sábado, 25 de mayo de 2019

Ciclo C - VI Domingo de Pascua


26 de mayo de 2019 - VI DOMINGO DE PASCUA – Ciclo C

                           "Y viviremos con él"

      Hechos 15,1-2.22-29

      En aquellos días, unos que bajaban de Judea se pusieron a enseñar a los
hermanos que, si no se circuncidaban como manda la ley de Moisés, no podían
salvarse. Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y
Bernabé; y se decidió que Pablo, Bernabé‚ y algunos más subieran a Jerusalén
a consultar a los Apóstoles y presbíteros sobre la controversia.
      Los Apóstoles y los presbíteros con toda la iglesia acordaron entonces
elegir algunos de ellos y mandarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Eligie-
ron a Judas Barsabás  y Silas, miembros eminentes de la comunidad, y les
entregaron esta carta: "Los Apóstoles, los presbíteros y los hermanos saludan
a los hermanos de Antioquía, Siria y Cilicia convertidos del paganismo.
      Nos hemos enterado de que algunos de aquí, sin encargo nuestro, os han
alarmado e inquietado con sus palabras. Hemos decidido por unanimidad elegir
algunos y enviároslos con nuestros queridos Bernabé y Pablo, que han dedicado
su vida a la causa de nuestro Señor. En vista de esto mandamos a Silas y a
Judas, que os referirán lo que sigue: Hemos decidido, el Espíritu Santo y
nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables: que no os
contaminéis con la idolatría, que no comáis sangre ni animales estrangulados
y que os abstengáis de fornicación.
      Haréis bien en apartaros de todo esto. Salud".

      Apocalipsis 21,10-14.22-23

      El  ángel me transportó en espíritu a un monte altísimo y me enseñó la
ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, enviada por Dios trayendo la
gloria de Dios.
      Brillaba como una piedra preciosa, como jaspe traslúcido.
      Tenía una muralla grande y alta y doce puertas custodiadas por doce
 ángeles, con doce nombres grabados: los nombres de las tribus de Israel.
      A oriente tres puertas, al norte tres puertas, al sur tres puertas, y
a occidente tres puertas.
      El muro tenía doce cimientos que llevaban doce nombres: los nombres de
los Apóstoles del Cordero.
      Templo no vi ninguno, porque es su templo el Señor Dios Todopoderoso
y el Cordero.
      La ciudad no necesita ni luna que la alumbre, porque la gloria de Dios
la ilumina y su lámpara es el Cordero.

      Juan 14,23-29

      En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
      - El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos
a él y haremos morada en él.
      El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis
oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.
      Os he hablado ahora que estoy a vuestro lado, pero el Paráclito, el
Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe
todo y os vaya recordando todo lo que he dicho.
      La Paz os dejo, mi Paz os doy: No os la doy como la da el mundo. Que
no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: "Me voy y
vuelvo a vuestro lado." Si me amarais os alegraríais de que yo vaya al Padre,
porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda,
para que cuando suceda, sigáis creyendo.

Comentario

      El domingo pasado hemos meditado que cumplir el mandamiento del amor
es posible porque el mismo Cristo, que nos manda amar como Él amó, está pre-
sente en nosotros mediante su Espíritu. Hoy el evangelio nos invita a
contemplar la presencia de las divinas personas en quien acoge el mensaje de
Jesús iniciando con Él una relación íntima y personal, como decía el evange-
lio del buen pastor.
      El Dios que ya desde el principio se había acercado al hombre y con él
"paseaba por el jardín" (Gn 3,8), el Dios que quiso ser huésped de Abrahán
(Gn 18) e hizo alianza con él, el Dios que quiso habitar en medio de su
pueblo (Ex 29,45) y tener morada en Jerusalén (IRe 8,27), "cuando llegó la
plenitud de los tiempos", "acampó entre nosotros" Jn 1,14.
      El texto que leemos hoy muestra cómo, a partir de Jesús, la presencia
de Dios no está ligada a tiempos o lugares, sino a la actitud profunda de la
persona frente a Él. "Si uno me ama hará caso de mi mensaje, mi Padre lo
amará y los dos vendremos con él y viviremos con él". Se trata de una
presencia profundísima y personal. Dios habita (vive con) quien acepta a
Jesús y su mensaje. Es una presencia de comunión que introduce al creyente
en el círculo del amor del Padre y del amor del Padre y del Hijo mediante la
acción del Espíritu Santo. De esta forma la persona se convierte en la casa
de Dios, su templo vivo. "¿Habéis olvidado que sois templo de Dios y que el
Espíritu de Dios habita en vosotros?" ICo 3,16.
      Juan subraya la fusión reveladora del Espíritu Santo. Las palabras
dichas por Jesús deben ser acogidas, asimiladas, incorporadas a nuestro
vivir. El Espíritu Santo es quien nos enseña en cada momento a vivir como
cristianos, a descubrir la profundidad de nuestra existencia, a actuar en
conformidad con lo que llevamos dentro desde el día del bautismo. "Os lo
enseñará todo". El es quien nos enseña ese modo nuevo de vivir caracterizado
por la presencia de Jesús en nosotros. Porque si Jesús se va, se aleja con
su muerte es para ir al Padre y estar de nuevo con Él presente en quien cree.
      Este nuevo modo de vivir viendo a Jesús allí donde el mundo no lo ve
("el mundo no me verá, mas vosotros sí me veréis" Jn 14,19), da la paz. Una
paz que Jesús da y que el mundo no puede dar.     

                           Presencia en Nazaret

      La voluntad de acercamiento de Dios al hombre llegó a su culmen cuando
"la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros" Jn 1,14. En Nazaret el
Dios hecho hombre vivió entre los hombres, estuvo cercano a los hombres,
compartió su vida, su trabajo, sus inquietudes.
      El Jesús que anunció en el evangelio su presencia con el Padre y el
Espíritu Santo en quien lo acoge, lo anunció también con su vida en Nazaret
al hacerse presente y cercano a cada hombre, al hacerse Él mismo hombre, en
el seno de María.
      María y José son quienes vivieron más prolongadamente y con más in-
tensidad la presencia de Dios hecho hombre en su casa.
      El salto de Dios hacia el interior de cada hombre pasó por la expe-
riencia de Nazaret. Y esto no porque Nazaret sea una zona intermedia, como
si Dios necesitara acostumbrarse a lo humano, sino porque en Nazaret Jesús
no sólo fue acogido en la casa, en el ambiente, en su manera de ser, lo fue
también en el fondo del alma, ¡y de qué modo!, por la fe.
      Cuando Jesús anuncia su presencia en las personas que acogerán su men-
saje, pensaría en primer lugar en su Madre María que ya desde el principio
no sólo había formado su cuerpo sino que lo había acogido en la fe.
      Una vez más podemos decir que lo que se vivió en Nazaret es a la vez
la primera realidad y anuncio y figura de lo que se vivirá en la Iglesia.

                              Nazaret soy yo

      El Espíritu Santo enseña todo en el tiempo de la Iglesia y va recor-
dando a los cristianos lo que Jesús dijo. Descubre a través del tiempo y en
cada época la plenitud del evangelio.
      En todos los momentos de la historia de la Iglesia ha habido quienes
se han sentido movidos por el Espíritu Santo para vivir el evangelio de
Nazaret: la pobreza, el silencio, la vida de familia que allí llevó el Hijo
de Dios con María y José.
      Vivir en Nazaret es un modo de vivir cristiano como tantos otros. Cada
palabra del evangelio tiene allí un sabor especial. La que hoy promete la
presencia de las divinas personas en quien ama a Jesús y acepta su mensaje,
tiene una honda resonancia nazarena porque, como hemos visto, es cierto que
Jesús vivió en Nazaret, pero estuvo sobre todo presente en las personas que
allí lo acompañaron.
      Poniendo en primer plano las personas, se comprende fácilmente que lo
importante no es ya, a partir de la resurrección de Cristo, éste o el otro
lugar, sino la actitud que se adopta ante su persona y su mensaje. Además el
Nazaret de la tierra de Israel, sin templo, sin rey, sin historia, es la
confirmación más clara de cuán poco importan los sitios.

            Decid, si preguntan dónde
            que Dios está, sin mortaja
            en donde un hombre trabaja
            y un corazón le responde. (Himno de sexta).

      Recrear el misterio de Nazaret se puede en cualquier parte del mundo.
La condición primera es que el Espíritu Santo haya actuado de tal modo en el
corazón de una persona o de un grupo de personas que el Padre y el Hijo hayan
venido a vivir con él.
      Nazaret nos hace intuir lo que puede significar ese vivir Dios con
nosotros, de manera íntima y prolongada, hasta dónde puede llegar la comunión
de vida con Dios y la familiaridad que se puede tener con Él, lo que es vivir
en alianza con Dios. Desde Nazaret se vislumbra ya el momento en el que "Dios
lo será todo en todos".

TEODORO BERZAL hsf

sábado, 18 de mayo de 2019

Ciclo C - V Domingo de Pascua


19 de mayo de 2019 - V DOMINGO DE PASCUA - Ciclo C

"Amaos como yo os he amado"

      Hechos 14,21b-26

      En aquellos días volvieron Pablo y Bernabé a Listra, a Iconio y a
Antioquía, animando a los discípulos y exhortándolos a perseverar en la fe
diciéndoles que hay que pasar mucho para entrar en el Reino de Dios.
      En cada iglesia designaban presbíteros, oraban, ayunaban y los encomen-
daban al Señor en quien habían creído. Atravesaron Pisidia y llegaron a
Panfilia. Predicaron en Perge, bajaron a Atalía y allí se embarcaron para
Antioquía, de donde los habían enviado, con la gracia de Dios, a la misión que
acababan de cumplir. Al llegar, reunieron a la comunidad, les contaron lo que
Dios había hecho por medio de ellos y cómo había abierto a los gentiles la
puerta de la fe.

      Apocalipsis 21,1-5a

      Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo
y la primera tierra han pasado, y el mar ya no existe.
      Vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, en-
viada por Dios, arreglada como una novia que se adorna para su esposo.
Y escuché una voz potente que decía desde el trono: Esta es la morada de Dios
con los hombres: acampará entre ellos. Ellos serán su pueblo y Dios estará
entre ellos.
      Enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte, ni luto, ni
llanto, ni dolor. Porque el primer mundo ha pasado. Y el que estaba sentado
en el trono dijo: "Ahora hago el universo muevo".

      Juan 13,31-33a.34-35

      Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús:
      - Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en Él.
(Si Dios es glorificado en Él, también Dios lo glorificará en sí mismo:
pronto lo glorificará).
      - Hijos míos, me queda poco tiempo de estar con vosotros.
      - Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he
amado. La señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os
améis unos a otros.

Comentario

      Para adentrarnos en el significado del gran mandamiento del amor, será
conveniente situarnos en el contexto en que fueron pronunciadas las palabras
que lo expresan. Fue durante la noche de la última cena, y en la perspectiva
más amplia, en el contexto de toda la vida de amor y entrega a los demás de
Jesús. Podemos verlo también a la luz de la nueva alianza establecida en su
persona mediante la efusión del Espíritu Santo.
      En la tarde del jueves santo, estableciendo una clara conexión con la
pascua judía, memoria de la liberación de Egipto y de la alianza del Sinaí,
Jesús celebra con sus discípulos la cena de la nueva alianza, anticipación
del sacrificio que tendría lugar al día siguiente. Hacia el final de la cena,
Jesús da a Judas con el bocado de honor, la prueba de su amor y la
confirmación de haberlo elegido, como a los otros once, para ser apóstol...
Pero en aquel momento terminó de fraguarse en su corazón la traición hacia
su maestro. "Judas tomó el pan y salió inmediatamente. Era de noche". Jn.
13,30.
      Y precisamente en aquella noche oscura de la traición, Jesús pronuncia
las palabras del mandamiento del amor. "La luz brilló en las tinieblas" Jn
1,5. Precisamente en la oscuridad del pecado, Dios manifiesta su amor infi-
nito y revela su gloria, es decir, su divinidad en su Hijo hecho hombre. Es
el momento en que "acaba de manifestarse la gloria de este Hombre y por Él
la de Dios".
      La "hora" de Jesús es el momento de su pasión, muerte y resurrección.
En el camino hacia esa "hora" Jesús manifiesta su gloria y revela el amor de
Dios "que ha amado tanto a los hombres...".
      El misterio pascual descubre la perspectiva completa de la vida terrena
de Jesús. A su luz, la encarnación, su vida pobre y sencilla, todos sus
gestos de ayuda, de afecto, de entrega, todas sus palabras, todos los
milagros brillan con un amor total y desinteresado. "Si os amáis, todos
sabrán que sois mis discípulos". No haréis más que calcar en vuestra vida lo
que ha sido un gesto permanente en la mía.
      El mandamiento del amor es la ley de la nueva vida de los creyentes en
Cristo. Pero la exigencia de esta ley viene precedida por el don del Espíritu
Santo en el corazón del creyente. Lo que exige el mandamiento (un amor como
el de Cristo) viene anticipado como don y como gracia (el amor de Cristo nos
es dado por el Espíritu Santo). De este modo todo cristiano puede decir con
San Agustín: "Dat quod jubes et jube quod vis" (Dame lo que me mandas y
mándame lo que quieras") Confesiones X, 29,40.
O como Santa Teresa de Lisieux: "­Cuánto amo, Señor, tu mandamiento! Me da
la certeza de que tú quieres amar en mí a todos aquellos a quienes me mandas
amar".

                              Amor en Nazaret

      La vida en Nazaret es una realidad marcada ya por la nueva alianza. De
algún modo la "hora" de Jesús y la efusión del Espíritu Santo tuvieron allí
ya su anticipación.
      El mandamiento nuevo, coherente con la realidad de gracia de la nueva
alianza, se vivió ya en Nazaret.
      María fue llamada ya desde el principio al amor total, a poner toda su
persona a disposición de Dios, a vivir para Jesús y José y después para la
Iglesia naciente y de todos los tiempos. Ella, la llena de gracia.
      José‚ aceptó plenamente entrar en el plan de salvación, renunciando a
su propio proyecto de vida. Su existencia fue un servicio continuo a la
familia. Cuando Jesús dijo: "como yo os he amado", en ese "os" bien pueden
entrar también María y José.
      Pero lo que constituye la naturaleza nueva del amor cristiano es la
fuente de donde ese amor nace. Es el Espíritu Santo infundido en el corazón
del creyente. Es Él quien lo mueve a amar con un amor que va más allá de las
posibilidades del corazón humano porque procede del mismo Dios.
      Si esto es así, no podemos dudar de que en Nazaret esa realidad del
amor de Dios, derramado en el interior de las personas se desarrolló en un
dinamismo inimaginable.
      Además, el amor de Nazaret no se cerró en una felicidad idílica de
donación recíproca. El Nazaret de los treinta años se abrió como una semilla
madura, cayó y se deshizo para que pudiera brotar una comunidad más grande,
un Nazaret nuevo, no circunscripto ya por el espacio ni por el tiempo.
      Desde el núcleo del amor de Nazaret avanzó Jesús hacia su "hora" para
abrir de par en par las puertas del Espíritu Santo a todos los hombres.

Vivir el amor

      El pueblo de la nueva alianza vive en el amor ante todo como un don de
Dios, como fruto de la actividad del Espíritu Santo que habita en el corazón
del creyente. Esta situación de amor creada por Dios en el íntimo de la
persona es el origen de todo el dinamismo cristiano, que se manifiesta en los
mil modos de su actuar. La caridad puede así ser llamada la nueva ley o la
ley de la nueva alianza. "Nueva" por su contenido, pero "nueva", sobre todo,
por el modo como viene actuada.
      La ley antigua fue dada al hombre desde el exterior, quedando su co-
razón inmutado. La nueva ley primero es realizada en el corazón del creyente
y sólo después es exigido su cumplimiento. Es una ley "no escrita con tinta,
sino con Espíritu de Dios vivo, no en tablas de piedra, sino en tablas de
carne, en el corazón" 2 Cor. 3,3.
      Si no fuera así ni siquiera el mandamiento de Jesús -"Amaos los unos
a los otros como yo os he amado"- podría llamarse completamente nuevo, pues
quedaría desconectado de la lógica de la nueva alianza.
      El amor cristiano brota del fondo de la persona. Y no sólo como pro-
yección de los estratos más íntimos de su personalidad, sino como mani-
festación de lo que Dios ha operado en ella.
      Esta es la realidad que da verdadero peso al amor cristiano.

TEODORO BERZAL hsf



sábado, 11 de mayo de 2019

Ciclo C - IV Domingo de Pascua


12 de mayo de 2019 - IV DOMINGO DE PASCUA – Ciclo C

                         "Yo y el Padre somos uno"

      Hechos 13,14.43-52

      En aquellos días, Pablo y Bernabé desde Perge siguieron hasta Antioquía
de Pisidia; el sábado entraron en la sinagoga y tomaron asiento.
      Muchos judíos y prosélitos practicantes se fueron con Pablo y Bernabé,
que siguieron hablando con ellos, exhortándolos a ser fieles al favor de
Dios.
      El sábado siguiente casi toda la ciudad acudió a oír la Palabra de
Dios. Al ver el gentío, a los judíos les dio mucha envidia y respondían con
insultos a las palabras de Pablo.
      Entonces Pablo y Bernabé‚ dijeron sin contemplaciones: Teníamos que
anunciaros primero a vosotros la Palabra de Dios; pero como la rechazáis y
no os consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos a los
gentiles. Así nos lo ha mandado el Señor: "Yo te haré luz de los gentiles,
para que seas la salvación hasta el extremo de la tierra".
      Cuando los gentiles oyeron esto, se alegraron mucho y alababan la Pala-
bra del Señor, y los que estaban destinados a la vida eterna, creyeron.
      La Palabra del Señor se iba difundiendo por toda la región. Pero los
judíos incitaron a las señoras distinguidas y devotas y a los principales de
la ciudad, provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé‚ y los expulsaron
del territorio.
      Ellos sacudieron el polvo de los pies, como protesta contra la ciudad
y se fueron a Iconio. Los discípulos quedaron llenos de alegría y de Espíritu
Santo.

      Apocalipsis 7,9.14b-17

      Yo, Juan, vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda
nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y del Cordero,
vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos.
      Y uno de los ancianos me dijo: Estos son los que vienen de la gran
tribulación, han lavado y blanqueado sus mantos en la sangre del Cordero.
      Por eso están ante el trono de Dios dándole culto día y noche en su
templo.
      El que se sienta en el trono acampará entre ellos.
      Ya no pasarán hambre ni sed, no les hará daño ni el sol ni el bochorno.
Porque el Cordero que está delante del trono será su pastor, y los conducirá 
hacia fuentes de aguas vivas.
      Y Dios enjugará las lágrimas de sus ojos.

      Juan 10,27-30

      En aquel tiempo, dijo Jesús:
      - Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, y yo
les doy la vida eterna; no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de
mi mano.
      - Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos y nadie puede arrebatar-
las de la mano de mi Padre.
      - Yo y el Padre somos uno.

Comentario

      A través de la imagen del pastor y las ovejas, el Evangelio nos des-
cribe hoy de modo profundo y bello la relación personal que existe entre
Cristo y sus discípulos.

      "Mis ovejas obedecen mi voz, yo las conozco y ellas me siguen". Más que
una sucesión de actos distintos, estas frases indican los polos de una rela-
ción personal caracterizada por la reciprocidad del amor. La alternancia de
las acciones expresa el dinamismo de la amistad, que implica mutua acepta-
ción, comprensión y compromiso. La fuerza y radicalidad de los verbos, sin
otros adornos, indican la profundidad de la relación. La forma de la
explicación centra toda la atención en Jesús: mis ovejas, mi voz, yo las
conozco, me siguen.
      La relación personal con Jesús crea en quien lo sigue una realidad
nueva, una vida nueva y eterna. Esta vida es un don que procede sólo de Él.
Y esta relación personal creada por el don de la vida nueva es tan fuerte que
nadie podrá  destruirla. La fuerza está precisamente en que la vida nueva se
funda en Él, en Cristo.
      Cristo "el mayor de una multitud de hermanos" (Rm 8,29), considera a
sus discípulos como dones del Padre: "Yo te ruego por ellos; no te ruego por
el mundo, sino por los que me has confiado; porque son tuyos" Jn 17,9. La
relación con Cristo crea, pues, también una nueva relación con el Padre.
"Nuestra comunión lo es con el Padre y con su Hijo, Jesús, el Mesías" I Jn
1,3.
      "Y nadie puede arrancar nada de la mano del Padre". La frase puede
tener dos sentidos. Puede indicar la fuerza de esta relación nueva, sólida
y profunda, fundada en el amor que el Padre tiene a quienes siguen a Jesús.
Pero puede indicar que la vida nueva con Jesús y con el Padre no se puede
obtener por la fuerza. La fraternidad con Jesús es, en efecto, donación del
Padre. "Estos no nacen por impulso de la carne ni por deseo de varón, sino
que nacen de Dios" Jn 1,13.
      La unidad que existe entre el Padre y el Hijo en el Espíritu Santo es
el punto de referencia para la unión entre Cristo y sus discípulos y de éstos
entre sí. Por esta unidad oró Jesús antes de su pasión: "Padre santo, protege
tú mismo a los que me has confiado para que sean uno como lo somos nosotros"
Jn 17,11. "Que sean todos uno, como tú Padre estás conmigo y yo contigo" Jn
17,22. "Yo les he dado a ellos la gloria que tú me diste, la de ser uno como
lo somos nosotros, yo unido a ellos y tú conmigo, para que queden realizados
en la unidad" Jn 17,23.
      La unidad entre el Padre y el Hijo no es tan solo un ideal o una meta
a la que aspirar, es ya una realidad presente en los cristianos quienes,
habiendo recibido el Espíritu Santo, pueden llamar a Dios padre como Jesús.
"Mirad qué magnífico regalo nos ha hecho el Padre: que nos llamemos hijos de
Dios; y además lo somos" IJn 3,1.

                            Jesús, María y José

      ¿Quién podría describir la relación personal existente entre Jesús y
María, entre Jesús y José‚ entre Jesús, María y José‚ en el tiempo de Nazaret?

      Durante los meses de la gestación, el canto del Magnificat y la visita
a Isabel nos permiten descubrir algo de la nueva situación creada en María
a partir de la encarnación. "Difícilmente podrá  la mente concebir, y la
lengua expresar, y la intuición más penetrante adivinar, cuál fue la amplitud
y profundidad de la vivencia en Dios, de nuestra madre por esta época. El
mundo interior de María debió enriquecerse poderosamente en estos nueve
meses, en orden físico, psíquico y espiritual. Aquello debió ser algo único
e inefable" I. LARRAÑAGA, El silencio de María p. 173.
      Esa relación maravillosa de Madre e Hijo centró por así decir toda la
vida de María. Durante los primeros años de la vida de Jesús iría matizándose
con todos los colores de la ternura, afecto y confianza. Al crecer Jesús en
Nazaret iría enriqueciéndose con los mil detalles de la vida en común. El
Evangelio sólo alude a este amor materno-filial cuando dice que, al constatar
la pérdida de Jesús, sus padres lo buscaron "angustiados".
      Lo mismo habría que decir de la relación que se creó entre Jesús y
José. Llamado a ser padre de Jesús, sin haber intervenido en su generación,
José‚ debió no sólo asumir las funciones de padre, sino serlo de verdad.
Cuando Jesús quiso enseñar a los hombres cómo es Dios, les dijo que es un
Padre. Difícilmente hubiera podido hacerlo si no hubiera tenido una
experiencia directa, clara y positiva de lo que es un padre aquí en la
tierra. Y esa experiencia la adquirió viviendo con José‚ en Nazaret.
      Pero María y José‚ tuvieron que dar un paso más en su relación con Je-
sús. También ellos tuvieron que hacer la larga travesía de la fe hasta llegar
a descubrir que su hijo era a la vez su Señor.
      El Evangelio sólo da algunas indicaciones sobre la experiencia de María
que la llevó de ser la Madre de Jesús a ser la Madre de la Iglesia a través
del misterio de la cruz. De algún modo María tuvo que "olvidarse" de que era
la Madre según la carne y experimentar que "la carne no vale nada" Jn
6,63,para entrar en el nuevo modo de vivir de Cristo a partir de la Reus-
rrección y su nueva función de Madre de la Iglesia nacida en Pentecostés.
Algo de esto había ya anticipado Jesús cuando en el templo de Jerusalén les
había dicho que Él tenía que estar en la casa de su Padre.

                       Jesús, María, José‚ y nosotros

      El evangelio de este domingo nos habla de nuestra relación personal con
el Cristo que vive hoy.
      La comunidad que vivió en Nazaret con Jesús nos muestra de manera ma-
ravillosa cómo desde la trama de las relaciones humanas se da el salto de la
fe. Sin negar nada de lo humano, sin romper nada de cuanto tiene un valor
tenemos que aprender a vivir la dimensión nueva de la fe.
      Nuestra relación personal con Cristo madura y se fortalece en el con-
tacto con Él. En el encuentro de la vida a través de las situaciones y las
cosas y en el encuentro inmediato, de tú a tú, de la oración.
      Nazaret es el modelo de cómo la experiencia de vivir con Jesús puede
centrar todas las componentes de la persona en Él y cómo puede estructurarse
una comunidad entorno a su persona.
      Lejos de ser una comunidad intimista que exagera el aspecto senti-
mental, la relación personal con Cristo nos coloca en una dinámica de madura-
ción, de equilibrio y de libertad que lleva a la construcción de la persona
de manera íntegra y a la edificación de una comunidad de personas en todos
los ámbitos.

TEODORO BERZAL hsf