sábado, 30 de octubre de 2021

Ciclo B - TO - Domingo XXXI

31 de octubre de 2021 - XXXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – Ciclo B

 

                                "¿Qué mandamiento es el primero de todos?"

 

-Dt 6,2-6

-Sal 17

-Heb 7,23-28

-Mc 12,28-34

 

      Marcos 12,28b-34

 

      En aquel tiempo, un letrado se acercó a Jesús y le preguntó:

      ¿Qué‚ mandamiento es el primero de todos?

      Respondió Jesús:

      El primero es: Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es el único

Señor: amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda tu alma, con

toda tu mente, con todo tu ser. El segundo es éste: Amarás a tu prójimo

como a ti mismo. No hay mandamiento mayor que éstos.

      El letrado replicó:

      Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo

y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el

entendimiento y con todo el ser y amar al prójimo como a uno mismo vale más

que todos los holocaustos y sacrificios.

      Jesús, viendo que había respondido sensatamente le dijo:

      No estás lejos del Reino de Dios.

      Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

 

Comentario

 

      El evangelio de hoy nos presenta una de las dos intervenciones de Jesús

en el templo de Jerusalén en diálogo con sus oponentes. Hoy se trata de la

cuestión sobre el principal mandamiento.

      La lectura del Deuteronomio presenta ya uno de los textos a los que se

alude en el evangelio y por tanto prepara al oyente a una mejor comprensión

de las palabras de Jesús. Este no se limita, sin embargo, a repetir lo que

los judíos consideraban como el fundamento de su fe: el Shema Israel repetido

cada día en la oración; Citando el Levítico 19,18, Jesús pone al lado del

primero un segundo mandamiento y el evangelista, rompiendo toda lógica

gramatical, dice textualmente: "No hay otro mandamiento mayor que éstos" (Mc

12,31).

      La novedad de la enseñanza de Jesús está pues, no tanto en haber

resuelto una cuestión que en las escuelas rabínicas de su tiempo se

disputaban sobre la reducción a un único precepto de los 613 que habían

encontrado en el Pentateuco, sino más bien en compenetrar el mandamiento

referido a Dios con el referido al amor al prójimo, haciendo de los dos uno

solo.

      El declarar ambos mandamientos "el más grande" no supone, sin embargo

una confusión. Leyendo en detalle las palabras de Jesús, está bien claro que

el amor al prójimo es el segundo mandamiento. No se pueden, pues confundir,

pero tampoco separar ambos aspectos de la vida. Esa es también la conclusión

a la que llega razonablemente el letrado en su segunda intervención: "Amar

a Dios... y amar al prójimo... vale más que todos los sacrificios".

      Dichas en el recinto del templo, esas últimas palabras tienen un mayor

sentido crítico contra el formalismo del culto, pero leídas a la luz de la

respuesta de Jesús dicen bien claramente cómo el amor debe ser la raíz

fundamental que anime y motive las relaciones del hombre tanto con Dios como

con su prójimo. El primer mandamiento, en el sentido evangélico precisado m s

arriba, no sólo está por encima de los demás, sino que los comprende y anima

a todos.

 

                          El misterio de Nazaret

 

      El misterio de Nazaret es, ante todo, el misterio de la encarnación de

Dios. Hoy meditamos sobre cómo de los dos mandamientos, el del amor a Dios

y el del amor al prójimo, Jesús hace uno sólo, pero sin confundirlos.

      Una luz para entender mejor esto podemos encontrarla también en el

misterio de la encarnación, pues en ella se funda la unidad del amor a Dios

y del amor al hombre. Es más, podemos decir que es Dios quien ha realizado

en Cristo esa unidad.

      Ciertamente la unión que se ha efectuado en la encarnación entre la

divinidad y la humanidad es un misterio que escapa a nuestra capacidad de

comprensión. Es demasiado grande para poder expresarlo con nuestras palabras.

Las más viejas fórmulas de la fe reconocen en Cristo una unión verdadera y

perfecta y no una combinación de dos personalidades o entidades distintas,

de manera que, aún conservando todas las propiedades de la divinidad y de la

humanidad, se rechazaba todo dualismo.

      No cabe duda de que hay no sólo un paralelismo formal, sino una hilazón

profunda entre el misterio de la encarnación y la unión entre los dos

mandamientos en que se resume toda la ley y los profetas. Solo el hombre que

era al mismo tiempo Dios podía revelarla de modo perfecto.

      En Nazaret se cumplió de forma misteriosa, pero en toda su plenitud ese

amor a Dios y al hombre en un mismo impulso. Podemos decir que allí, en la

oscuridad de la fe, el amor al hombre (Jesús) era amor a Dios y viceversa.

      María y José‚ que estuvieron implicados en primera persona en los

eventos de la encarnación del Verbo, son también los primeros testigos de esa

situación nueva en la que Dios viene a nosotros en el signo de la humanidad

real y a través de ese mismo signo el hombre accede a Dios.

 

      Como en el misterio de la encarnación, también en el doble mandamiento,

queda siempre el peligro de enfatizar de tal modo la unión que se llegue a

la confusión o en forma exagerada la distinción hasta llegar a la separación

y el dualismo. Los mismos desastres que se han las herejías en el plano de

la formulación de la fe, pueden producirse siempre en el de la vida

cristiana, si no se integran bien ambos aspectos.

      La praxis humilde de Nazaret nos enseña a amar a Dios que se presenta

como niño, como joven, como hombre, y nos enseña a amarlo precisamente en el

misterio que se encierra en Él.

 

Señor Jesús, Dios y hombre verdadero,

necesitamos que tu nos enseñes

que "el Señor, nuestro Dios, es uno solo",

para que nunca pongamos a su lado ningún otro.

sólo ese Dios, uno y trino, que tu revelas,

debe acaparar todo el amor

de nuestras fuerzas, de nuestra mente

y de nuestro corazón.

Muéstranos tu,

como experiencia viva que revela el Espíritu Santo

en nuestro interior,

cómo ese es el camino para amar a nuestros hermanos

con todo el corazón, con toda la mente

y con todas las fuerzas.

 

                          Amar a Dios y al hombre

 

      Los profetas de nuestro tiempo no se cansan de repetir que el drama de

la sociedad contemporánea está en haber separado el comportamiento humano de

la fe, de la ética, de la religión; en definitiva, el hombre de Dios.

      Los esfuerzos de comunicación entre ambos mundos parecen pequeños ante

ese proceso gigantesco que trata de fundar una ‚tica, una sociedad y un

porvenir para la humanidad apoyándose únicamente en la razón y en las

posibilidades de desarrollo y organización del hombre.

      Si somos sinceros, tenemos que reconocer que en cada uno de nosotros

existe esa tendencia a separar el amor a Dios y el amor al hombre, a hacer

dos mundos con leyes completamente independientes, a encauzar nuestras vidas

por dos vías paralelas que no se encuentran nunca.

      La Palabra de Dios nos invita hoy a descubrir que el amor al hombre es

auténtico solamente cuando Dios ocupa el primer puesto en nuestra vida. sólo

amando a Dios de todo corazón y aprendiendo de Él a amar, podemos amar al

hombre respetándolo en su alteridad, dejándolo que sea lo que él es como

persona y no pretendiendo servirnos de él. Es lo que Dios hace con nosotros

cuando, con su amor, nos da la existencia y funda nuestra libertad.

      La unión, sin confusión, de los dos amores está en el camino de la

encarnación, que el mismo Dios empezó en Nazaret.

 

VOLVER A NAZARET - TEODORO BERZAL hsf

  

sábado, 23 de octubre de 2021

Ciclo B - TO - Domingo XXX

 24 de octubre de 2021- XXX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – Ciclo B

 

                                            "Y lo siguió por el camino"

 

-Jer 31,7-9 -Sal 125 -Heb 5,1-6 -Mc 10,46-52

 

      Marcos 14,46-52

 

      En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante

gente, el ciego Bartimeo (el hijo de Timeo) estaba sentado al borde del

camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar:

      Hijo de David, ten compasión de mí.

      Muchos le regañaban para que se callara. Pero él gritaba más:

      Hijo de David, ten compasión de mí.

      Jesús se detuvo y dijo:

      Llamadlo.

      Llamaron al ciego diciéndole:

      Animo, levántate, que te llama.

      Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús.

      Jesús le dijo:

      ¿Qué quieres que haga por ti?

      El ciego le contestó:

      Maestro, que pueda ver.

      Jesús le dijo:

      Anda, tu fe te ha curado.

      Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.

 

Comentario

 

      La Palabra de Dios se abre hoy con la página de Jeremías que anuncia

los tiempos mesiánicos en los que el Señor cuidará de todas las ovejas de su

rebaño. Esa promesa de salvación se ve realizada en Cristo que cura y salva

a quienes creen en Él, ya que es el sumo sacerdote lleno de compasión para

quienes viven en la ignorancia y el error.

      Si consideramos mas detenidamente la página del evangelio vemos que

tiene dos niveles de significado. En el primero podemos considerar el caso

personal del ciego Bartimeo que lanza un grito desde su situación de

indigencia y, a pesar de los obstáculos hace oír su petición. En un breve

diálogo con Jesús, Éste lo hace pasar desde la exposición de la necesidad de

que lo angustia (recobrar la vista) hasta la fe que salva: "Tu fe te ha

salvado" (10,52). Este diálogo con Jesús es ciertamente el punto culminante

del proceso que sigue el ciego y que va de la invocación insistente y

confiada al encuentro personal con Jesús en el que recupera la vista y llega

a la fe para terminar siguiendo al maestro en camino hacia Jerusalén.

      Precisamente ese itinerario tan bien trazado por el evangelista ha

llevado a ver a muchos comentaristas un segundo nivel de significado en el

relato.

      En primer término hay que decir que se trata del ultimo milagro operado

por Jesús en favor de una persona y, en cuanto tal, pone el punto final a esa

sección del evangelio de Marcos que se caracteriza por las enseñanzas, los

milagros y los anuncios de la pasión mientras va de camino hacia Jerusalén.

      La enseñanza sobre la fe que se desprende de este episodio deja bien

claro que ésta es la condición esencial para acompañarlo hasta el

cumplimiento de su misión en la tierra. Sólo quien cree en Él y lo confiesa

como Mesías puede compartir su destino. La historia de la fe del ciego hijo

de Timeo, es paradigmática de la experiencia de todo discípulo y remite al

lector del evangelio al comienzo de la predicación de Jesús, cuando decía:

"Convertíos y creed en el evangelio".

      La iniciación bautismal que es todo el evangelio de Marcos encuentra

en este pasaje uno de los ejemplos más característicos. Es también una

indicación de que puede siempre ser leído para volver a la fuente de toda

vida cristiana.

 

                              "Hijo de David"

 

      El título de Hijo de David dado a Jesús aparece solamente dos veces en

el evangelio de Marcos: en la invocación del ciego Bartimeo y en su discusión

con los fariseos (12,35-37). A pesar del significado mesiánico que comporta

este título, Jesús no impone silencio al ciego, como había hecho en otras

ocasiones para impedir que se rompiera el llamado secreto mesiánico. Quizá 

porque hacia el final de su vida no se prestaba ya a confusión con un papel

político.

      Meditando el evangelio desde Nazaret podemos detenernos sobre el

significado de ese título, ya que es allí donde tiene su origen y ha servido

para confesar la fe en la realidad mesiánica de Jesús. Dejando de lado los

muchos problemas exegéticos que plantean las genealogías de Jesús que Mateo

y Lucas traen en sus evangelios, podemos decir que su sentido global es

confirmar que en Jesús se ha cumplido la promesa de Dios de que el Mesías

nacería de la familia de David.

      Para los comentaristas actuales los dos evangelistas ofrecen la

genealogía de Jesús a través de José. Mateo daría una genealogía "natural",

mientras Lucas presentaría su ascendencia "legal". Sea como fuere, lo cierto

es que, al llegar a Jesús, hay un eslabón genealógico y tomando al pie de la

letra lo que escriben los evangelistas, sólo María engendra a Jesús por obra

del Espíritu Santo.

      Por otra parte, el origen davídico de Jesús queda subrayado por el

 ángel en el anuncio a María: "El Señor le dará el trono de David su padre"

(Lc 1,32). Y Jesús nace "en la ciudad de David" (Lc 2,11).

      ¿Qué‚ significado pudo tener el título de Hijo de David en boca del

ciego Bartimeo aplicado a Jesús? Quizá la explicación de esa asociación del

título de Hijo de David con el poder de curación de Jesús, al que el

evangelista hoy se refiere pueda encontrarse en la frase del viejo Simeón,

cuando, lleno del Espíritu santo, exclamó al ver al niño con María y José‚:

"Ha suscitado una fuerza de salvación en la casa de David su siervo" (Lc

1,69).

      Para el ciego, como para María y José‚ y para los primeros cristianos,

la ascendencia davídica de Jesús no era sólo un hecho biológico o de

parentesco. Confesarlo como Hijo de David era un modo de proclamar su fe en

Él y de ponerse en camino para seguirlo.

 

Señor Jesús, Hijo de David,

hoy gritamos a ti desde nuestras tinieblas.

Queremos dejar el manto de todo lo que nos estorba

y vencer las resistencias que nos impiden llegar a ti.

Queremos verte y, a través del encuentro contigo,

recibir esa luz nueva y esa fuerza

que nos permita abandonar

el lugar de miseria y marginación

para caminar con alegría y esperanza

con todo los que comparten tu destino

y te aclaman como Hijo de David.

 

                              Creer y caminar

 

      Es la misma fe la que lleva al ciego a lanzar su grito hacia el

Salvador que pasa y a ponerse luego en camino tras Él.

      Hoy podemos poner nuestra fe sobre el calco de la de este hombre. Esa

es sin duda también la intención del evangelista al escribir el relato del

milagro de la curación del ciego.

      Como para Bartimeo, muchos son los obstáculos internos y externos,

personales y de ambiente, que se oponen a ese itinerario de la fe que va de

la invocación convencida desde la propia miseria al encuentro personal con

Jesús. Y desde ese encuentro en el que el ansia de la curación material queda

transfigurada en el deseo de esa otra forma de ver que consiste en saber

quién es realmente Jesús y poderlo proclamar con libertad ante los demás.

      Y no es menos importante la segunda parte del itinerario de la fe que

consiste en el seguimiento de Jesús. El joven rico no fue capaz de dar el

paso del seguimiento porque "tenía muchas riquezas". El ciego que recobra la

vista, es, por el contrario, el modelo del discípulo que sigue a Jesús por

el camino. El primer tramo del itinerario de la fe que va desde la propia

situación al encuentro con Jesús los dos lo recorren igualmente, pero luego,

sólo el ciego siguió a Jesús.

      El contraste de los dos personajes es evidente y aleccionador en el

evangelio de Marcos. Para él (y para nosotros), solo quien es capaz de seguir

a Jesús después de haberlo encontrado es el verdadero discípulo. No valen los

caminos de fe que se quedan truncados.

 

VOLVER A NAZARET - TEODORO BERZAL hsf

sábado, 16 de octubre de 2021

Ciclo B - TO - Domingo XXIX

17 de octubre de 2021 – TO - XXIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – Ciclo B

 

           "El que quiera ser el primero, sea esclavo de todos"

 

-Is 53,2. 3. 10-11

-Sal 32

-Heb 4,14-16

-Mc 10,35-45

 

      Marcos 10,35-45

 

      En aquel tiempo, [se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago

y Juan, y le dijeron:

      Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir.

      Les preguntó:

      ¿Qué‚ queréis que haga por vosotros?

      Contestaron:

      Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu

izquierda.

      Jesús replicó:

      No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de

beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?

      Contestaron:

      Lo somos.

      Jesús les dijo:

      El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el

bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi

izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado.

      Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan.

      Jesús, reuniéndolos, les dijo: (en la forma abreviada: reuniendo a los

Doce... )

      Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los

tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros nada de eso: el que quiera

ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo

de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino

para servir y dar su vida en rescate por todos.

 

Comentario

 

      La línea principal del mensaje de este domingo parte de Cristo, Hijo

de Dios y sacerdote solidario con nosotros (2a lectura) para subrayar dos

aspectos esenciales del misterio cristiano: el servicio y el rescate que Él

ha pagado por todos. Este modo de actuar de Cristo configura un nuevo tipo

de relaciones dentro de la comunidad de sus discípulos y el modo concreto

de ejercer la autoridad.

      La pregunta de los hijos de Zebedeo revela una vez m s la incomprensión

de los discípulos del camino elegido por Jesús para salvar a los hombres. Él

no rechaza la pregunta, sino que toma pie de ella para dar una explicación

más amplia dirigida a todos sus seguidores.

      En el breve diálogo con Santiago y Juan y a través de dos imágenes

simbólicas bien conocidas den el lenguaje bíblico (el cáliz y el bautismo),

Jesús reafirma el anuncio de su pasión y muerte que había hecho

inmediatamente antes (Mc 10,33-34). Muestra al mismo tiempo que la muerte del

discípulo no puede ser distinta de la del maestro (Jn 13,16). No se trata,

sin embargo de un empeño puramente humano; es algo que el Padre "ha prepara-

do" (10,40).

      Ante la reacción de los otros discípulos, que no eran ajenos al

problema suscitado por los dos Zebedeos, Jesús los convoca a todos, casi como

en una nueva llamada, para dejar bien claro que, frente a lo que sucede en

todos los demás pueblos, en la sociedad que el crea existe un orden diverso.

En ella, quien quiera ser el primero debe hacerse siervo de todos. Es el

"orden" que Él mismo establecerá entregando su vida por todos.

      Esa situación creada por Jesús con la entrega de su vida, es normativa

para la Iglesia en dos sentidos. Primero como exigencia de continuar el mismo

estilo de vida del Maestro, pero también indica que nadie puede sustituirlo

en el primer puesto. Sólo Él, en efecto, con su muerte en la cruz, ha

rescatado a todos.

      Esa relación entre servicio a la comunidad y rescate constituye una de

las primeras confesiones de fe en Jesús como Mesías y hace eco al canto del

siervo de Yavé que la liturgia propone en la 1a lectura.

 

                           El primero en Nazaret

 

      A la luz del evangelio de hoy, no sé si es ocioso plantearse la

pregunta de quién era el primero en Nazaret.

      Desde un cierto punto de vista, es María, la madre, el centro del

hogar. En torno a su fe en la Palabra y a sus cuidados maternos se construyó

la familia de Nazaret.

      Desde otro punto de vista, evidentemente es Jesús el punto focal de

Nazaret. El Hijo de Dios une la familia divina con la familia de Nazaret y

le comunica ese valor único que da sentido a todo lo demás.

      Pero podemos decir también que el primero en Nazaret era José, porque

él, como padre de familia, tenía la autoridad. Una autoridad que en el

contexto del pueblo hebreo era a la vez social y religiosa. Era, por tanto,

la figura y mediación de la voluntad del Padre.

      ¿Quién era el primero en Nazaret? allí se vivió ya ese "orden nuevo"

de la comunidad cristiana que Cristo quiso establecer entre sus seguidores.

      En el contexto del evangelio de Mateo (23,10), las palabras de Jesús

sobre el primer puesto, parecen tener un mayor realismo nazareno, porque

están precedidas por la frase "no os llaméis 'padre' unos a otros en la

tierra", y van seguidas de esta otra expresión: "A quien se encumbra lo

Abajarán".

      Los autores cristianos, expresando una intuición común en la Iglesia,

han asignado los dos puestos reclamados por los Zebedeos a María y José‚. Su

santidad y el ministerio que ejercieron en la encarnación del Verbo los

sitúan en la órbita más cercana a Cristo (en el orden de la unión

hipostática, si se quiere decir con la expresión de Francisco Suárez),

mientras que el ministerio de los apóstoles y sus sucesores es de otro orden.

      Es difícil aventurarse a razonar sobre el puesto de cada uno en la

"gloria", porque se corre el riesgo de hace una proyección de nuestra

categorías humanas. Lo cierto es que la familia de Nazaret, ignorada a los

ojos del mundo, vivió esas dimensiones de la entrega y del servicio, basados

en la fe, que hoy leemos en el evangelio, más allá de cuanto lo pueda hacer

cualquiera otra familia o comunidad. Por eso el hogar de Nazaret, atravesado

por la espada de la cruz, vivió ya la realidad nueva de la redención traída

por Cristo.

 

Señor Jesús, venido para servir

y dar la vida por todos,

danos a manos llenas tu Espíritu de amor

para saber vivir la primacía del servicio

y de la entrega generosa.

Enséñanos tú a construir la comunidad

cada día entorno a ti.

Te pedimos esa humildad sincera

que sabe poner en el primer puesto

a quien se hace siervo de todos

y sabe ver en quien ejerce la autoridad

un representante tuyo.

 

                            Entrega y servicio

 

      Dos líneas de comportamiento se desprenden del mensaje que nos ofrece

hoy la Palabra de Dios. Una está representada por "los jefes de los pueblos",

figura de quienes pretenden imponerse por la fuerza y someter a los demás.

Frene a este modelo de vida, está el que Jesús encarna y ofrece como línea

de conducta a sus seguidores. Es importante la frase que marca el contraste

entre ambos modelos: "No es así entre vosotros" (Mc 10,43).

      La vida del cristiano debe reflejar esa actitud básica del servicio que

tiene como horizonte último el dar la vida por todos.

      El servicio que se encarna en mil detalles de la vida y en las

funciones más o menos importantes que cada uno está llamado a ejercer en la

comunidad cristiana y en la sociedad debe tener, como para Jesús la

perspectiva última de la entrega generosa de toda la vida. Sólo así podemos

rescatar de la monotonía y de la rutina tantos gestos y sacrificios un día

comenzados con amplios ideales.

      Desde esta perspectiva evangélica, podemos preguntarnos también por las

categorías con que clasificamos a las personas; ¿A quién ponemos nosotros en

los primeros puestos? ¿Quién cuenta más en nuestra estima, quien más y mejor

sirve o tenemos otras categorías que no figuran en el evangelio?

      Quien elige la línea de conducta que Cristo propone sabe de antemano

que poco a poco tendrá que llegar un día hasta la muerte en la cruz.

 

VOLVER A NAZARET – TEODORO BERZAL hsf

 

 

 

 

Señor Jesús, venido para servir<br />

y dar la vida por todos,<br />

danos a manos llenas tu Espíritu de amor<br />

para saber vivir la primacía del servicio<br />

y de la entrega generosa.<br />

Enséñanos tú a construir la comunidad<br />

cada día entorno a ti.<br />

Te pedimos esa humildad sincera<br />

que sabe poner en el primer puesto<br />

a quien se hace siervo de todos<br />

y sabe ver en quien ejerce la autoridad<br />

un representante tuyo.<br />

Teodoro Berzal hsf<br />

  

sábado, 9 de octubre de 2021

Ciclo B - TO - Domingo XXVIII

 10 de octubre de 2021 - XXVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – Ciclo B

 

                                                          "Sígueme"

 

-Sab 7,7-11

-Sal 89

-Heb 4,12-13

-Mc 10,17-30

 

 

      Marcos 10,17-30

 

      En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno

corriendo, se arrodilló y le preguntó:

      ¿Maestro bueno, qué haré‚ para heredar la vida eterna?

      Jesús le contesta:

      ¿Por qué‚ me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios.

      Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no roba-

rás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre.

      Él replicó:

      Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño.

      Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo:

      Una cosa té falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los

pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme.

      A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era

muy rico.

      Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos:

      ¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios!

      Los discípulos se extrañaron de estas palabras. Jesús añadió:

      ¡Hijos, ­qué difícil les es entrar en el Reino de Dios a los que ponen

su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de

una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios.

      Ellos se espantaron y comentaban:

      ¿Entonces, ­quién puede salvarse?

      Jesús se les quedó mirando y les dijo:

      Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo.

      Pedro se puso a decirle:

      Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.

      Jesús dijo:

      Os aseguro, que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o

padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirán ahora, en este

tiempo, cien veces más casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y

tierras, con persecuciones, y en la edad futura la vida eterna.

 

Comentario

 

      El mensaje de la Palabra de Dios en este domingo se centra en una

fuerte invitación a esa sabiduría verdadera que consiste en elegir los bienes

auténticos y que tiene como acto culminante la decisión de seguir a Cristo.

      La 1a. lectura nos presenta el gesto de Salomón, prototipo del sabio,

que dejando de lado las riquezas y los honores pide ante todo la sabiduría

y la capacidad de discernimiento para guiar a su pueblo en conformidad con

la voluntad divina. Los versículos que siguen al texto litúrgico muestran

como la elección de la sabiduría no es incompatible con los otros bienes, al

contrario, los atrae todos.

      Se introduce así, de modo espléndido, el episodio evangélico en el que

Jesús, sabiduría absoluta, pone primero al personaje que se le acerca y luego

a sus discípulos en esa coyuntura que lleva a optar por elegirlo a ‚l antes

que a ninguna otra cosa.

      Las palabras de Jesús y su mirada penetrante al rico que pretendía

obtener la vida eterna, muestran la radicalidad del gesto que se pide. No es

suficiente el cumplimiento de la ley en todos sus puntos, es necesaria esa

fe que reconoce en Dios el sumo bien ("Dios será tu riqueza") y que como

consecuencia lleva a relativizar todos los demás bienes. A la luz de la

experiencia humana reflejada perfectamente en la comparación que Jesús hace

con el camello y la aguja, los bienes de este mundo tienden a ocupar ese

primer puesto que sólo corresponde a Dios.

      Esa valoración de todos los bienes con respecto al único necesario

debe, sin embargo, concretizarse en un seguimiento de Cristo: "Sígueme". Como

para decir que la liberación de las riquezas debe ser permanente y

constantemente motivada por la adhesión a Jesús. La recompensa prometida al

seguimiento no puede llevar nunca a instrumentalizar el desprendimiento de

las cosas en función de otros bienes del mismo género.

 

                          La sabiduría de Nazaret

 

      Si nos situamos en Nazaret y desde allí leemos el evangelio de hoy, hay

varios aspectos que cobran un relieve especial.

      En primer lugar está la opción radical por Jesús que hicieron María y

José. Nadie mejor que ellos "siguieron" a Jesús y lo pusieron en el centro

de su existencia, dejando todas las cosas para asumir ese camino nuevo que

Dios les indicó: toda su vida fue para Cristo.

      La opción radical que Jesús pide en el evangelio de hoy, va m s allí 

de las solas fuerzas humanas y nos introduce en ese nivel de gracia donde hay

que fiarse totalmente de Dios. Su respuesta a la objeción de los discípulos,

"todo es posible para Dios" , nos recuerda la que el  ángel dio a María: "Para

Dios nada hay imposible" (Lc 1,37), que a su vez hace eco a la que Dios dijo

a Abraham en Gen 18,14, cuando se le prometió tener un hijo en la vejez.

      La enumeración que Jesús hace de las cosas que hay que dejar para

seguirlo, especifica el "todo" de que Pedro había hablado poco antes. Y en

esa enumeración de Jesús sentimos el gran peso afectivo de los términos que

emplea. Los de mayor relieve son evidentemente de orden familiar. Tenemos de

ese modo una valoración de esos vínculos vitales por los que se puede definir

la identidad misma de una persona en su relación con los demás. Jesús dice

que frente al valor de la salvación que ‚l mismo representa y ofrece, todo,

incluso la familia, es menos importante.

      Pero el hecho mismo de que las relaciones familiares hayan servido como

punto extremo de referencia indica la importancia que para ‚él tenían. Además

esos mismos vínculos familiares ser n los que servir n para definir esa nueva

familia a la que se accede mediante la vinculación con Jesús. El mismo fue

el primero que abandonó casa y familia "por el evangelio" y fue así como se

hizo hermano de todos.

      No todos tiene las tantas riquezas que llevaron al hombre del

evangelio de hoy a volverse a casa entristecido, declinando la invitación de

Jesús, pero quizás, ese otro capital de los afectos humanos, den a muchos la

posibilidad de poner a prueba el radicalismo evangélico que todos estamos

llamados a vivir.

 

Padre bueno, danos esa sabiduría de la vida

que lleva a saber dejarlo todo para seguir a Cristo.

Tú, tesoro nuestro y familia nuestra,

vales más que ninguna otra cosa.

Enséñanos el camino que lleva a esa libertad suprema

de elegir el sumo bien.

Danos hoy poder acoger con amor la mirada

y la invitación de Jesús,

y caminar tras las huellas de quien,

rico como era, se desprendió de todo

para enriquecernos con su pobreza.

 

                          La sabiduría de la vida

 

      Si dejamos que la Palabra, como espada de doble filo, penetre en lo m s

¡íntimo de nosotros mismos, tendremos que llegar a esas opciones importantes

que el evangelio nos propone.

      Tanto el sabio y poderoso Salomón como los rudos pescadores de Galilea,

como cualquiera de nosotros, nos vemos abocados a discernir y elegir los

verdaderos valores si queremos "heredar la vida".

      En la perspectiva evangélica, dicha elección no puede hacerse

independientemente de la opción por Cristo; de manera que elegir el bien,

quiere decir seguirlo a Él.

      Ahora bien, a esa opción primera y fundamental debe seguir un estilo

de vida conforme al evangelio. Y es precisamente en lo concreto de la vida

donde se plantea el problema del discernimiento de los verdaderos bienes y

valores.

      La tentación de volver a las seguridades materiales o afectivas que un

día se han dejado, es permanente. La apuesta de la fe se plantea así como

tensión permanente. La constatación de que los otros bienes (las "cien casas

y hermanos y madres... ") están ahí, no rompe el drama del despojo al que

lleva la opción permanente por Jesús.

      Hay una sabiduría de la vida que consiste en dejarse llevar por el

Espíritu Santo de manera permanente. Se alimenta de la oración y de esa

atención permanente a los signos que Dios nos va enviando en nuestra propia

vida y en lo que vemos a nuestro alrededor.

 

VOLVER A NAZARET – TEODORO BERZAL hsf