VIERNES
DENTRO DE LA OCTAVA DE NAVIDAD
FIESTA DE LA
SAGRADA FAMILIA: JESUS, MARIA Y JOSE
"...que se llamaría Nazareno"
Eclesiástico 3,3-7.
14-17a
Dios hace al padre
más respetable que a los hijos y afirma la autoridad
de la madre sobre la prole.
El que honra a su
padre expía sus pecados, el que respeta a su madre
acumula tesoros; el que honra a su padre se alegrará de sus
hijos, y cuando
rece, será escuchado; el que respeta a su padre tendrá larga
vida, al que
honra a su madre el Señor le escucha.
Hijo mío, sé
constante en honrar a tu padre, no lo abandones mientras
viva; aunque flaquee su mente, ten indulgencia, no lo
abochornes, mientras
seas fuerte.
La piedad para con
tu padre no se olvidará, será tenida en cuenta para
pagar tus pecados.
Colosenses 3,12-21
Hermanos: Como
pueblo elegido de Dios, pueblo sacro y amado, sea vuestro
uniforme: la misericordia entrañable, la bondad, la
humildad, la dulzura, la
comprensión.
Sobrellevaos mutuamente
y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra
otro.
El Señor os ha
perdonado: haced vosotros lo mismo.
Y por encima de
todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad
consumada.
Que la paz de
Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón: a ella habéis
sido convocados, en un solo cuerpo.
Y sed agradecidos:
la Palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su
riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; exhortaos
mutuamente.
Cantad a Dios,
dadle gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos
inspirados.
Y todo lo que de
palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre de
Jesús, ofreciendo la Acción de gracias a Dios Padre por
medio de Él.
Mujeres, vivid bajo
la autoridad de vuestros maridos, como conviene en el
Señor.
Maridos, amad a
vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas.
Hijos, obedeced a
vuestros padres en todo, que eso le gusta al Señor.
Padres, no
exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan los ánimos.
Mateo 2,13-15.19-23
Cuando se marcharon
los Magos, el Ángel del Señor se apareció en sueños
a José y le dijo:
-Levántate, coge al
niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta
que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para
matarlo.
José se levantó,
cogió al niño y a su madre de noche; se fue a Egipto y
se quedó hasta la muerte de Herodes; así se cumplió lo que
dice el Señor por
el profeta: "Llamé‚ a mi hijo para que saliera de
Egipto".
Cuando murió
Herodes, el Ángel del Señor se apareció de nuevo en sueños
a José en Egipto y le dijo:
-Levántate, coge al
niño y a su madre y vuélvete a Israel; ya han muerto
los que atentaban contra la vida del niño.
Se levantó, cogió
al niño y a su madre y volvió a Israel. Pero al
enterarse de que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de
su padre Herodes,
tuvo miedo de ir allí. Y avisado en sueños, se retiró a
Galilea y se
estableció en un pueblo llamado Nazaret. Así se cumplió lo
que dijeron los
profetas, que se llamaría Nazareno.
Comentario
Los textos de la
liturgia de hoy están elegidos en función de la fiesta
que se celebra e ilustran algunos aspectos importantes de su
contenido.
La fiesta de la
Sagrada Familia, colocada a continuación de la Navidad,
nos dice ya por intuición que la encarnación del Verbo y su
nacimiento tienen
una prolongación natural en su vida de familia con María y
José y, para
nosotros, otra prolongación en la economía sacramental del
año litúrgico.
El evangelio de
Mateo que leemos hoy, es la parte final de los episodios
correspondientes a la infancia de Cristo. Como es sabido,
este evangelista
distribuye dichos episodios presentándolos como cumplimiento
de lo dicho por
los profetas acerca del Mesías y cita explícitamente algunas
frases de la
Escritura en este sentido.
En el pasaje de hoy
son dos las citas y ambas tienen su interés. La orden
dada por Dios a José por medio del Ángel de ir a Egipto
conlleva el
cumplimiento de una palabra de Oseas. El texto del profeta
suena así: "Cuando
Israel era niño, lo amé y desde Egipto llamé a mi hijo"
(Os 11,1). Mateo toma
sólo la última parte del versículo, pero leyendo el texto
profético por
completo queda claro el sentido que lo que Dios quiere de su
pueblo es que
repita la experiencia del éxodo y que se convierta a Él.
Aplicándolo el
evangelista directamente a Jesús, realiza una
personificación muy signifi-
cativa. Jesús encarna así a todo el pueblo elegido. Es de
notar además que
en casi todas las referencias bíblicas de Mateo en estos
episodios de la
infancia de Jesús, aparece la palabra "hijo". En
este caso expresa con
claridad la vinculación completamente especial de Jesús con
Dios.
La segunda
referencia al AT presente en el evangelio de hoy es más
oscura. Los estudiosos de la Biblia vacilan al pretender
encontrar en qué
lugar "los profetas dijeron que se llamaría
nazareno". Las hipótesis más
verosímiles son dos: una alusión a Sansón ("el niño
estará consagrado=nazŒr
a Dios", Jueces 13,15) o al comienzo del cap. 11 de
Isaías ("Saldrá un renue-
vo=neser del tocón de Jesé"). Quizá el evangelista haya
querido combinar
ambas alusiones, queriendo sobre todo expresar que el hecho
de que Jesús haya
residido en Nazaret y haya sido llamado "nazareno"
no es algo casual ni un
detalle sin importancia, sino algo querido y previsto por
Dios.
También en esas
cosas, a través de los azares y las alternativas de los
mandatarios del tiempo, se llevaron a cabo los designios
divinos para que se
cumpliera la Escritura. Todo se realizó según el plan de
Dios.
Vivir en familia
En la fiesta de la
Sagrada Familia la Palabra de Dios explica ampliamente
desde la fe el significado de la vida en familia
La figura de José‚
plenamente responsable de los suyos y abierto a las
indicaciones que le vienen de lo alto, nos da ya a entender
qué significa ser
padre. Es admirable contemplar cómo Jesús, necesitado de
ayuda y protección,
encuentra en la familia, en el amor recíproco de María y
José‚ los elementos
imprescindibles para poder crecer y realizar su obra de
salvación.
En el texto del
Eclesiástico (1ª. Lectura) se explica lo que significa ser
hijo, comentando el cuarto mandamiento dado por Dios a
Moisés: "Honra a tu
padre y a tu madre, como te mandó el Señor, así prolongarás
tu vida y te irá
bien en la tierra que el Señor tu Dios te va a dar"
(Det 5,16). Existe un
orden en la naturaleza según el cual la vida viene de los
padres a los hijos.
Este orden crea una estructura de relación personal
profundísima que, cuando
es alterada, toca a la persona en su mismo ser.
"Honrar" al padre y a la
madre es reconocer ese orden de la naturaleza y prolongarlo
en una relación
de respeto, obediencia y amor, que está en la base de toda
vida familiar. Esa
acogida del orden natural de la vida es lo que según el
texto bíblico, lleva
a que la vida del hijo se prolongue ampliamente y pueda
insertarse en el
ambiente vital: "Te irá bien en la tierra..."
En la carta a los
Colosenses S. Pablo da algunas indicaciones bien
precisas sobre el modo de comportarse en familia a quienes
han recibido la
nueva vida en Cristo: "Mujeres, vivid bajo la autoridad
de vuestros mari-
dos... Maridos, amad a vuestras mujeres... Hijos, obedeced a
vuestros pa-
dres..." La pertenencia al "pueblo elegido por
Dios" y la modificación de las
actitudes más profundas que esto implica en las personas
("El Señor os ha
perdonado, haced vosotros los mismo") introducen una
profunda novedad en las
relaciones intrafamiliares. Aparentemente nada cambia porque
el orden natural
es respetado, sin embargo, la común dignidad de bautizados y
el reco-
nocimiento de Dios como Señor único de la vida, hacen que la
familia
"cristiana", pueda convertirse en ese germen de la
Iglesia y transformación
social para hacer al mundo más humano.
Meditando la
Palabra de Dios desde Nazaret, no deja de llamar la atención
el hecho de que Jesús haya querido vivir como hijo y haya
"honrado" a su
padre y a su Madre. El, autor de la vida en cuanto Dios, se
ha sometido al
orden natural según el cual la vida le ha sido dada y ha
necesitado de una
protección para escapar a los peligros que la amenazaban. Ha
sido ese gesto
suyo el que ha salvado de la destrucción el flujo
maravilloso de la vida, que
se hubiera irremediablemente perdido por causa del pecado,
portador de la
muerte.
Jesús ha redimido,
viviendo en Nazaret, el sentido que tiene la familia
en cuanto transmisora de la vida.
Padre de la vida,
te bendecimos porque en
la encarnación de tu Hijo
nos has revelado tu
Amor.
Que el Espíritu Santo,
por medio de la Palabra
que hemos escuchado y
meditado en el fondo del corazón
vivifique nuestras
relaciones
para que sepamos vivir
en familia.
Danos tu fuerza para
que sepamos
acoger y promover el
don de la vida
y para que sepamos
establecer relaciones familiares
en todos los ámbitos en
que nos movemos.
Misión de la familia
La familia humana,
reflejo de la familia de la Trinidad, encuentra en la
Familia de Nazaret, su realización más perfecta. Las
atenciones que María y
José prodigan al Niño protegiéndolo y cuidándolo, como se
nos dice en el
evangelio de este domingo, son una muestra del amor
verdadero que unía a este
núcleo familiar querido por Dios para acoger a su Hijo.
La situación de
pobreza y precariedad en la que la familia de Jesús es
obligada a vivir por las circunstancias en sus primeros
años, revela a la vez
la fragilidad y la fuerza de la unión familiar. Jesús, María
y José nos
aparecen en esos primeros años más que nunca como "esos
tres pobres que se
aman" ("Ces trois pauvres gens qui
s'aiment"), según la expresión de Claudel.
Son la imagen más clara de la vulnerabilidad y al mismo
tiempo de la
consistencia del amor recíproco.
También hoy muchas
familias se ven obligadas a sufrir la marginación y la
pobreza, advierten la inseguridad y la fragilidad de los
lazos del amor
minados por las mil formas que toma el egoísmo. Además las
violencias que se
le hacen desde fuera no son pocas, desde la acción
disgregadora de la
sociedad hasta las amenazas contra la vida en sus fases más
débiles.
Y, sin embargo,
tanto la Iglesia como la sociedad siguen confiando en la
fuerza de regeneración y de transformación que tiene la
familia. Se diría que
se trata casi de un impulso instintivo que lleva a depositar
la confianza en
lo que hay de más genuino y auténtico para promover la vida
y el amor.
El amor familiar,
hecho de paciencia, recíproca atención y apertura a los
demás, es la parábola misma del vivir cristiano, que se
realiza en la acogida
de la vida que viene de Dios, crece en la comunidad y se da
en la misión
hasta llegar a su plenitud. Contar con el lugar donde todo
eso acontece como
don de la vida, es descubrir la armonía profunda que existe
entre la
"naturaleza" y la "gracia" también en
este ámbito de las relaciones humanas.
TEODORO
BERZAL.hsf