sábado, 30 de enero de 2021

Ciclo B - TO - Domingo IV

 31 de enero de 2021 - IV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – Ciclo B

 

                   "¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva!"

 

-Dt 18,15-20

-Sal 94

-ICo 7,32-35

-Mc 1,21-28

 

Marcos 1,21-28

 

      Llegó Jesús a Cafarnaúm, y, cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga

a enseñar, se quedaron asombrados de su enseñanza, porque no enseñaba como

los letrados, sino con autoridad.

      Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu in-

mundo, y se puso a gritar:

      - ¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con

nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.

      Jesús le increpó:

      - Cállate y sal de él.

      El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió.

Todos se preguntaron estupefactos:

      - ¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los

espíritus inmundos les manda y lo obedecen.

      Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca

entera de Galilea.

 

Comentario

     

      El evangelio de hoy empieza a describirnos en lo concreto de la vida

de Jesús, el misterio de su persona y de su misión.

      La página del Deuteronomio en la primera lectura, introduce la figura

del profeta que Jesús encarna con su palabra y con su acción liberadora. El

modo nuevo que Dios elige para comunicarse con su pueblo es un paso más en

el camino de la encarnación. Este camino llega a su realización perfecta

cuando surge el "profeta en medio de sus hermanos", es decir, Jesús: capaz

al mismo tiempo de hablar el lenguaje humano, porque es verdadero hombre y

de transmitir las palabras que Dios pone en su boca, enseñando con autoridad.

      Pero Jesús no encarna sólo la figura del maestro que enseña, es también

quien libera del mal y no sólo del mal de las enfermedades, sino del mal

radical al que el hombre esta sometido bajo el poder del demonio. El

evangelio no separa los dos aspectos.

      Precisamente en un sábado, el día séptimo, el hombre, por la acción de

Jesús, recupera su dignidad y libertad quedando restablecido en su dignidad

primera.

      La eficacia de la palabra de Jesús frente al poder del demonio y la

autoridad de su doctrina es lo que lleva la gente de la sinagoga a plantearse

la cuestión esencial: "¿Quién es éste?" A ella parecen hacer eco las palabras

del espíritu inmundo: "Sé quién eres tú". Y hasta tiene la respuesta exacta.

      Esa respuesta juega una doble función en el relato evangélico. Por una

parte es una confirmación de lo que el lector sabe ya desde el acontecimiento

del bautismo en el Jordán, por otra sirve para denunciar la inutilidad de una

confesión de fe, aunque sea exacta, puramente teórica.

      El camino que el evangelio propone es otro: es el seguimiento de Jesús,

escuchando (con admiración) su mensaje y viendo los signos que realiza para

entrar en la dinámica de vida que Él propone.

 

"Jesús de Nazaret"

 

      El final del evangelio de hoy nos devuelve de modo genérico a los

lugares donde Jesús pasó su infancia y adolescencia: "Bien pronto su fama se

extendió por todas partes, en toda la región de Galilea" (Mc 1,28). Esto nos

ayuda a meditar la Palabra de hoy no sólo desde esos lugares, sino desde el

tiempo concreto en que Jesús vivía en Nazaret, sin ser aún reconocido como

"el profeta poderoso en palabras y obras" (Lc 24,19).

      Existe, en efecto, en la vida de Jesús una conexión intrínseca entre

las palabras y las obras que realiza en el modo más perfecto esa ley general

de la revelación divina (Dei Verbum 2). De este modo el tiempo vivido en

Nazaret queda explicitado en las palabras que después Jesús pronunció.

      Igual que su gesto de expulsar un demonio queda iluminado por su

doctrina expuesta con autoridad, de manera que su figura no queda reducida

a la de un simple exorcista, así también las enseñanzas de Jesús iluminan su

modo de vivir en Nazaret. De este modo su vida de joven no queda reducida a

la de "un hombre cualquiera", sino que en ella se encierra el misterio de

quien es de verdad el "Santo de Dios" (Mc 1,24)

      El silencio impuesto al demonio, opresor de aquel hombre de Cafarnaún,

es la condenación de toda proclamación inoportuna, a destiempo aun, de lo que

es la verdad de Dios. Fue el silencio misterioso vivido por Jesús en Nazaret

lo que después le permitió decir con autoridad: "Cállate y sal de él" (Mc

1,25)

 

Con la gente de Cafarnaún,

quedamos admirados de tu palabra

y del poder divino que obra en ti, Señor Jesús.

Tus palabras y tus obras

manifiestan la llegada del reino de Dios.

Queremos ponernos a la escucha de lo que dices

y pedimos la luz de tu Espíritu

que nos lleve a la admiración

y al sano temor ante lo que haces,

pero también al seguimiento y a la entrega.

 

Palabra y liberación

 

      Ante el modo de comunicación de Dios con el hombre que es la palabra

y que encuentra su plenitud en la Palabra hecha carne en Jesús, la actitud

primera del creyente es la escucha.

      Escucha para asimilar y comprender lo que Dios dice. Pero no una

escucha simplemente racional que se limita a analizar y estructurar unos

contenidos. Una tal escucha puede terminar en una confesión de fe semejante

a la del demonio de Cafarnaún.

      La nuestra debe ser una escucha en la que cabe la admiración, el temor

respetuoso, el reconocimiento de que Dios es alguien que nos sobrepasa. Desde

esa escucha se puede pasar a la proclamación profética que el mundo de hoy,

como el del momento en que se escribió el Deuteronomio, necesita.

      Palabra y liberación. Ante Jesús, que libera al endemoniado, hemos de

reconocer nuestra necesidad continua de liberación y de redención del poder

del mal que nos rodea y que a veces nos atenaza por dentro. Es el primer paso

para poder ayudar a los demás a volver a su dignidad primera de hombres

libres, como Dios los creó.

      Viviendo el misterio de Nazaret, donde Jesús aprendió poco a poco

lo que es ser hombre, comprendemos todo el alcance de la palabra para llegar

a ser hombre y su constante necesidad de liberación.

 

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sábado, 23 de enero de 2021

Ciclo B - TO - Domingo III

 24 de enero de 2021 - III DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – Ciclo B

 

"El tiempo se ha cumplido"

 

-Jon 3,1-5,10

-Sal 24

-ICo 7,29-31

-Mc 1,14-20

 

Marcos 1,14-20

 

      Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el

Evangelio de Dios. Decía:

       - Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios: Convertíos y

creed la Buena Noticia.

      Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés,

que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago.

      Jesús les dijo:

      - Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.

      Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.

      Un poco más adelante vio a Santiago, hijo del Zebedeo, y a su hermano

Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su

padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con Él.

 

Comentario

 

      La proclamación de la llegada del reino de Dios es el acto primero de

la misión de Jesús. Los textos de la liturgia de hoy tienden a ambientar y

a introducirnos en ese primer y fundamental anuncio.

      La predicación de Jonás predispone el contenido del mensaje de Jesús

sobre el acercamiento definitivo de Dios en su persona a todos los hombres

y no solamente al pueblo de la antigua alianza.

      El texto de la carta a los Corintios que hoy leemos subraya y comenta

a su modo el anuncio de que "el tiempo se ha cumplido", es decir, que con

Jesús hemos llegado al momento definitivo de la intervención de Dios en la

historia de los hombres.

      Una primera lectura del evangelio de hoy, podría llevar a pensar que

el anuncio hecho por Jesús carece de todo contenido y que pudiera reducirse

a la pura proclamación de un acontecimiento: llega el reino de Dios. Pero

viéndolo más en detalle, encontramos algunos puntos clave de la predicación

de Jesús que se irán desarrollando más adelante en el evangelio. El anuncio

de la llegada del reino, no termina en sí mismo: nos dice algo acerca de

Dios. Proclamar la llegada del reino de Dios, es empezar a delinear los

rasgos de un Dios que se interesa por el hombre, que se acerca a él y que

toma la iniciativa de salvarlo. Si dejamos además que resuene en el evangelio

el eco de la primera lectura de hoy, se trata de un Dios misericordioso, que

desea la salvación de todos los hombres.

      Este anuncio nos dice también algo acerca de la persona de Jesús. Desde

que Él llega "se abren los cielos", estamos en una era nueva, la posibilidad

de la llegada del reino de Dios está ligada a su persona y a su misión.

      Y nos dice también algo acerca del hombre. El anuncio de la llegada del

reino de Dios, es una llamada a la conversión: una conversión tan radical y

urgente que lleva a algunos que lo oyen a dejar las redes, el trabajo y la

familia, para emprender un nuevo modo de vivir.

      Todo cambia, pues, con el anuncio de Jesús, verdaderamente se inaugura

un tiempo nuevo, un tiempo de gracia: "El tiempo se ha cumplido y el reino

de Dios está cerca".

 

El tiempo de Nazaret

 

      Existe un tiempo natural medido por el sucederse de las estaciones y

existe un tiempo histórico marcado por el flujo de los acontecimientos. Las

grandes intervenciones de Dios han transformado la historia del mundo en

historia de salvación, de la que Cristo es el culmen y el cumplimiento. Con

Él llegó la plenitud de los tiempos.

      Ha habido quienes han querido, sin embargo, trazar límites demasiado

rígidos dejando, por ejemplo, la figura de Juan Bautista en el umbral de los

tiempos mesiánicos, pero sin formar parte de los mismos. No parece esa opi-

nión concordar con el criterio de los evangelistas Lucas y Mateo, quienes ven

ya en los acontecimientos de la infancia de Cristo un reflejo de esos tiempos

nuevos e interpretan, sin duda a partir de la fe pascual, todo el tiempo del

Jesús histórico como tiempo de la plena manifestación de Dios, de la

salvación de Dios.

      El tiempo de Nazaret nos ayuda a no dejarnos engañar por la urgencia

e inexorabilidad del anuncio del reino de Dios hecho por Jesús; Él anuncia

que "el tiempo se ha cumplido" y que "el reino de Dios está cerca". Pero se

trata, sin duda, de un cumplimiento dinámico que queda abierto hacia los

acontecimientos de su pasión, muerte y resurrección, y, a más largo plazo,

hacia su segunda venida al final de los tiempos; pero también, mirando hacia

el pasado, hacia toda su vida en la tierra.

      Es el tiempo de Jesús, el momento de su paso por la tierra, el que

marca el giro radical de la historia humana; la lleva de la promesa al

cumplimiento, a la plenitud de la revelación de Dios y a la actuación

concreta del plan de salvación.

 

Señor Jesús, queremos acoger

la buena nueva que tú proclamaste,

la buena nueva de la cercanía,

de la misericordia, del dominio y reinado de Dios,

que se impone sólo por la fuerza del amor.

Sabemos que ese anuncio nos llama

a cambiar muchas cosas en nuestra vida,

o más bien, a mantenernos siempre

en estado de escucha y de cambio:

eso es la conversión.

Enséñanos a vivir como creyentes,

es decir, como discípulos y seguidores.

Que tu Espíritu Santo grabe en nosotros

el anuncio del reino que hemos oído

cada vez más profundamente,

hasta que se haga vida de nuestra vida,

hasta que también nosotros seamos capaces de proclamarlo.

 

Aprender a proclamar el mensaje

 

      Un aspecto importante de la acogida de la Palabra es, además de

asimilar su contenido, aprender a proclamarla. El anuncio del reino que Jesús

hace, nos da también algunas indicaciones preciosas para nosotros.

      Tenemos que aprender a no separar el acontecimiento de la salvación

("está cerca el reino de Dios") de las exigencias que comporta el aceptarlo

("convertíos"). Deben ir unidas la proclamación de las verdades de la fe y

las implicaciones morales que llevan consigo.

      El anuncio que hacemos, debe implicarnos concretamente en el mensaje

que proclamamos, y, al mismo tiempo, aparecer claramente que es el reino "de

Dios" el que predicamos, que somos continuadores de Jesús y no sus

sustitutos. En último término, es Dios mismo quien comunica su buena noticia

a los hombres.

      La lectura del evangelio que hemos hecho en Nazaret debe llevarnos a

anunciar la salvación como ya cumplida y al mismo tiempo como un hecho

abierto hacia el futuro, dando a todos la posibilidad de llegar un día a la

fe. Nunca se puede proclamar el reino de Dios como la "ultima" oportunidad.

La urgencia y radicalidad no pueden convertirse en intolerancia, opresión o

amenaza.

 

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sábado, 16 de enero de 2021

Ciclo B - TO - Domingo II

 17 de enero de 2021 - II DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - Ciclo B

 

"Y se quedaron con Él aquel día"

 

-ISam 3,3-10,19

-Sal 39

-Ico 6,13-15,17-20

-Jn 1,35-42

 

Juan 1,35-42

 

      En aquel tiempo estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en

Jesús que pasaba, dijo:

       - Este es el cordero de Dios.

      Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se

volvió y, al ver que lo seguían, les preguntó:

       - ¿Qué buscáis?

      Ellos le contestaron:

      - Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?

      Él les dijo:

      - Venid y lo veréis.

      Entonces fueron, vieron dónde vivía, y se quedaron con Él aquel día;

serían las cuatro de la tarde.

      Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan

y siguieron a Jesús; encontró primero a su hermano Simón y le dijo:

      - Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).

      Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo:

      - Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que significa

Pedro).

 

Comentario

 

      El tema que unifica los textos litúrgicos de este domingo es el de la

llamada de Dios. En el centro del mensaje está la persona de Cristo, quien

se presenta a la vez dispuesto a cumplir la voluntad de Dios (Sal 39) y es

el protagonista de la llamada a los apóstoles y a todos los cristianos. Este

mensaje se sitúa así en conexión con el del domingo pasado sobre la persona

y misión del Mesías dando la clave de interpretación de toda experiencia

vocacional.

      La palabra de Dios nos presenta sucesivamente la vocación de Samuel,

la vocación del Mesías, la de todo cristiano y la de los primeros discípulos

de Jesús. Cada una de ella nos va descubriendo algún aspecto importante de

ese momento decisivo del encuentro con Dios en el que se pone en juego la

existencia entera de una persona.

      En Samuel vemos la elaboración progresiva de una respuesta bajo la guía

de un maestro. En la vocación de los primeros discípulos aparece la importan-

cia del encuentro con Jesús y del testimonio y mediación de los demás. La

segunda lectura pone de relieve la radicalidad y hondura de la entrega que

toda vocación requiere. Como punto clave de todas estas experiencias aparece

la iniciativa de Dios que entra en diálogo con el hombre y la disponibilidad

de quien se siente llamado. Esta disponibilidad la Iglesia la ve, ante todo,

en el primero que fue llamado: el Mesías. Al entrar en el mundo la expresa

con las palabras del salmo 39: "Heme aquí" (cfr. Heb. 10,4-10.

      El seguimiento e imitación de Cristo es lo que da unidad y apertura a

todas las vocaciones específicas dentro de la Iglesia. Por eso entre todos

los rasgos vocacionales que aparecen en las lecturas de hoy quizá sea

oportuno destacar la experiencia de los primeros apóstoles que no sólo fueron

tras Él y vieron donde vivía Jesús, sino que "se quedaron con Él aquel día"

(Jn, 1,39). Es, en efecto, en el contacto prolongado con Jesús como nace y

se desarrolla toda vocación.

 

En Nazaret

 

      Los dos sumarios que Lucas nos da sobre la vida de Jesús en Nazaret (Lc

2,39-40 y 2,51-52) comportan una serie de verbos en imperfecto de indicativo

que crean perfectamente el clima de la duración y del progreso continuo.

      Siguiendo la misma línea de todas las vocaciones que la Palabra de Dios

nos ha presentado hoy, la de María, José y Jesús, revelan en la experiencia

de Nazaret ese aspecto de lenta profundización y maduración.

      El Evangelio dice que Jesús "crecía", pero nosotros podemos intuir que

fueron sobre todo María y José los que más crecieron en ese contacto

prolongado con Jesús que supuso la experiencia nazarena.

      No les bastó a Andrés y a su compañero aquel primer día de vida en

común con Jesús. El evangelista Marcos subraya que cuando Jesús llamó a los

apóstoles fue "para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar" (3,14)

      El evangelio de la vocación, leído en Nazaret, lleva casi instinti-

vamente a valorar intensamente el permanecer con Jesús, tan propio de toda

experiencia vocacional. Lo que los 30 años de Nazaret puedan tener, en

apariencia, de exagerado, debería llevarnos a dar el paso hacia el "siempre".

Es decir, con Jesús hay que estar siempre. También cuando se es enviado a

predicar en su nombre. Así nos lo enseña María, que estuvo con Jesús en

Nazaret y también al pie de la cruz y entre los apóstoles el día de

Pentecostés.

 

"Heme aquí, Señor"

Tú me has llamado y quiero responder a tu voz.

Como aquel día en que te conocí,

en el que supe quién eras

y en el que se decidió mi existencia,

hoy quiero ponerme en camino tras tus pasos.

Me pongo entre tus manos,

haz de mí lo que quieras.

Que tu Espíritu Santo, Padre,

me lleve a saber quedarme siempre con Jesús,

a buscarlo y a desear parecerme a Él,

a crecer con Él, a obrar con Él.

 

Vocaciones

 

      La Palabra de este domingo leída en Nazaret nos lleva también al hoy

de nuestra vocación y a estimar toda vocación en la Iglesia.

      La vocación es a la vez un don inesperado y un proceso de búsqueda que

compromete la existencia entera. Vivir nuestra vida como vocación es estar

constantemente pendientes de las llamadas que el Señor nos va haciendo a lo

largo de la vida y elaborar progresivamente nuestra respuesta.

      Esto implica también ser sensible a todas las vocaciones en la Iglesia.

La urgencia de ciertas tareas u otros motivos no deben llevarnos a

minusvalorar la maduración de las respuestas vocacionales. Sabemos que hoy

el compromiso de por vida requiere planteamientos más largos que en otras

épocas y que ciertas características de nuestro mundo y algunas condiciones

de los jóvenes, tienden a que se prolonguen los tiempos de la formación

inicial y a que se retrase el momento del compromiso. Sepamos vivir todo esto

desde la fe, aceptándolo como tiempo de Nazaret, como tiempo de maduración,

sin impaciencia; con la esperanza de que el Espíritu Santo va trabajando en

el secreto más allá de las apariencias y más allá de nuestros cálculos.

      Todo esto no ha de ser un impedimento para hacernos portadores de la

llamada de Jesús, a veces exigente y apremiante. El mismo, en el momento

oportuno, salió de Nazaret...

 

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sábado, 9 de enero de 2021

Ciclo B - Bautismo del Señor

 10 de enero de 2021 - I DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – Ciclo B

 

BAUTISMO DEL SEÑOR

 

    "Jesús vino desde Nazaret de Galilea y fue bautizado en el Jordán"

 

-Is 55,1-11

-Is 12,2-6

-IJn 5,1-9

-Mc 1,7-11

 

Marcos 1, 6b-11

 

      En aquel tiempo, proclamaba Juan:

      - Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco ni aga-

charme para desatarle las sandalias.

      Yo os he bautizado con agua, pero Él os bautizará con Espíritu Santo.

      Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo

bautizara en el Jordán.

      Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia

Él como una paloma. Se oyó una voz del cielo:

      - Tú eres mi Hijo amado, mi preferido.

 

Comentario

 

      Las lecturas de este domingo presentan en primer plano el bautismo de

Jesús y tienen como trasfondo el bautismo de todo cristiano a través de la

simbología del agua y del nuevo nacimiento.

      El bautismo de Jesús es presentado como un acontecimiento fundacional,

como un "nuevo comienzo" de su existencia terrena. Durante él tiene lugar la

manifestación trinitaria que revela la condición divina de Jesús y su misión

mesiánica. El Espíritu Santo irrumpe en la persona de Jesús, el Padre revela

la verdadera naturaleza de su Hijo y Éste recibe el bautismo en el agua en

plena solidaridad con el pueblo.

      El acontecimiento del Jordán, que todos los comentaristas dan como

hecho histórico por considerar lo difícil que hubiera sido que la comunidad

primitiva inventara un relato en el que Jesús se somete a Juan, está

relacionado con la pascua. En el bautismo se anticipa lo que en la pascua se

revelará plenamente: quién es Jesús y cuál es el sentido último de su misión.

      El Jesús histórico, plenamente consciente de su condición filial y

lleno del Espíritu Santo, camina así hacia la pascua siendo el modelo

perfecto de todo cristiano. Este está llamado a participar en esa condición

filial ("todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios" I Jn 5,1)

y a emprender el camino de su liberación, que el Espíritu Santo realiza.

      Nuestra salvación aparece así como obra de la Trinidad. Así se

expresaba un padre de la Iglesia: "Como la primera creación fue obra de la

Trinidad, también la segunda creación es obra de la Trinidad".

 

Desde Nazaret

 

      Fue de Nazaret de Galilea de donde Jesús salió para ser bautizado en

el Jordán, apunta Marcos.

      Cuando Jesús llegó al lugar del bautismo se puso entre los que iban

siendo bautizados en una actitud de plena solidaridad con los demás hombres.

Y es que su camino de encarnación en Nazaret le había llevado a esa plena

identificación con el hombre, a compartir plenamente la condición humana. De

ahí que ahora, al comienzo de su ministerio se sitúe "naturalmente" entre

aquellos a quienes va a salvar.

      Así como la pascua reveló quién era en verdad el crucificado del

Gólgota, la manifestación trinitaria del Jordán revela quién era el que había

vivido durante treinta años sometido a María y a José.

      El acontecimiento inaugural de la etapa final de la vida de Jesús es

de algún modo también la culminación de su experiencia de vida oculta en

Nazaret y proyecta una luz sobre esos que un autor ha llamado "años oscuros"

de la vida de Jesús. Quien vivía en Nazaret era el "Hijo amado" del Padre y

estaba lleno del Espíritu Santo.

      El camino desde Nazaret de Galilea hasta el Jordán, donde Juan bautiza-

ba, es así imagen del camino pascual de Jesús pues en él avanza también hacia

la revelación de su persona y de su misión.

      En ese recorrido, los años de Nazaret son esa etapa de encarnación en

el itinerario de la Palabra (Is 55,10) en que, al igual que la lluvia,

permanece en la tierra, la fecunda y la hace germinar. Nazaret es el momento

de la penetración de lo infinito en lo limitado, pero sin que esto aprisione

la Palabra. Esta, siguiendo el himno de Isaías, vuelve a Dios después de

haber fecundado la tierra. Y de Nazaret, en efecto, salió Jesús para empren-

der su camino pascual de retorno al Padre.

 

Te bendecimos, Padre,

porque llamando con tu voz "Hijo amado" a Jesús,

nos descubres también a nosotros

nuestra condición de hijos tuyos en Él.

Deseamos acoger en nuestra vida al Espíritu Santo

que libera y transforma,

que nos da vida nueva y nos hace solidarios con todos.

Trinidad santísima,

Padre, Hijo y Espíritu Santo,

origen y meta de todo,

gracias por habernos sellado en el agua del bautismo

y por habernos puesto en el camino de la salvación.

 

Vivir como bautizados

 

      Necesitamos en la vida de cada día el testimonio concorde del Espíritu,

del agua y de la sangre. El bautismo no es un acontecimiento que queda en el

comienzo de nuestra vida cristiana sólo como puerta de entrada, como hecho

del pasado.

      El testimonio del agua (agua del Jordán, agua del bautismo) en la que

el Espíritu Santo nos revela nuestra condición de hijos del Padre gracias a

la sangre derramada por Cristo, es algo actual en nuestra vida.

      El testimonio del agua manifiesta en la oscuridad de nuestros días, de

nuestros años, en la monotonía de nuestras actividades, en las apariencias

de nuestra condición actual, la verdad que funda y da sentido a nuestra vida.

La revelación trinitaria del agua (agua del Jordán, agua del bautismo) nos

dice quiénes somos verdaderamente y cuál es nuestra misión en el mundo.

      El testimonio del agua es concorde con el del Espíritu, quien nos

asegura "que somos hijos de Dios, y si hijos también herederos" (Rom 8,14),

porque Cristo nos redimió con su sangre.

      En el día que celebramos "el testimonio de Dios acerca de su Hijo" (I

Jn 5,9), dado en el río Jordán, hacemos presente el testimonio que a través

de los signos de la fe nos da también a nosotros que vivimos en la oscuridad

de Nazaret.

 

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