sábado, 31 de julio de 2021

Ciclo B - TO - Domingo XVIII

 1 de agosto de 2021 - XVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – Ciclo B

 

                                          "Yo soy el pan de vida"

 

-Ex 16,2-4; 12,15

-Sal 77

-Ef 4,17. 20-24

-Jn 6,24-35

 

Juan 6,24-35

 

      En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos

estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al

encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:

      - Maestro, ¿cuándo has venido aquí?

      Jesús les contestó:

      - Os lo aseguro: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque

comisteis pan hasta saciaros.

      Trabajad no por el alimento que parece, sino por el alimento que

perdura, dando vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste

lo ha sellado el Padre, Dios.

      Ellos le preguntaron:

      - ¿Cómo podremos ocuparnos en los trabajos que Dios quiere?

      Respondió Jesús:

      - Éste es el trabajo que Dios quiere: que creáis en el que Él ha

enviado.

      Ellos le replicaron:

      - ¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? Nuestros

padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: "Les dio a comer

pan del cielo".

      Jesús les replicó:

      - Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es

mi Padre quien os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el

que baja del cielo y da vida al mundo.

      Entonces le dijeron:

      - Señor, danos siempre de ese pan.

      Jesús les contestó:

      - Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que

cree en mí no pasará nunca sed.

 

Comentario

 

      El diálogo de Jesús con la multitud, como lo presenta Juan en el

evangelio de hoy, tiene como tema de fondo "el pan de vida". Jesús pretende

que sus oyentes den el paso de penetrar el signo de la multiplicación de los

panes para llegar a un conocimiento de su propia persona y de su misión. Es

también el paso al que la liturgia de este domingo parece invitarnos también

a nosotros, de modo que se transforme nuestra mente y nos revistamos del

"hombre nuevo", como lo pide la 2ª. lectura.

      A la gente, que pretende enseguida otras señales (Jn 6,31) porque no

han entendido el signo del pan multiplicado, Jesús le propone el camino de

la fe en Dios, que supone la aceptación de su Enviado (Jn 6,29). De esta

forma a una mentalidad que se detiene sólo en lo más inmediato y que pregunta

sólo por curiosidad, "Maestro ¿cuándo has venido?", Jesús no responde

directamente. El va directamente al fondo de la cuestión poniendo en tela de

juicio las motivaciones que anidan en el corazón de quienes lo siguen y lo

escuchan. A la visión puramente terrena e interesada de las cosas responde

el pan material que, aunque realidad material donde se apoya necesariamente

el signo, termina por corromperse.

      Jesús, por el contrario, propone el camino de la fe que es capaz de

"leer" en el pan distribuido, la donación del amor de Dios en su propia

persona. El conocimiento de la Escritura hubiera sido de gran ayuda si los

oyentes de Jesús no hubieran tenido la mente tan cerrada como los que vivieron

el signo del maná en el desierto. También ellos encontraron que el pan del

cielo era insípido y se recordaron de las cebollas de Egipto (Num 11,5).

      Al hablar del pan que sacia para siempre, como hizo la samaritana al

oír hablar de la otra agua (Jn 4,15), la reacción inmediata de la gente es:

"Danos siempre pan de ése". Y entonces Jesús no pierde la ocasión de ir hasta

el fondo del significado que tiene tanto el signo del antiguo maná, como el

reciente de los panes: "Yo soy el pan de la vida", dice.

      No puede estar más clara la relación entre la fe y los signos que la

suscitan y la expresan.

 

Las señales

 

      El cuarto evangelio es el libro de los signos o de las señales. A lo

largo de su camino, Jesús va realizando una serie de "obras", algunas de

ellas maravillosas, que quien se acerca a Él debe saber interpretar: son

otros tantos indicadores que permiten a quien se abre a la fe reconocer en

el hombre Jesús al "enviado de Dios".

      Aparentemente el tiempo de Nazaret es un período privado de esos

signos. Desde el prólogo, en el cuarto evangelio se pasa a la vida pública

de Jesús. Por eso conviene profundizar en el signo fundamental de que Juan

habla que es el de la encarnación del verbo. "Y la Palabra se hizo hombre,

acampó entre nosotros y contemplamos su gloria: gloria de Hijo único del

Padre, lleno de amor y de lealtad" (Jn 1,14).

      José y María viven en Nazaret de ese signo, único y luminoso que marca

toda su vida. Todo el camino de Nazaret se realiza a la luz de ese único

signo. Y en realidad no hacen falta más cuando se ha creído. La multiplicidad

y espectacularidad de los signos tanto en el Antiguo como en el Nuevo

Testamento parece que están más bien en relación con la debilidad humana y

con la condescendencia divina.

      María y José vivieron con Jesús el camino de la fe. Ellos supieron

penetrar en la profundidad del signo cuando aceptaron a Jesús como Hijo de

Dios, siempre en la oscuridad de la fe. Llegados a ese punto, sobran todos

los milagros. Es lo que Jesús enseña en su catequesis a la multitud de

Cafarnaún. No se trata de ofrecer otras señales (aunque luego Él mismo las

dá) sino de penetrar en el signo de la multiplicación del pan y aceptar que

es Él el verdadero pan de la vida.

      El camino de Nazaret - con la sola luz de la Escritura y de la

presencia del Verbo encarnado - es también nuestro camino. Su modo de

presencia ha cambiado, pero no la exigencia de abrirse al único signo que

sigue siendo su propia persona en la que hay que penetrar desde la

materialidad de su "cuerpo".

      El signo del pan, leído a la luz de Nazaret, nos invita a parar de la

exigencia de una multiplicidad de señales a la sencillez del único signo,

nos abre así ya a la experiencia de eucaristía en la época postpascual.

 

Padre bueno, crea en nosotros

ese hombre nuevo hecho también a tu imagen

con esa rectitud de corazón y esa mirada pura,

que es capaz de leer los signos

que encontramos en la vida,

hasta descubrir la presencia - viva y misteriosa -

de Cristo, el Señor, tu Enviado.

Que la fuerza del Espíritu Santo

sostenga y aumente nuestra fe

hasta que venzamos el egoísmo y la ceguera

que nos impiden ver en Jesús

aquél a quien has marcado con tu sello.

 

"Danos siempre pan de ése"

 

      Es la petición de la multitud. Petición ambigua que, de una parte,

parece abrirse al misterio, y de otra tiende a querer perpetuar un régimen

de asistencia inmediata por parte de Dios.

      Necesitamos también nosotros preguntarnos por las razones de nuestra

búsqueda de Jesús si queremos profundizar nuestra fe.

      Para que la Palabra de hoy no sea vana en nuestra vida, tenemos que

corregir nuestro deseo instintivo de sensacionalismo y de seguridades

inmediatas en lo que se refiere a la fe, y entrar en ese campo abierto a

muchas responsabilidades y compromisos serios que es aceptar a Jesús como

Señor y salvador nuestro y de los demás.

      La obra a la que se nos llama hoy es creer, es decir, entrar en la

dinámica de un amor que no se deja ilusionar por un entusiasmo servil ni se

abate porque ya no se ven pruebas palpables. La sobriedad y sencillez de

Nazaret pueden enseñarnos mucho en este sentido.

      Ése es nuestro trabajo, el trabajo de la fe. Sin que deje de ser en

último término don, la fe requiere ese empeño, constancia y seriedad que todo

trabajo lleva consigo. Y de ese esfuerzo noble por creer, nacerá el

compromiso para transmitir a otros el gozo de la fe, para ofrecer señales

válidas de la llegada del Reino entre nosotros y para construir un mundo

donde la solidaridad haga el gran milagro de suprimir el hambre de quienes

no tienen pan.

 

VOLVER A NAZARET - TEODORO BERZAL hsf

 

 

 

 

Padre bueno, crea en nosotros<br />

ese hombre nuevo hecho también a tu imagen<br />

con esa rectitud de corazón y esa mirada pura,<br />

que es capaz de leer los signos<br />

que encontramos en la vida,<br />

hasta descubrir la presencia - viva y misteriosa -<br />

de Cristo, el Señor, tu Enviado.<br />

Que la fuerza del Espíritu Santo<br />

sostenga y aumente nuestra fe<br />

hasta que venzamos el egoísmo y la ceguera<br />

que nos impiden ver en Jesús<br />

aquél a quien has marcado con tu sello.<br />

sábado, 24 de julio de 2021

Ciclo B - TO - Domingo XVII

 25 de julio de 2021 - XVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – Ciclo B

 

                                           "Jesús tomó los panes... "

 

-2Re 4,42-44

-Sal 144

-Ef 4,1-6

-Jn 6,1-15

 

Juan 6,1-15

 

      En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea

(o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que

hacía con los enfermos.

      Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.

      Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó

los ojos, y al ver que acudía mucha gente dijo a Felipe:

      - ¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?

      (Lo decía para tantearlo, pues bien sabía Él lo que iba a hacer)

      Felipe contestó:

      - Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un

pedazo.

      Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo:

      - Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de

peces, pero, ¿qué es eso para tantos?

      Jesús dijo:

      - Decid a la gente que se siente en el suelo.

      Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron: sólo los hombres eran

unos cinco mil.

      Jesús Tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los

que estaban sentados; lo mismo todo lo que quisieron del pescado.

      Cuando se saciaron, dijo a sus discípulos:

      - Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie.

      Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco

panes de cebada que sobraron a los que habían comido.

      La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía:

      - Éste sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo.

      Jesús entonces, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey,

se retiró otra vez a la montaña, Él solo.

 

Comentario

 

      En lugar de la narración de la multiplicación de los panes como la

presenta Marcos, la liturgia interrumpe la lectura continua de este evangelio

e introduce durante varios domingos la versión, más larga y articulada, que

ofrece el cuarto evangelio de ese mismo relato.

       En este domingo se ofrece la narración del milagro y en los próximos

la interpretación del signo realizado con el discurso de Jesús sobre "el pan

de vida" en la sinagoga de Cafarnaún. El conjunto tiene un evidente

significado cristológico y eucarístico, sin que sea fácil deslindar un tema

del otro.

      Algunas anotaciones nos ayudarán a leer con mayor atención el evangelio

de hoy, introducido ya por la lectura del antiguo Testamento en la que Eliseo

da de comer a mucha gente con un número reducido de panes.

      Jesús, sanando a los enfermos y distribuyendo el pan, sale al encuentro

de las necesidades concretas de la gente, pero, al mismo tiempo, trata de

hacer comprender el significado de los milagros que hace y estimula a quienes

creen en Él a tener hambre de otras cosas: a abrirse plenamente a la fe y a

emprender una vida en la que sólo Dios puede, en definitiva, colmar las

necesidades más importantes del hombre.

      Jesús realiza el milagro en diálogo con sus discípulos y con la gente

que lo rodea. No de una forma espectacular, sino usando los medios a

disposición y utilizando lo que ya existe.

      El gesto de multiplicar el pan debe ser entendido a la luz de los

acontecimientos del Éxodo. Dios colma la necesidad del pueblo dándole el

maná, pan del cielo. Jesús evoca así la figura de Moisés. Pero su gesto no

es sólo memoria de un pasado, anuncia también una maravilla aún más grande

que se cumplirá en la Pascua. El evangelio da explícitamente esta referencia

temporal: "Se acercaba la Pascua... " (6,4). Y las palabras y los gestos

de Jesús son los mismos que los otros evangelistas emplean para narrar la

institución de la eucaristía.

      Jesús atrae todos a sí ("lo seguía mucha gente" 6,2) y no se opone a

la voluntad del Padre, que un día lo glorificará, pero no siguiendo el camino

que algunos querían. Por eso sabe también desprenderse de las pretensiones

de la multitud y quedarse solo.

 

"Cinco panes de cebada"

 

      Entre las muchas pistas de reflexión que nos ofrece el evangelio de

hoy, hay una que nos ayuda a leerlo desde Nazaret.

      El gesto de contar con aquellos cinco panes de cebada y los dos peces

secos que el chiquillo puso a su disposición corresponde con la experiencia

de todo lo humano que Jesús hizo en la pequeña aldea de Galilea.

      El pan de cebada era alimento de los pobres y de los esclavos. Producto

de escaso valor, pero sobre todo, escaso en cantidad para saciar a aquella

multitud. En opinión del discípulo Felipe, "ni medio año de jornal bastaría

para que a cada uno le tocara un pedazo".

      Unos de los aspectos principales del "signo" está precisamente en la

desproporción entre el pan disponible y la multitud saciada. A ello hay que

añadir los doce cestos de las sobras que hablan de la abundancia de los dones

de Dios en la época mesiánica.

      Pero el lado "nazareno" del milagro está en haber contado con lo poco

y de escaso valor a los ojos humanos para realizar la obra de Dios. Esa

delicadeza "divina" de contar con lo humano para salvar al hombre se inscribe

en el gran gesto de la encarnación, que es asumir lo humano, con todos sus

límites, para comunicar a todos una gracia ilimitada.

      La exigüidad de los medios, de que es claro testimonio la vida de

Nazaret (pequeñez de la aldea, insignificancia del trabajo allí realizado,

escaso horizonte cultural, etc), forma parte de los cinco panes de cebada que

Dios toma para cumplir su designio de salvar a todos.

      Lo que importa no es tanto la limitación de los medios (Dios puede

sacar hasta de las piedras hijos de Abrahán), cuanto el abrirse a la acción

divina. Lo poco de Nazaret y de los panes se hace de gran valor entre sus

manos.

      Ese será el signo de que allí está " el gran Profeta que tenía que

venir al mundo" (Jn 6,14). Él es quien nos revela el modo de ser de Dios,

quien ahora ya no crea más cosas de la nada, sino que cuenta ante todo con

la colaboración humana para realizar sus obras.

 

Te bendecimos, Padre,

por la maravilla del pan abundante para todos.

Te bendecimos porque has querido sacarlo

del hogar de Nazaret y lo has dado

a la multitud hambrienta y dispersa

para formar la familia de los creyentes.

Danos hambre de la Palabra y del Espíritu

para que se cumpla en nosotros

el signo del pan ofrecido desde nuestra pobreza

y distribuido desde tu liberalidad.

 

Presentar nuestro pan

 

      La Palabra nos lleva a vivir la eucaristía no como una celebración que

se agota en sí misma, sino como un estilo de vida del que el momento

celebrativo es a la vez "fuente y culmen"

      Presentar nuestro pan, el pan de la miseria, expresión de nuestra

pobreza, para que Dios realice su obra, es la actitud fundamental que nos

enseña hoy la contemplación "nazarena" de la Palabra. Quizá sea ese el

milagro-signo que más necesitamos hoy: compartir el pan. Es decir, no

contentarnos con ser beneficiarios del milagro, sino contribuir a realizarlo.

      La doctrina social de la Iglesia presenta el problema de la distri-

bución justa de los bienes de la tierra como un problema ético y no sólo

técnico o económico. Porque lo que más importa es ganar la conciencia del

hombre al movimiento del compartir. De modo que el principal paso está dado

cuando las personas abandonan la actitud egoísta de quedarse con lo que

tienen, con sus panes, y los ponen a disposición de todos.

      Y lo que vemos con una cierta lucidez en el ámbito mundial tiene las

mismas dinámicas de aplicación en ambientes más reducidos y en todos los

aspectos de la vida. Pensemos en nuestra ciudad, en nuestra comunidad.

      Leer la Palabra de Dios nos compromete. Leerla, escucharla, vivirla en

la eucaristía es empezar a dar ese paso que nos abre a la comunidad desde los

límites de nuestro ser para permitir que Dios haga el signo de la

multiplicación de los panes en nuestra vida.

 

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sábado, 17 de julio de 2021

Ciclo B - TO - Domingo XVI

 18 de julio de 2021 - XVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – Ciclo B

 

      "Le dio lástima de ellos porque andaban como ovejas sin pastor"

 

-Jer 23,1-6

-Sal 22

-Ef 2,13-18

-Mc 6,30-34

 

Marcos 6,30-34

 

      En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le

contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo:

      - Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco.

      Porque eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni

para comer.

      Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado. Muchos los vieron

marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo

por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una

multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor;

y se puso a enseñarles con calma.

 

Comentario

 

      La figura del pastor, frecuente en la Biblia para expresar las

relaciones entre Dios y su pueblo, hace de puente entre las lecturas del

Antiguo testamento y las del nuevo en la liturgia de hoy.

      Puede verse en la lectura de Jeremías (23,1-6) y en el salmo

responsorial una introducción al texto del evangelio en el que, aun de forma

sumaria, Marcos presenta la compasión del "buen pastor" y su preocupación por

los discípulos que lo siguen.

      En la primera lectura podemos ver cómo Dios, que desde antiguo guiaba

como un pastor a su pueblo, anuncia que, vista la incapacidad de los

dirigentes, asumirá personalmente la guía de su pueblo en los tiempos del

Mesías. El salmo, como respuesta, cantará las delicias de sentirse conducido

por un pastor así. Es como participar en un gran festín.

      Este contexto en el que la liturgia sitúa el breve pasaje de Marcos,

ayuda a comprender mejor la doble intervención de Jesús para reunir en un

lugar apartado a los apóstoles al volver de la misión, y su atención

compasiva hacia la multitud hambrienta, sobre todo de la Palabra de Dios.

      "Y se puso a enseñarles con calma". Es típico de Marcos el uso del

verbo enseñar en sentido absoluto, sin decir cuál es el contenido del

mensaje. En este caso la enseñanza (aunque no sabemos cuál es), sabemos que

brota del momento de calma en compañía de los doce y de la inmensa compasión

por la gente que andaba "como ovejas sin pastor". Además, esa enseñanza parece

ser la introducción al milagro de la multiplicación de los panes que Jesús

realizará inmediatamente después.

      Tal signo anuncia ya su donación total para salvar a los hombres. La

2ª. lectura nos lleva a reflexionar sobre el alcance reconciliador y salvador

de ese gesto. Aparece así nítida la figura del Mesías, buen pastor, que

encarna la misericordia de Dios para con su pueblo, que guía y paga con su

persona el precio de nuestra paz.

 

"Vio Jesús mucha gente" (Mc 6,34)

 

      No es un detalle marginal la anotación de Marcos sobre la "compasión"

de Jesús al ver la multitud. Una lectura apresurada podría pasar por encima

de esa observación, pero si nos detenemos a leer el evangelio desde la

experiencia de Jesús en Nazaret, podemos decir que expresa una actitud

largamente madurada en el corazón del Maestro.

      Jesús vio entonces mucha gente y le dio lástima porque andaban como

ovejas sin pastor, pero más allá del grupo concreto de gente a la que se

refiere el evangelio de hoy, está toda la lista de personas que Jesús conocía

en su ambiente, en su pueblo, en su tierra que también "andaban como ovejas

sin pastor". La mirada de Jesús se había detenido desde hacía muchos años en

la desorientación de la gente, en su sensación de no encontrar puntos de

referencia válidos. Y esto a pesar de existir muchos maestros, guías y

autoridades.

      El acercamiento del texto de Jeremías a la situación contemporánea a

Jesús que la liturgia hace de manera indirecta, quizás había sido ya hecho por

Jesús muchas veces viendo lo que sucedía en Nazaret y en el pueblo judío en

general. Eso explica su polémica con los responsables religiosos que los

evangelios ilustran ampliamente.

      Lo importante para quien medita el evangelio desde Nazaret es ver que

una actitud semejante no se improvisa, no es fruto de un momento pasajero en

el que uno siente lástima por una situación desastrosa. No es fruto de

sentimentalismo sino una convicción profunda, fruto de una larga observación,

meditada, interiorizada, vista a la luz de la fe.

      La intervención de Jesús responde a esa actitud básica de compasión que

revela la misericordia y el amor del Padre. No se limita a "enseñar" aquel

día: crea una comunidad de mensajeros que lleven a todas partes el anuncio

de la salvación y se entrega personalmente para abrir un camino. Marchando

tras Él podrá constituirse un nuevo pueblo, un rebaño que sabe por donde

camina y que se siente libre e indefectiblemente unido a quien va delante de

Él.

 

Señor Jesús, danos tu mirada y tu compasión.

Que tu Espíritu Santo nos introduzca en tu corazón,

que sabe estar con los amigos

y tenerse siempre pronto para la misión;

discernir de inmediato la verdadera necesidad de la gente

y actuar en profundidad

aportando soluciones válidas y duraderas.

Te bendecimos, Padre, por Jesús, nuestro pastor y guía,

con Él nos sentimos seguros,

en Él vemos el amor que tienes a todos los hombres.

 

Ser pastor

 

      Todo cristiano esta llamado a seguir a Cristo, a escuchar su enseñanza

y a dejarse guiar por É. Pero, al mismo tiempo todos estamos llamados a

compartir con É la tarea de pastoreo, cada uno según sus funciones y sus

carismas.

      De las lecturas que meditamos hoy deberíamos aprender el modo de ser

pastor como Jesús y la participación en la eucaristía debería profundizar

cada vez más nuestra identificación con Él.

      Subrayamos algunas características que se desprenden de las lecturas

de hoy para nuestro comportamiento "pastoral".

      - Dios es siempre el pastor. "Yo mismo reuniré al resto de mis ovejas"

(Jer 23,3). Toda función pastoral debe, pues, situarse en la línea del signo

y la transparencia, para que aparezca claro lo que decía Jesús: "Mi Padre

trabaja siempre y yo también trabajo" (Jn 5,17)

      - Antes de la enseñanza está el tiempo de descanso y de reflexión

(personal o comunitaria) y esa mirada compasiva que comporta una penetración

profunda en la realidad en la que se encuentran los destinatarios del

mensaje.

      - Hablar a los demás, guiar, dirigir, es comprometerse: "Vosotros los

que antes estabais lejos, estáis cerca, por la sangre del Mesías, ... los

reconcilió con Dios por medio de la cruz (Ef 3,14-16). La palabra llama al

sacramento y el sacramento llama a la vida.

      - La finalidad de la acción pastoral es crear comunidad, construir el

reino, ser colaboradores en el plan del Padre de modo que el mundo sea cada

vez más la casa de Dios donde entran todos los hombres.

 

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