sábado, 26 de enero de 2019

Ciclo C - TO - Domingo III


27 de enero de 2019 - III DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - Ciclo C

                                    "Hoy se ha cumplido este pasaje"

Lucas 1,1-4; 4,14-21

      Ilustre Teófilo:
      Muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que
se han verificado entre nosotros, siguiendo las tradiciones transmitidas por
los que primero fueron testigos oculares y luego predicadores de la Palabra.
Yo también, después de comprobarlo todo exactamente desde el principio, he
resuelto escribírtelos por su orden, para que conozcas la solidez de las
enseñanzas que has recibido.
      En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea, con la fuerza del Espíritu;
su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas y todos
lo alababan.
      Fue Jesús a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como
era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le
entregaron el Libro del Profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje
donde estaba escrito:
      "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha
enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos
la libertad, y a los ciegos la vista. Para dar libertad a los oprimidos;
para anunciar el año de gracia del Señor".
      Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba, y se sentó.
      Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles:
      - Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.

Comentario

      A partir del bautismo, Lucas nos presenta a Jesús "lleno de Espíritu
Santo". Movido por el mismo Espíritu va primero al desierto, donde pasa
cuarenta días, y después "con la fuerza del Espíritu, Jesús volvió a Gali-
lea".
      En Nazaret, donde se había criado, en medio de una celebración de la
palabra y ante una asamblea compuesta por sus compatriotas, proclama que el
tiempo se ha cumplido, que la palabra de Dios anunciada por los profetas se
está haciendo realidad y se identifica con el siervo de Yavé (el Mesías) a
que se refieren las palabras leídas en la sinagoga.
      Es muy significativo que esta solemne proclamación se haga precisamente
en Nazaret, donde él había crecido. Jesús anuncia el evangelio allí mismo
donde había vivido, donde ciertamente había hablado y actuado en otro tono
y en modo muy diverso.
      Si leemos los versículos siguientes al pasaje de hoy, vemos que los
treinta años de vida oculta en Nazaret no habían servido para suscitar la fe
en ninguno de sus conciudadanos. Y sin embargo, de Nazaret salió la Palabra
que se extendió y suscitó la fe en Galilea, en Samaría, en Judea y, después
de la resurrección salió de Jerusalén para extenderse por todo el mundo.
      Hay un misterio muy profundo en los años de Nazaret. El Jesús acogido
y aclamado en los primeros momentos de su venida al mundo, adorado por reyes
y pastores, reconocido por Simeón y Ana, anunciado "a los que esperaban la
liberación de Jerusalén" Lc 2,38. El Jesús anunciado por los ángeles como
grande, Hijo del Altísimo" a quien "el Señor Dios dará el trono de David su
padre" que "reinará para siempre sobre la casa de Jacob y su reinado no
tendrá fin" Lc 2,32-34. El Jesús "luz de las naciones" y "Salvador", conce-
bido por obra del Espíritu Santo. Este Jesús, hasta que no es ungido por el
Espíritu Santo en el Jordán, no se presenta como Mesías, no anuncia el men-
saje de que es portador, no se da a conocer.
      El texto de Isaías citado por el evangelista, que Jesús se aplica en
primera persona, es importantísimo para entender la conciencia mesiánica de
Jesús. Y Lucas coloca el acontecimiento precisamente en Nazaret y no en otras
sinagogas de la comarca, donde también Jesús enseñaba probablemente las
mismas cosas y donde era admirado por todos (Lc 4,15).
      El pasaje de hoy tiende un puente entre los años de ocultamiento y
anonadamiento de Jesús y los años de anuncio del mensaje. Lucas menciona
expresamente que el Nazaret donde Jesús proclama que la profecía de Isaías
se ha cumplido, es el mismo Nazaret donde se había criado.
      El Nazaret evangelizado con el trabajo, con la vida de familia, con la
oración doméstica, con las idas y venidas, con la caridad, la alegría, el
respeto, la humildad y la sencillez de vida durante treinta años, es ahora
evangelizado con la proclamación solemne de la llegada del Mesías.
      El adverbio "hoy" ("Hoy, en vuestra presencia, se ha cumplido este
pasaje") corresponde al momento del anuncio del reino de Dios, al momento de
llevar la buena noticia a los pobres, de anunciar la libertad a los cautivos
y la vista a los ciegos... Este es el momento de la Palabra, de la manifes-
tación, de la iluminación. El otro es el tiempo del ser y de la vida que
crece, que se cría en silencio.
      El momento del "hoy" en que se cumple la Escritura, arroja así toda su
luz sobre el tiempo de la oscuridad de la vida en Nazaret. El Mesías hoy
proclamado vivía ya cuando nada se sabía de él.
      Vemos así cómo el Nazaret del silencio está en conexión con los otros
momentos en los que el Mesías, el Hijo de Dios, aun siéndolo siempre, no lo
parece. El Nazaret del silencio está sobre todo en la misma línea del momento
de la suprema humillación en la pasión y en la muerte en cruz.
      El Nazaret del silencio es espejo de todos los momentos y situaciones
en las que Dios parece callar, impotente, inerme, trascendente. El Dios que
es palabra, poder, fuerza y cercanía e intimidad.     
      Hay un misterio en todo esto que sólo se descubre quedándose largos
ratos en Nazaret con Jesús, María y José‚.

TEODORO BERZAL hsf


sábado, 19 de enero de 2019

Ciclo C - TO - Domingo II


20 de enero de 2019 - II DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - Ciclo C

"Comenzó Jesús sus señales"

Juan 2,1-12

      En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea y la madre de Jesús
estaba allí; Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda.
      Faltó el vino y la madre de Jesús le dijo:
      - No les queda vino.
      Jesús le contestó:
      - Mujer, dé‚jame, todavía no ha llegado mi hora.
      Su madre dijo a los sirvientes:
      Haced lo que él os diga.
      Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones
de los judíos, de unos cien litros cada una.
      Jesús les dijo:
      - Llenad las tinajas de agua.
      Y las llenaron hasta arriba.
      Entonces les mandó:
      - Sacad ahora, y llevádselo al mayordomo.
      Ellos se lo llevaron.
      El mayordomo probó al agua convertida en vino sin saber de donde venía
(los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llamó
al novio y le dijo:
      - Todo el mundo pone primero el vino bueno y cuando están bebidos, el
peor; tú en cambio has guardado el vino bueno hasta ahora.
      Así en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria
y creció la fe de sus discípulos en él.
      Después bajó a Cafarnaúm con su madre y sus hermanos y sus discípulos,
pero no se quedaron allí muchos días.

Comentario

      Las últimas palabras del evangelio de hoy nos dan la clave para enten-
der el texto entero. "En Caná de Galilea comenzó Jesús sus señales, manifestó
su gloria y sus discípulos creyeron en él".
      Para Juan los milagros de Jesús son señales, signos detrás de los cua-
les hay que descubrir una realidad más profunda. Con estos signos Jesús mani-
fiesta su gloria, es decir, su condición divina. Y por eso estos signos
interpelan a quien los contempla: en este caso tenemos la respuesta de la fe
de los discípulos.
      Este de Caná es el primer signo y, como todos los otros que aparecen
en el Evangelio de Juan, se inscribe en una línea que conduce al gran signo
de Jesús: su pasión-muerte-resurrección.
      La boda de Caná marca el comienzo de la misión de Jesús como Mesías.
Al participar en la boda de Caná, celebra públicamente su unión con la huma-
nidad, es decir inaugura en sí mismo en cuanto Hijo de Dios, la nueva alianza
entre Dios y el hombre. Pero este acontecimiento es también el comienzo de
la Iglesia, representada por María y los discípulos que "creyeron en él".
      "Y la madre de Jesús estaba allí". La presencia e intervención de María
en Caná son muy significativas. María, con un rasgo humanísimo de delicadeza
femenina, se da cuenta de la situación y se lo dice a Jesús. Ante la res-
puesta aparentemente distante de su Hijo, María, con aquella fe que ya Isabel
había elogiado, manda a los servidores que hagan lo que Él diga.
      Una lectura de los símbolos hecha a través de los siglos por la Igle-
sia, ve en María la representación de la antigua alianza preparando con su
fe la realización de la nueva. Ella se da cuenta de que las tinajas (seis,
número incompleto en la Biblia) no tienen vino (símbolo de la fiesta y de la
alegría mesiánica) y pide, al único que puede llenarlas del vino nuevo de la
vida nueva, que se cumpla ya el tiempo. El maestresala (figura de los res-
ponsables del pueblo de Israel) no acierta a entender lo que ha pasado. Sólo
los que creen (María y los discípulos) entran en la nueva alianza realizada
en Cristo.

El signo de Nazaret

      El Evangelio de Juan, en el pasaje que hemos leído, nos enseña a hacer
una lectura simbólica y representativa de los hechos de la vida de Jesús. Los
milagros son los momentos clave, los momentos cargados de significado
simbólico en los que se transparenta el misterio de Cristo. Como hemos dicho,
todos ellos hacen referencia al gran signo de la muerte-resurrección.
      Pero, ¿no podría interpretarse el tiempo de Nazaret como un signo? Los
evangelios apócrifos abundan en sucesos milagrosos durante la infancia del
Señor, pero no es en esa línea en la que debemos movernos para descubrir el
signo de la presencia de Jesús en Nazaret. ¿Cuáles eran los elementos del
signo de Caná de Galilea?: Una boda, unas jarras vacías que se llenan de
agua, la intervención de María, la acción de Jesús. Transformando el agua en
vino, Jesús manifestó su gloria.
      ¿Cuáles son los elementos del signo de Nazaret? Una familia, un pueblo
escondido, larga permanencia de Jesús con María y José, su obediencia, su
crecimiento, su integración total en un ambiente, en una cultura.
      ¿Qué se nos manifiesta en el signo de Nazaret? El amor de Dios al hom-
bre y a todo lo humano: instituciones, maneras de ser y de vivir, ambientes,
etc. Nos muestra también cómo Dios, que es familia, no puede vivir sin fami-
lia. El signo de Nazaret nos revela la pedagogía de Dios, su manera de hacer
las cosas, su forma de guiar al hombre, su Hijo, para que llegue a ser libre
y adulto, su paciencia para dejar madurar los tiempos.
      Nazaret nos enseña que el encuentro con Dios se puede realizar en este
mundo, en nuestros ambientes normales de trabajo y de vida. Y nos muestra
también que la vida divina puede insertarse en nuestra vida normal, o lo que
es lo mismo, que nuestra vida normal puede ser vivida a la manera divina.
      Con el milagro de Caná y con los demás signos, Jesús "manifestó su
gloria" y sus discípulos creyeron en él. El signo de Nazaret aparentemente
no manifiesta nada, es pura monotonía y oscuridad y, sin embargo, para quien
lo mira con fe, hay también en esa época de la vida de Jesús una manifes-
tación de su gloria. Sólo Dios puede hacer los milagros y por eso son signos,
y sólo Dios pudo ser hombre del modo como lo fue Jesús en Nazaret.

Vivir los signos

      Para los cristianos, los sacramentos son los signos en que se nos comu-
nica la vida de Dios. El momento sacramental es el momento fuerte de la
acción de Dios para el hombre que se acerca a él con fe y con amor.
      Quien vive el espíritu de Nazaret sabe, sin embargo, que además de los
momentos culminantes en los que se vive el signo sacramental, existen muchos
otros signos de la presencia de Dios y de su acción en la vida de cada día.
      Nazaret nos enseña a afinar la vista para descubrir también esas otras
manifestaciones calladas de su presencia y de su acción.
      Viviendo en familia con Jesús, María y José‚ en el tiempo presente, se
aprende que, hoy como ayer, la acción de Dios empapa toda la trama del tejido
humano y que no son necesarios los "milagros" para creer y vivir como
cristianos.

TEODORO BERZAL hsf


sábado, 12 de enero de 2019

Bautismo de Jesús


13 de enero de 2019 - I DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - Ciclo C
                     

BAUTISMO DE JESUS

                                                "Tu eres mi Hijo"

Isaías 42,1-4.6-7

      Esto dice el Señor: Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido,
a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho
a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará  por las calles. La caña
cascada no la quebrará, el pabilo vacilante no lo apagará. Promoverá
fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará hasta implantar el derecho
en la tierra y sus leyes, que esperan las islas. Yo, el Señor, te he llamado
con justicia, te he tomado de la mano, te he formado y te he hecho alianza
de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos,
saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan en
las tinieblas.

Hechos 10,34-38

      En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: -Está claro que Dios
no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de
la nación que sea. Envió su palabra a los israelitas anunciando la paz que
traería Jesucristo, el Señor de todos.
      Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba
el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret,
ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien
y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.

Lucas 3,15-22

      En aquel tiempo, el pueblo estaba en expectación y todos se preguntaban
si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos:
      - Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no
merezco desatarle la correa de sus sandalias. El os bautizará con espíritu
santo y fuego.
      En un bautismo general, Jesús también se bautizó. Y, mientras oraba,
se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino
una voz del cielo:
      - Tu eres mi Hijo, el amado, el predilecto.

Comentario                            

      El evangelista Lucas nos introduce en el misterio del bautismo de Jesús
con la predicación de Juan Bautista.
      La misión de Juan es la de preparar al pueblo ante la inminente venida
del Mesías. Su actividad es doble: predicación y bautismo. La predicación
exhorta a la conversión y el rito del bautismo la simboliza. Pero Juan es muy
consciente de la transitoriedad de esa misión. Sabe que debe ceder el puesto
a otro que ya ha venido. Y él mismo establece la diferencia entre su persona
y la del Mesías, entre su mensaje y el del Mesías, entre su bautismo y el del
Mesías. "El bautismo de Juan es el bautismo del siervo, el bautismo de Cristo
es el bautismo del Señor; el bautismo de Juan es de agua, el bautismo de
Cristo es de agua y de Espíritu Santo. El bautismo de Juan tiene como finali-
dad suscitar el espíritu de penitencia, el de Cristo es para la remisión de
los pecados. Con el bautismo de Juan, Cristo fue manifestado; con el bautismo
de Cristo, es decir, con su pasión, Cristo fue glorificado" (Ruperto de
Deutz).
      Para recibir el bautismo Jesús se mezcla entre la gente, manifestando
su solidaridad con los hombres pecadores y baja al Jordán. Es un nuevo esca-
lón en su bajada para ponerse a nivel del hombre que quiere redimir.
      "Se abrió el cielo y bajó sobre él el Espíritu Santo". Jesús, en comu-
nión eterna de vida con el Padre en el Espíritu Santo, hecho hombre por obra
del mismo espíritu, es ahora colmado del mismo espíritu. Por esta presencia
vivificante del Espíritu Santo, Jesús es ungido como Mesías y constituido
jefe del nuevo pueblo elegido y de toda la humanidad: a partir de ese momento
Jesús actúa movido por el Espíritu Santo, lo comunica a los que se le acercan
y lo entrega en plenitud al morir en la cruz, inaugurando el tiempo del
espíritu.
      "Tu eres mi Hijo, a quien yo quiero, mi predilecto". La expresión tiene
importantes resonancias en el Antiguo Testamento. El "hijo predilecto" es,
ante todo David, el rey que con su modo de ser anunciaba otro rey futuro y
definitivo. Recuerda también la figura del "siervo de Yahvé", inspirada en
David e interpretada por los evangelistas para describir los sufrimientos de
Cristo en su pasión y puede ser también todo el pueblo elegido.
      La voz del cielo expresa con claridad la unión íntima del Padre y el
Hijo en el Espíritu Santo y explica el comportamiento de Jesús con el Padre
(oración, obediencia, amor) y con los hombres. Su modo de actuar, calcado del
estilo manso, humilde y firme del siervo de Yavé, es la mejor manifestación
del amor de Dios a los hombres. "Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por
Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando
a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él" Hech 10,38.

Visto desde Nazaret

      Visto desde Nazaret, el episodio del bautismo en el Jordán aparece como
la consagración por parte de Dios de lo que Jesús venía viviendo.
      En el Jordán adquiere, por así decirlo, la representación de todo el
pueblo elegido: es ungido como Mesías. Pero esta representación no es algo
artificial. Se ha ido forjando desde el momento de la encarnación y a través
de todos los años de Nazaret. Hasta llegar al Jordán Jesús ha recorrido el
largo desierto de la asunción de todo lo humano que se llama Nazaret.
      Cuando Jesús oyó las palabras del Padre: "Tu eres mi Hijo querido",
sabía que se referían ante todo a él como persona, pero también a todo el
pueblo de Israel y a todos los que mediante la fe y el bautismo nos iríamos
incorporando a él.
      Jesús no es un Mesías caído de las nubes, surge desde el centro mismo
del pueblo al que va a salvar.
      Su unción y poder mesiánico, el poder y la fuerza del Espíritu Santo,
se transmiten a la gente a través de las palabras, del lenguaje y de los
gestos que Jesús aprendió en Nazaret. Y de este modo su palabra estará al
mismo tiempo llena de poder y será sencilla, humana, clara y concreta. Porque
la fuerza del espíritu nada quita a lo que es verdadero valor humano. Al
contrario, lo revaloriza haciéndolo instrumento de comunicación entre Dios
y el hombre.

Nosotros

      Acabamos de considerar que el bautismo de Jesús no es algo que le
afecte a él sólo. Juan Bautista anuncia: "El os bautizará con espíritu Santo
y fuego". Y Juan pagó su anuncio con la vida propia.
      Después del bautismo de Cristo, que tuvo culminación en la muerte de
cruz, también nosotros, en cuanto bautizados en nombre de la Trinidad, hemos
sido consagrados. También nosotros hemos recibido el espíritu Santo y el
Padre nos ha llamado hijos. En el bautismo se nos ha comunicado la fuerza
salvadora y liberadora de la muerte y resurrección de Cristo.
      El cristiano que vive hoy en Nazaret sabe, sin embargo, que, aunque
todo se le dio ya en el primer momento por gracia de Dios, no queda eximido
de su esfuerzo personal y de su trabajo constante para que la nueva vida
crezca, fructifique y llegue a su madurez.
      En ningún sitio mejor que en Nazaret se ve como la nueva vida es a la
vez un germen poderoso y delicado, capaz de llegar a metas insospechadas y
con muchas posibilidades de fracasar.
      Quien vive así sabe que hay una tensión permanente entre lo recibido
y lo que uno debe conquistar, entre lo que uno es y lo que debe llegar a ser.
Como San Pablo deberá decir: "No es que yo haya conseguido el premio o que
ya esté en la meta: sigo corriendo a ver si lo obtengo, pues el Mesías Jesús
lo obtuvo para mí" Fil. 3,12. Deberá además esforzarse por seguir sus
consejos que invitan al cristiano a una constante autocrítica ("Poneos a la
prueba a ver si os mantenéis en la fe, someteos a examen" 2Co 13,5) y a la
renovación ("Cambiad vuestra actitud mental y revestíos de ese hombre nuevo
creado a imagen de Dios" Ef 4,24) hasta llegar a la plena madurez en Cristo.
("En vez de eso, siendo auténticos en el amor, crezcamos en todo hacia aquél
que es la cabeza, Cristo" Ef 4,15).
      El camino de Nazaret tiene como meta, al igual que para Jesús, el
bautismo. Parece contradictorio para el cristiano hablar de un camino hacia
el bautismo. Pero, si se examina en profundidad, se puede comprender que toda
la vida ha de ser un esfuerzo para "llegar a ser" lo que "somos".

TEODORO BERZAL hsf


sábado, 5 de enero de 2019

Epifanía del Señor


6 de enero de 2019 – TIEMPO DE NAVIDAD

SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR

                  "¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido?"

Isaías 60,1-6

      ¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor
amanece sobre ti! Mira: las tinieblas cubren la tierra, la oscuridad los
pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti; y
caminarán los pueblos a tu luz; los reyes al resplandor de tu aurora.
      Levanta la vista en torno, mira: todos éstos se han reunido, vienen a
ti: tus hijos vienen de lejos, a tus hijas las traen en brazos. Entonces lo
verás, radiante de alegría; tu corazón se asombrará, se ensanchará, cuando
vuelquen sobre ti los tesoros del mar y te traigan las riquezas de los
pueblos. Te inundará una multitud de camellos, los dromedarios de Madián y
de Efá. Vienen todos de Sabá, trayendo incienso y oro, y proclamando las
alabanzas del Señor.

Efesios 3,2-3a.5-6

      Habéis oído hablar de la distribución de la gracia de Dios que se me
ha dado en favor vuestro.
      Ya que se me dio a conocer por revelación el misterio que no había sido
manifestado a los hombres en otros tiempos, como ha sido revelado ahora por
el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: que también los gentiles son
coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la Promesa en
Jesucristo, por el Evangelio.

Mateo 2,1-12

      Jesús nació en Belén de Judá en tiempos del rey Herodes. Entonces, unos
Magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando:
      - ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto
salir su estrella y venimos a adorarlo.
      Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y todo Jerusalén con él;
convocó a los sumos pontífices y a los letrados del país, y les preguntó
dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron:
      - En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta: "Y tu, Belén,
tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judá,
pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel".
      Entonces Herodes llamó en secreto a los Magos, para que le precisaran
el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndo-
les:
      - Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño, y, cuando lo encon-
tréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo. Ellos, después de oír al rey,
se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto salir comenzó
a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver
la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al
niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después,
abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.
      Y habiendo recibido en sueños un oráculo para que no volvieran a He-
rodes, se marcharon a su tierra por otro camino.

Comentario

      La fiesta de la Epifanía es la celebración de la manifestación del Se-
ñor. Habiendo nacido en Belén de Judea, en el seno del pueblo elegido, Jesús
se manifiesta en primer lugar a los judíos: los pastores recibieron las
primicias del anuncio de que había nacido un Salvador.
      Pero el evangelio de hoy nos lleva a perspectivas más amplias. Subraya
la dimensión universalista de la venida de Dios entre los hombres. Se cumple
así el gran misterio de la gracia de Dios: "que los paganos mediante el
Mesías Jesús, y gracias a la buena noticia, entran en la misma herencia,
forman un mismo cuerpo y tienen parte en la misma promesa" Ef 3,6.
      El plan de Dios de salvar a todos los hombres había comenzado con la
llamada de Abrahán, pagano también él. Su respuesta de fe le constituyó en
padre de los creyentes y depositario de una alianza no condicionada, basada
únicamente en la gracia y en la palabra de Dios.
      Pero, a medida que avanzó la historia de la salvación, el pueblo hebreo
desvirtuó en gran parte los contenidos de la alianza al subrayar el aspecto
legalista de la revelación divina, el aspecto nacionalista de la elección y
el aspecto de cumplimiento externo frente a la actitud profunda de fe y de
conversión del corazón.
      Los profetas protestaron, y en ocasiones de forma muy dura, contra
estas graves desviaciones y anunciaron una alianza nueva y definitiva en los
tiempos mesiánicos.
      La visita de los magos es para el evangelista el primer anuncio de esta
nueva alianza: definitiva y universal. Y los magos experimentaron una gran
alegría al ver de nuevo la estrella y encontrar a Cristo en Belén.
      El niño que los magos buscan es "el rey de los judíos". Un rey cuya
soberanía es distinta de la del rey Herodes, también el rey de los judíos.
Este conflicto sobresalta a Herodes (y con él a toda Jerusalén) manifestando
así la condición del recién nacido.
      Los magos, guiados por las instrucciones falaces de Herodes, pero sobre
todo por la estrella, signo de la acción directa de Dios, llegan al lugar
donde estaba Jesús, lo reconocen y, "cayendo de rodillas le rinden homenaje".
      Los autores ven en el paralelismo pastores-magos los dos modos de
llegar al conocimiento de Dios: por la revelación (los pastores) y a través
de la razón natural (los magos). Pero el modo más exacto de comprender el
paralelismo de los dos encuentros con el Salvador es considerar ambos en la
perspectiva de la historia de la salvación que arranca del pueblo elegido y
llega a todos los hombres.
      Los magos encuentran al "niño con María su Madre". José no aparece
citado en este momento. Sólo después que los magos se van asume su papel de
jefe y guía de la Sagrada Familia.
      El encuentro de Jesús por parte de los magos les produce una gran
alegría. A la iluminación externa de la estrella se une la iluminación inter-
na de la fe. Reconocen en Jesús niño en brazos de su Madre al rey, es decir,
al salvador universal.

En Nazaret

      La visita de los magos es uno de los hechos pertenecientes a la in-
fancia de Jesús que María conservaba en su corazón durante el período de
Nazaret.
      Las palabras del Ángel Gabriel en la anunciación, la adoración de los
pastores y reyes, la proclamación de Simeón y de Ana, las palabras de Jesús
en el momento que lo encontraron en el templo... son otros tantos momentos
en los que se transparenta, para quien lee los acontecimientos con la fe en
el corazón, la dimensión trascendente y divina de Jesús.
      En el período oscuro de Nazaret, Jesús aparentemente no revela nada,
no manifiesta nada, no da a conocer ni quién es ni cuál es su misión.
      Pero si meditamos con más atención, descubriremos que con su presencia
prolongada y callada en el humilde pueblo de Galilea nos manifiesta dos cosas
muy importantes:
      - Dios quiere penetrar y asumir la realidad del mundo que Él mismo
creó. En Cristo Dios incorpora la materia a sí mismo y no de una manera arti-
ficial y mágica, sino natural, progresiva, humana.
      - Dios quiere salvar a los hombres desde dentro, haciéndose hombre,
entrando en la manera de ser y de vivir de los hombres. Por eso la salvación,
que viene del cielo, podrá ser vivida también como algo que germina de la
tierra en el corazón de cada hombre. Era éste el ideal preanunciado por los
profetas: que Dios cambiaría el corazón del hombre y escribiría en él su ley.
      Ya no hay dos mundos: uno sagrado y otro profano. En Jesús, hijo del
hombre e Hijo de Dios todo queda unificado y santificado.
      Estos aspectos tan importantes de la revelación que brillan de un modo
particular en Nazaret dan a la salvación traída por Cristo toda su dimensión
universalista y cósmica: ya no hace falta ser judío para salvarse, ya no hace
falta ir al templo para orar, ya no hace falta bendecir a las cosas para que
estén benditas, ya no van el mundo y Dios por dos caminos irreconciliables.
      El mensaje del Nuevo Testamento explicitar poco a poco todos estos
puntos con las palabras claras y bien conocidas. Pero antes de ser dichas,
todas estas cosas fueron vividas en Nazaret. Es más, si pudieron ser dichas
con verdad es porque antes habían sido realizadas.

El vivir cristiano

      El vivir cristiano de quien contempla el misterio desde Nazaret:
  -   valora en su justo precio el momento manifestativo de Dios porque sabe
      que lo que ha dicho es cierto en la vida;
  -   sabe conjugar palabra explícita y testimonio oscuro de una vida senci-
      lla;
  -   no considera tiempo perdido y vacío todo el camino de penetración en
      las realidades humanas porque sabe que ese ha sido el camino recorrido
      por Cristo;
  -   tiene muy claro que no se trata simplemente de identificarse con el
      mundo, sino de encarnarse en él para hacer penetrar hasta su médula el
      mensaje trascendente que salva;
  -   sabe vivir abierto y no poner condiciones ni requisitos que Dios no
      pone para acoger al Salvador;
  -   vive de la esperanza de que un día todo estará claro, de que habrá una
      manifestación de Dios mucho más clara y resplandeciente para todos los
      hombres, y que la misma creación gime con dolores de parto hasta que
      alcance la liberación y la gloria de los hijos de Dios, Rm 8,18-21.

TEODORO BERZAL hsf