comer los frutos de los árboles del jardín; solamente del fruto
del árbol que está en mitad del jardín nos ha dicho Dios: "No comáis de él
ni lo toquéis, bajo pena de muerte".
   La serpiente replicó a la mujer:
   -No moriréis. Bien sabe Dios que cuando comáis de él se os abrirán los
ojos y seréis como Dios en el conocimiento del bien y del mal.
   La mujer vio que el árbol era apetitoso, atrayente y deseable porque daba
inteligencia; tomó del fruto, comió y ofreció a su marido, el cual comió.
   Entonces se les abrieron los ojos a los dos y se dieron cuenta de que
estaban desnudos; entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron.

   Romanos 5,12-19

   Hermanos: Lo mismo que por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y
por el pecado la muerte, y la muerte se propagó a todos los hombres, porque
todos pecaron...
   Pero, aunque antes de la ley había pecado en el mundo, el pecado no se
imputaba porque no había ley.
   Pues a pesar de eso, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso
sobre los que no habían pecado con un delito como el de Adán, que era figura
del que había de venir.
   Sin embargo, no hay proporción entre la culpa y el don: si por la culpa
de uno murieron todos, mucho más, gracias a un solo hombre, Jesucristo, la
benevolencia y el don de Dios desbordaron sobre todos.
   Y tampoco hay proporción entre la gracia que Dios concede y las conse-
cuencias del pecado de uno: la sentencia contra uno acabó en condena total;
la gracia, ante una multitud de pecados, en indulto.
   Si por culpa de aquél, que era un solo, la muerte inauguró su reino,
mucho más los que reciben a raudales el don gratuito de la amnistía vivirán
y reinarán gracias a uno solo, Jesucristo.
   En resumen, una sola culpa resultó condena de todos, y un acto de
justicia resultó indulto y vida para todos.
   En efecto, así como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron
constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo, todos
serán constituidos justos.

   Mateo 4,1-11

   Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el
diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al final
sintió hambre. Y el tentador se le acercó y le dijo:
   -Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.
   Pero Él le contestó diciendo:
   -Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que
sale de la boca de Dios.
   Entonces el diablo lo lleva a la Ciudad Santa, lo pone en el alero del
templo y le dice:
   -Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: "Encargará a
los ángeles que cuiden de ti y te sostendrán en sus manos para que tu pie no
tropiece con las piedras".
   Jesús le dijo:
   -También está escrito: "No tentarás al Señor, tu Dios".
   Después el diablo lo lleva a una montaña altísima y mostrándole todos los
reinos del mundo y su esplendor le dijo:
   -Todo esto te daré si te postras y me adoras.
   Entonces le dijo Jesús:
   -Vete, Satanás, porque está escrito: "Al Señor tu Dios adorarás y a Él
solo darás culto".
   Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y lo servían.

Comentario

   Las lecturas del ciclo "A" dan al tiempo de cuaresma un marcado carácter
bautismal. La Iglesia invita a cada uno de sus miembros a recorrer nuevamente
el camino de la iniciación cristiana para participar, cada vez con mayor
profundidad, en el misterio pascual.
   Por eso el mensaje de este domingo podría sintetizarse de este modo:
Somos invitados a tomar conciencia del plan que Dios tiene para el hombre y
constatar la repuesta negativa del primero de ellos (1ª. lectura). Jesús,
recorriendo las etapas del pueblo elegido, se hace solidario con todos
nosotros y, rechazando la propuesta del diablo, elige dar cumplimiento a lo
que Dios quiere (3ª. lectura). Todos podemos entrar así en ese modo nuevo de
ser hombre en comunión con el nuevo Adán (2ª. lectura).
   Veamos un poco más detenidamente el texto del evangelio.
Al igual que Lucas, Mateo desarrolla ampliamente el acontecimiento de las
tentaciones de Jesús en el desierto ofreciendo su significado, cuando Marcos
se había limitado sencillamente a citarlo.
   Tres son los aspectos más importantes que el texto de Mateo subraya.
   Las tentaciones que Jesús sufre son las mismas que había experimentado el
pueblo de Israel en el desierto. La prueba del hambre para mostrarle que el
hombre no vive sólo de pan (Det 8,1-6); la tentación de poner a Dios al
propio servicio (Det 6,16) y la tentación permanente de adorar otros dioses
(Det 6,13). Allí mismo donde el pueblo había sido infiel, Jesús, con la
fuerza del Espíritu y la espada de la Palabra de Dios, sale vencedor.
   El segundo aspecto, y el más marcado, es evidentemente mesiánico. Las
tentaciones narradas por Mateo son tentaciones de Jesús. La cuarentena en el
desierto, es el momento en que el hombre Jesús ejerce plenamente su libertad.
Ante el proyecto de un mesianismo triunfante y glorificador de su persona,
que el diablo sutilmente le insinúa con palabras de la Escritura, Jesús se
adhiere plenamente al plan de Dios. Esto comporta identificarse con la figura
del siervo de Yavé que le llevará a la cruz.
   Y finalmente las tres tentaciones tienen también un sentido eclesial. Son
también nuestras tentaciones. Resumen perfectamente los puntos críticos donde
se juega la fidelidad de cada uno de nosotros al Señor. También para nosotros
existen las tentaciones de buscar una salvación exclusivamente intramundana
(de solo pan), de pretender acudir a intervenciones milagrosas por parte de
Dios que eliminen el riesgo de la fe, y el deseo del dominio y del poder.
   El pasaje evangélico que hoy leemos, colocado por Mateo como preparación
a la misión de Jesús, nos invita a acoger su mensaje y a emprender con Él, el
camino que nos llevará a la pascua si somos dóciles al Espíritu.

                                En Nazaret

   Leyendo el relato de las tentaciones de Jesús en el
desierto fácilmente nos detenemos a considerar cómo la neta oposición
presentada a las propuestas del diablo marcan el camino futuro del Mesías.
Es bueno también meditar cómo ese momento importante de la vida de Jesús
descubre también cuáles eran las opciones que Él había vivido hasta entonces
durante los largos años de Nazaret. Como sucede normalmente a los hombres,
el momento de la prueba pone en evidencia su temple, las convicciones más
profundas que ha venid forjándose a lo largo de los años, la orientación que
ha seguido siempre en su vida.
   Desde este punto de vista bien podemos decir que seguir las propuestas
del diablo, no era sólo comprometer el camino previsto por Dios para el
Salvador de los hombres, sino también renegar de su pasado, poner en
entredicho toda la trayectoria que había seguido hasta entonces.
   Como trabajador, Jesús había ganado el pan lo mismo que María y José, con
el sudor de su frente. Por eso sabía lo que valía el pan, sabía cuánto
costaba dar de comer a una familia en las condiciones normales de la vida y
en las situaciones difíciles por las que la suya había pasado. Pero había
visto también algunas veces lo fácil que es para el hombre pasar de la noble
ocupación de ganarse el pan al afán desmedido por acumular riquezas y tesoros
capaces de robarle el corazón. Por eso ahora, cuando el diablo le propone que
para mostrar su condición de Hijo de Dios, cambie las piedras en pan, no lo
hace. El había vivido otro modo de ser hijo de Dios que consistía en trabajar
para tener el pan.
   A Jerusalén, al templo, Jesús había ido todos los años desde joven, pero
siempre andando por el camino y confundido entre la gente de las caravanas.
Como buen israelita sabía la importancia de ese lugar y su significado
mesiánico, pero las murallas, las torres, los pináculos, los había visto
siempre desde abajo. Nunca se le había ocurrido pensar en una demostración
espectacular para desvelar su condición mesiánica. El, al templo, había ido
únicamente para orar y para hablar, como más tarde hará también; había estado
"escuchando y haciendo preguntas" (Lc 2,17). Por eso la negativa a la pro-
puesta de Satanás no pudo ser más clara.
   "Después Jesús bajó a Nazaret y siguió bajo su autoridad" (Lc 2,51). Es
exactamente el camino opuesto al de ir a ver "todos los reinos del mundo" y
pretender que los demás se sometan al propio poder. Hacía tiempo que el
diablo estaba derrotado en el corazón humilde de Jesús, Él que no vino para
ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por todos (Mt 22).
   La victoria sobre el tentador en el desierto deja entrever que Nazaret
era ese nuevo paraíso, quizás sin árboles frondosos y sin los cuatro ríos,
donde ni el hombre ni la mujer dieron oídos a la serpiente porque en su
corazón, ya desde el principio, no anidaba la raíz del mal. Nazaret es el
lugar de la fidelidad total a Dios, de la apertura absoluta a su Palabra, de
la familiaridad de trato con Él.
  
   Padre, te bendecimos por Jesús,
   que movido por el Espíritu Santo,
   entró en el desierto para ser tentado.
   Te bendecimos por su victoria,
   que es también la nuestra
   si seguimos el mismo camino
   que el siguió hasta el momento de la prueba.
   Te bendecimos porque Él entregó su vida
   para que nosotros pudiéramos también vencer.
   Mediante el bautismo,
   en el que hemos renunciado a Satanás para siempre,
   hemos sido hechos hijos tuyos
   y, aunque vivimos esta nueva vida
   en la debilidad de la carne,
   sabemos que contamos con la fuerza de la Palabra
   y que tú no nos abandonas nunca.

                    "No nos dejes caer en la tentación"

   "En Cristo también tú eres tentado", dice S. Agustín. Nosotros no somos
ajenos a las tentaciones de Jesús: podemos experimentarlo cada día. En
nosotros mismos vemos la fragilidad de la naturaleza humana herida por el
pecado desde sus orígenes (1ª. lectura).
   El primer paso en nuestra vida cristiana será, pues, reconocer nuestra
fragilidad, ser conscientes de la realidad de nuestra situación, saber que
la vida nueva que alienta en nosotros está amenazada, precisamente por el
gran valor que tiene. Esta toma de conciencia de nuestra debilidad no debe
llevarnos a la angustia y desesperación: Dios no somete a la prueba a nadie
por encima de sus fuerzas (1Co 10,13). Debe llevarnos más bien a la
vigilancia y al discernimiento. Discernimiento porque existen dos tipos de
pruebas bien diferenciadas en nuestra vida: las pruebas de proveniencia
varia, que sirven para afianzarnos en el bien, para echar raíces más
profundas, para crecer en el camino espiritual; y las pruebas (tentaciones)
que vienen de nuestra propia naturaleza, de los demás y a veces incluso del
diablo, que van encaminadas a hacernos caer, a privarnos en todo o en parte
de ese tesoro de vida nueva del que somos portadores y beneficiarios.
   Todas las tentaciones, desde la más pequeña hasta aquéllas en las que se
juega el destino de un hombre, repiten el mismo esquema: el mal es presentado
con apariencia de bien, para que el hombre, seducido por su brillo, encaje
el golpe que lo hace caer.
   Por eso ante la tentación, lo más importante es el discernimiento que
desenmascara al tentador revelando el engaño y la fuerza de voluntad para
elegir el verdadero bien.
   Cuando pedimos a Dios en el Padrenuestro "no nos dejes caer en la
tentación", declaramos que necesitamos su ayuda para vencer, y que por
nuestras propias fuerzas no seríamos capaces de sobreponernos al mal.
Expresamos así el deseo de participar también en la victoria de Cristo.
   En la oración deberíamos también aprender a usar las mismas armas que
Jesús usó: la fuerza de la palabra de Dios, ayuno y oración, y la decisión
inquebrantable de una fidelidad total al Señor que se forja en las pequeñas
fidelidades de cada día. Eso es lo que impide al mal agazaparse a nuestra
puerta y entrar en el corazón (Gen 4,7).

VOLVER A NAZARET - Hno. TEODORO BERZAL hsf


sábado, 22 de febrero de 2020

Ciclo A - TO - Domingo VII


23 de febrero de 2020 - VII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIOCiclo A

                        "Amad a vuestros enemigos"

-Lev. 19,1-2.17-18
-Sal 102
-1Co 3,16-23
-Mt 5,38-48

   Mateo 5,38-48
  
   Dijo Jesús a sus discípulos:
   -Sabéis que está  mandado: "Ojo por ojo, diente por diente". Pero yo os
digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea
en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para
quitarte la túnica, dale también la capa; quien te requiera para caminar una
milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no
lo rehuyas.
   Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo.
   Yo, en cambio, os digo:
   Amad a vuestro enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por
los que os persiguen y calumnian. Así seréis hijos de vuestro Padre que está
en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia a
justos e injustos.
   Porque si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo
mismo los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿Qué hacéis de
extraordinario? ¿No hacen también lo mismo los paganos? Por tanto, sed
perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto.

Comentario

   El pasaje evangélico de este domingo completa la serie de antítesis a
través de las que Jesús en el sermón de la montaña explica la ley nueva del
Reino. Las dos que consideramos hoy se refieren directamente a la relación
con el prójimo y explicitan de forma concreta el mandamiento del amor, punto
clave de la buena nueva.
   "Ojo por ojo..." Jesús toma pie de esta norma existente no sólo en los
Libros del Antiguo Testamento, sino en otras legislaciones antiguas, para,
por contraste, decir cuál es la actitud de quien quiere entrar en el Reino
de Dios. La ley del talión intentaba poner un freno y un límite al instinto
de venganza y era ya un progreso notable contra la barbarie. Jesús no inten-
ta, sin embargo, completar con nuevas y más rigurosas normas la ley natural.
Su enseñanza se sitúa en otro plano. Lo que Él pide es un corazón bueno,
capaz de ahogar en él mismo el deseo de devolver mal por mal, capaz de
aniquilar en el propio interior la reacción de venganza para dar cabida al
perdón, a la gratuidad, al amor. No se trata, por tanto de nuevas normas, de
otros preceptos que en último término serían paradójicos e impracticables,
sino de entrar en la disposición nueva requerida por el amor infinito y total
de Dios que lleva a asumir radicalmente la propia condición humana y la de
los demás, para ir más allá  de lo estrictamente requerido por nuestra razón
o por el sentido común. Es un paso que sólo se puede cumplir desde la fe.
   "Amad a vuestros enemigos...", es la última de las antítesis e indica
claramente cómo entrar en la lógica del Reino de Dios implica, en último
término, aceptar y estar dispuesto a imitar el modo de proceder de Dios, que
supera y transciende nuestro modo de pensar puramente humano.
   El ser hijos del Padre es para Jesús la razón última y la motivación del
comportamiento que propone a sus seguidores en el sermón de la montaña. Esto
supone devolver al hombre a su condición primera de criatura hecha a imagen
de Dios (Gen 1,27). En virtud de esa semejanza y de la elección del pueblo
de Israel, Dios pedía ya a los israelitas ser "santos, porque yo, el Señor,
soy santo" (Lev. 19,2).
   A esa misma motivación de fondo se refiere Jesús cuando propone al Padre
"que hace salir el sol sobre buenos y malos" como modelo de comportamiento
de los que le siguen. En adelante será el único camino para escapar de una
lógica moralista y mezquina, que encierra al hombre en una serie de
reacciones predeterminadas por sus instintos o por las convenciones sociales
y lo tiene prisionero de sus propios intereses.

                            "No hagáis frente"

   Las normas recogidas en el sermón de la montaña no son una lista de
prescripciones para aplicar cada una en el caso que corresponda. Revelan más
bien el espíritu con que hay que afrontar todas las situaciones de la vida,
si se opta por vivir en el Reino anunciado por Jesús.
   Por eso el mejor criterio interpretativo de ese conjunto de preceptos, de
orientaciones, de motivaciones, es ver cómo han sido vividos por Jesús y por
quienes han intentado seguirlo. En último término el evangelio es Jesús
mismo, más que la suma de lo que ha dicho y hecho.
   Teniendo esto presente, podemos contemplar la vida entera de Jesús como
reflejo de lo que dice en este resumen del Evangelio que es el sermón de la
montaña. Su comportamiento humilde y sumiso durante la pasión traduce al pie
de la letra algunas de las expresiones del evangelio de hoy. Pero toda su
vida fue un testimonio claro de gratuidad en el servicio y en el perdón, de
proclamación de la verdad y del amor, incluso a los enemigos. Su no
resistencia a quienes usaron la violencia contra Él pudo parecer señal de
debilidad; en realidad se reveló como el mejor camino para mostrar el amor
de Dios a todos los hombres, aunque para ello tuviera que sufrir y entregar
la vida.

Desde Nazaret

   Meditando el evangelio desde Nazaret, no podemos dejar de ver algunos
detalles que se sitúan ya desde los comienzos en la línea del no hacer frente
a quien agravia y que manifiestan cómo el modo de proceder de Jesús en sus
útimos años, no fue improvisado.
   Según el evangelio de Mateo, bajo la guía directa de Dios, la Sagrada
Familia, ante la matanza de los inocentes, huye a Egipto. La respuesta a la
violencia es la huida, el no hacer frente, el admitir la apariencia de
triunfo de quien se presenta como adversario. Por ese camino, Jesús realiza
el éxodo de su infancia, preludio del éxodo pascual, que comportan  actitudes
semejantes.
   Y al regresar a tierra de Israel después de la permanencia en Egipto, la
Sagrada Familia, guiada por José, cumple un nuevo gesto de no enfrentamiento
con el adversario. Según el programa narrativo de Mateo, el lugar natural de
nacimiento y residencia del Mesías era la ciudad real de Jerusalén o al menos
la comarca de Judea, heredera de las puras tradiciones del pueblo elegido.
Pero ante el hecho de que Arquelao, sucesor de su padre Herodes, reinaba en
Judea, "se retiró a Galilea y fue a establecerse a un pueblo que llaman Naza-
ret" (Mt 2,23). También en este caso, según el evangelista Mateo, ese modo
de comportarse paradójico que lleva a elegir un pueblo perdido de una comarca
heterodoxa es el camino por donde se manifiesta el consagrado por Dios, el
Nazareo.
   A partir de esos gestos iniciales, podemos imaginar los muchos detalles
de la vida concreta en los que la Sagrada Familia traduciría el amor a todos,
el perdón de las ofensas, la gratuidad,...

Padre bueno, que mandas la lluvia
sobre justos e injustos,
que a todos amas y les ofreces tu perdón y tu gracia,
te bendecimos por la enseñanza que Jesús nos ha dado
con su vida y con su palabra.
Hoy queremos contemplar y celebrar tu bondad
y pedirte el don del Espíritu Santo
que nos hace hijos tuyos
y nos impulsa a ser perfectos como tú;
pero no con esa perfección
de quien ha llegado ya a la meta,
sino de quien está siempre en camino.
Queremos ser como tú con la confianza que nos da
el mandato de Jesús,
que tan bien conoce tu grandeza
como nuestra limitación.

                             Hermano y enemigo

   Con razón se insiste en afirmar que el precepto de amar también a los
enemigos y no sólo al prójimo, introduce una nota de universalismo en la
caridad cristiana que lo debe llevar a acoger y a amar a todos.
   Pero esa oposición prójimo-enemigo lleva a desatender un aspecto muy
concreto de nuestra vida cotidiana: muchas veces el "enemigo" no es alguien
lejano, es nuestro prójimo, es alguien que vive con nosotros, es nuestro
hermano.
   Corremos el riego de teñir de romanticismo el precepto del Señor, si por
amor a los enemigos entendemos algún gesto heroico de perdón y amistad hacia
hipotéticos "enemigos" con quienes nunca nos encontramos, sencillamente
porque, en la mayor parte de los casos, no existen.
   Mi enemigo está paradójicamente en quien más me ama, en aquel con quien
colaboro y con quien vivo todos los días. El proverbio dice acertadamente que
es quien bien te quiere quien te hará  llorar. De quienes recibimos las
mayores alegrías y estímulos para el bien, nos vienen también las ofensas que
más sentimos.
   El amor a los enemigos es esa actitud profunda que lleva a la disponi-
bilidad para perdonar y hacer el bien a quien nos puede perseguir y calum-
niar, pero, al filo de los días debe traducirse en gestos sencillos de re-
conciliación y apertura hacia quien está a nuestro lado.
   Cualquiera de nosotros está llamado a practicar el amor a los enemigos en
el ámbito donde vive. Se trata de matar dentro de uno mismo el despecho o la
indiferencia para ofrecer una palabra buena que reconstruye el diálogo o una
relación interrumpida; se trata de dar algo más de lo que se nos ha pedido,
de caminar dos millas con alguien a quien en principio concederíamos sólo
una; se trata de prestar algo que por anticipado sabemos que nunca nos será
devuelto...
   Comportamientos así introducen en las familias, en las comunidades una
lógica de gratuidad y de amor que va matando poco a poco el egoísmo y la
dinámica de la violencia. En eso consiste de forma concreta la construcción
del Reino de Dios en este mundo.

VOLVER A NAZARET - Hno. TEODORO BERZAL


sábado, 15 de febrero de 2020

Ciclo A - TO - Domingo VI


16 de febrero de 2020 - VI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – Ciclo A

                           "Pero yo os digo..."

-Eclo 15,16-21
-Sal 118
-1Co 2,6-10
-Mt 5,17-37

   Mateo 5,17-37

   Dijo Jesús a sus discípulos:
   -No creáis que he venido a abolir la ley o los profetas: no he venido a
abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que pasarán el cielo y la
tierra antes que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley. El que
se salte uno solo de estos preceptos menos importantes, y se lo enseñe así
a los hombres, será  menos importante en el Reino de los cielos. Pero quien
los cumpla y enseñe, será grande en el Reino de los cielos.
   Os lo aseguro: si no sois mejores que los letrados y fariseos, no entra-
réis en el Reino de los cielos.
   Habéis oído que se dijo a los antiguos: no matarás, y el que mate será 
procesado. Pero yo os digo: todo el que está‚ peleado con su hermano será 
procesado. Y si uno llama a su hermano "imbécil", tendrá  que comparecer ante
El sanedrín, y si lo llama "renegado", merece la condena del fuego.
   Por lo tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te
acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu
ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y en-
tonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito procura
arreglarte en seguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te en-
tregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro
que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuarto.
   Habéis oído el mandamiento: "No cometerás adulterio". Pues yo os digo: el
que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su
interior. Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo. Más te vale
perder un miembro que ser echado entero en el abismo. Si tu mano derecha te
hace caer, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir
a parar entero en el abismo.
   Está mandado: "El que se divorcie de su mujer, que le dé acta de
repudio". Pues yo os digo: el que se divorcie de su mujer -excepto por causa
de prostitución- la induce al adulterio, y el que se case con la divorciada
comete adulterio.
   Sabéis que se mandó a los antiguos: "No juraréis en falso" y "Cumplirás
tus votos al Señor". Pues yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el
cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies;
ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues
no puedes volver blanco o negro un solo pelo. A vosotros os basta decir sí
o no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno.

Comentario

       El evangelio de este domingo nos ofrece la parte más amplia del sermón
de la montaña. Después de las bienaventuranzas y las dos comparaciones (sal
y luz) con las que llama la atención sobre la responsabilidad de sus
discípulos, Jesús habla sobre el cumplimiento de la ley y su interpretación.
   En el marco litúrgico en que se lee, la advertencia del Eclesiástico
sobre la responsabilidad personal en la elección del bien ("Dios lo ve todo")
y la de S. Pablo sobre la sabiduría "que no es de este mundo", son una buena
introducción al mensaje central que nos ofrece el evangelio.
   El pasaje que la liturgia elige en el evangelio de Mateo tiene dos
partes. La primera presenta como tema el sentido de la ley para el discípulo
de Jesús. En la segunda se inicia la serie de antinomias con las que Jesús
corrige e interpreta la ley antigua a la luz de la plenitud de la revelación
que supone su venida. En este domingo se leen las tres primeras antinomias
("Habéis oído que se dijo.../ pero yo os digo...") sobre el homicidio, el
adulterio y el juramento. Las dos últimas serán leídas el domingo próximo.
   Punto clave para entender todo el pasaje es el v. 20, donde Jesús dice:
"Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no
entraréis en el Reino de Dios". Por justicia hay que entender la respuesta
del hombre a la acción salvadora de Dios, es decir, su fidelidad a la volun-
tad de Dios.
   Jesús no condena la fidelidad, incluso minuciosa de los escribas y
fariseos, sino que invita a superarla. Su planteamiento sería este: Si al
amor de Dios que se ha revelado a Israel debe corresponder una gran fidelidad
por parte de los hombres, cuánto más ahora que se han cumplido todas las
promesas; se ha inaugurado una época nueva en la que ya no basta una
minuciosidad en la observancia llevada hasta el extremo, sino que hay que dar
el paso de la fidelidad total.
   Cada una de las antinomias propone en uno de los  ámbitos de la vida (las
relaciones con el prójimo, el matrimonio, el juramento) esa lógica en la que,
a partir de Jesús, revelación total del amor de Dios, ya no es suficiente dar
una parte de la propia vida, hay que darla enteramente para recibirla en
plenitud.
   Las palabras de Jesús no se sitúan, pues, en contraposición con las de la
ley antigua, sino que van a la raíz misma del comportamiento humano, pidiendo
una actitud positiva ante Dios y ante el prójimo desde el fondo del corazón.
Es la actitud que Él mismo adopta poniéndose en una línea de fidelidad
radical - hasta la última tilde - de lo que era la voluntad del Padre sobre
su vida, aunque ello le costara llegar a la cruz.
   En realidad ésa es también la mejor interpretación de los preceptos de la
antigua ley.

                                En Nazaret

   En el sermón de la montaña Jesús explica en qué consiste en lo concreto
de la vida, el paso de conversión que requiere la buena nueva de la llamada
al Reino de Dios.
   Como en otras ocasiones, para meditar el evangelio desde Nazaret, diremos
que antes de ser proclamado fue vivido, y que, aun careciendo de muchos
detalles, podemos pensar que esas actitudes más profundas, más finas, más
comprometidas pedidas por Jesús a sus seguidores existieron ya en su hogar
familiar.
   Veámoslas con respecto a cada una de las antinomias en las que Jesús
llama a vivir ya la realidad de la nueva alianza entre Dios y el hombre.
   - Más allá  del atentar contra la vida del otro e incluso de la graduali-
dad de las actitudes de cólera y enfado contra el prójimo, está  esa bondad
del corazón de quien acepta a los demás en su vida como don de Dios. La
acogida reciproca de los tres que vivieron en Nazaret, precisamente porque
Dios les había salido al encuentro en su vida, nos ayudar  a entender el
camino para llegar al fondo de las razones de nuestro comportamiento en la
era nueva inaugurada por la venida de Cristo.
   - Es muy importante el culto ofrecido a Dios, pero debe ser una mani-
festación de la rectitud de la persona y no un camuflaje indigno de Dios y
del hombre. De ahí la importancia del camino que precede al momento de la
ofrenda cultual como lugar de encuentro con el hermano y como tiempo abierto
a la reconciliación. Mirando a la Sagrada Familia, vemos que lo que predomina
en su vida es la sencillez de la vida ordinaria, el camino que va hacia el
sacrifico último y definitivo de Cristo en la cruz. La importancia que da
Jesús al tiempo que lo precede, al camino hacia el altar, es también una
valoración del tiempo de Nazaret.
   -¨Y qué decir del amor virginal de María y José? El amor plenamente
humano vivido en la intimidad de un hogar y fiel al designio de Dios sobre
sus vidas habla por sí solo de la delicadeza pedida por Jesús en las relacio-
nes entre el hombre y la mujer.
   -Por fin la sencillez en la palabra. En el fondo el juramento de que se
habla en el evangelio es un intento servirse de la autoridad de Dios para dar
más peso a lo que uno dice. Fácil debió ser la tentación para María y José
de acudir a ese recurso en las dramáticas circunstancias de los comienzos de
su vida en común. Por el evangelio sabemos, sin embargo, que fue Dios mismo
quien tuvo que intervenir mediante un Ángel para decir a José que la criatura
que su esposa llevaba en el seno era obra del Espíritu Santo...
   En los evangelios de la infancia podemos encontrar una confirmación clara
de que Jesús no vino a abolir la ley, sino a darle cumplimiento. Junto con
María y José cumplió y enseñó a los hombres el camino de la perfecta
fidelidad a Dios.

Te pedimos, Padre, la efusión del Espíritu Santo,
sobre nosotros y sobre toda la Iglesia.
Él, que penetra las profundidades
y da la verdadera sabiduría,
transforme nuestros corazones
para que sepamos acoger con ánimo abierto
todo lo que nos revelas como tu voluntad
y sepamos cumplirlo generosamente.
Que el Espíritu Santo nos lleve, como a Jesús,
a cumplir la ley hasta el último detalle
sin dejarnos aprisionar por el legalismo
ni por otros falsos motivos,
que llevan a una fidelidad formal
pero carente de vida.

                              Cumplir la ley

   Cumplir la ley y los profetas, en el sentido que se da a esta expresión
en el evangelio de hoy, es llevar a su plenitud el designio de Dios revelado
en los libros sagrados. Pero se trata de una realización concreta, de un modo
de actuar que llena de contenido lo que las Escrituras proclaman.
   Hay un modo de cumplir la ley que lleva al desánimo o al orgullo, según
los casos. Desánimo si, por pretender una minuciosidad carente de
discernimiento se llega a la sensación de no poder llevar a la práctica todo
lo que uno considera obligatorio. Orgullo, si uno se cree perfecto por la
correspondencia formal entre lo que hace y lo que está mandado.
   Son estos caminos por donde se pierden muchas veces nuestros com-
portamientos aún sin evangelizar ni redimir.
   La Palabra de Dios nos invita hoy a recorrer otra senda. Se trata en
primer lugar de acoger mediante la fe el don de gracia que el Señor da y
dejar que el Espíritu Santo transforme nuestro corazón escribiendo en él su
ley. De esta forma, renovados desde dentro, podemos amar de verdad todo lo
que el Señor prescribe y cumplirlo por amor a Él.
   Visto así el cumplimiento de la ley, es algo que construye verdaderamente
a las personas y las hace crecer. La ley no será ya como un peso o una norma
meramente externa a la que adecuar la propia conducta. "Así la exigencia
contenida en la ley puede realizarse en nosotros, que ya no procedemos
dirigidos por los bajos instintos, sino por el Espíritu" (Rom 8,4).
   Desde esa motivación de fondo, cobran su sentido dos actividades que
tienen una importancia fundamental para el crecimiento espiritual: la aten-
ción para conocer cada vez mejor la voluntad de Dios a través del estudio y
la meditación de la Palabra y la preocupación por ser cada vez más delicados
y exactos en practicar lo que sabemos que Dios, por medio de varias mediacio-
nes, nos pide en lo concreto de la vida.
   El continuo paso de la motivación de fondo a las cosas concretas en que
se desenvuelve nuestra vida, como lo hace el evangelio de hoy, es
completamente necesario para respirar el aire puro del Espíritu.

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