martes, 5 de enero de 2016

Ciclo C - Epifanía del Señor

6 de enero de 2016 - EPIFANIA DEL SEÑOR – Ciclo C

Isaías 60,1-6

      ¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor
amanece sobre ti! Mira: las tinieblas cubren la tierra, la oscuridad los
pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti; y
caminarán los pueblos a tu luz; los reyes al resplandor de tu aurora.
      Levanta la vista en torno, mira: todos éstos se han reunido, vienen a
ti: tus hijos vienen de lejos, a tus hijas las traen en brazos. Entonces lo
verás, radiante de alegría; tu corazón se asombrará, se ensanchará, cuando
vuelquen sobre ti los tesoros del mar y te traigan las riquezas de los
pueblos. Te inundará una multitud de camellos, los dromedarios de Madián y
de Efá. Vienen todos de Sabá trayendo incienso y oro, y proclamando las a-
labanzas del Señor.


Efesios 3,2-3a.5-6

      Habéis oído hablar de la distribución de la gracia de Dios que se me
ha dado en favor vuestro.
      Ya que se me dio a conocer por revelación el misterio que no había sido
manifestado a los hombres en otros tiempos, como ha sido revelado ahora por
el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: que también los gentiles son
coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la Promesa en
Jesucristo, por el Evangelio.

Mateo 2,1-12

      Jesús nació en Belén de Judá en tiempos del rey Herodes. Entonces, unos
Magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando:
      ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto
salir su estrella y venimos a adorarlo.
      Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y todo Jerusalén con él;
convocó a los sumos pontífices y a los letrados del país, y les preguntó
dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron:
      - En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta: "Y tu, Belén,
tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judá,
pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel".
      Entonces Herodes llamó en secreto a los Magos, para que le precisaran
el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndo-
les:
      - Id y averiguad cuidadosamente que‚ hay del niño, y, cuando lo encon-
tréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo. Ellos, después de oír al rey,
se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto salir comenzó
a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver
la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al
niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después,
abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.
      Y habiendo recibido en sueños un oráculo para que no volvieran a He-
rodes, se marcharon a su tierra por otro camino.

Comentario

             "¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido?"

      La fiesta de la epifanía es la celebración de la manifestación del Se-
ñor. Habiendo nacido en Belén de Judea, en el seno del pueblo elegido, Jesús
se manifiesta en primer lugar a los judíos: los pastores recibieron las
primicias del anuncio de que había nacido un Salvador.
      Pero el evangelio de hoy nos lleva a perspectivas más amplias. Subraya
la dimensión universalista de la venida de Dios entre los hombres. Se cumple
así el gran misterio de la gracia de Dios: "que los paganos mediante el
Mesías Jesús, y gracias a la buena noticia, entran en la misma herencia,
forman un mismo cuerpo y tienen parte en la misma promesa" Ef 3,6.
      El plan de Dios de salvar a todos los hombres había comenzado con la
llamada de Abrahán, pagano también él. Su respuesta de fe le constituyó en
padre de los creyentes y depositario de una alianza no condicionada, basada
únicamente en la gracia y en la palabra de Dios.
      Pero, a medida que avanzó la historia de la salvación, el pueblo hebreo
desvirtuó en gran parte los contenidos de la alianza al subrayar el aspecto
legalista de la revelación divina, el aspecto nacionalista de la elección y
el aspecto de cumplimiento externo frente a la actitud profunda de fe y de
conversión del corazón.
      Los profetas protestaron, y en ocasiones de forma muy dura, contra
estas graves desviaciones y anunciaron una alianza nueva y definitiva en los
tiempos mesiánicos.
      La visita de los magos es para el evangelista el primer anuncio de esta
nueva alianza: definitiva y universal. Y los magos experimentaron una gran
alegría al ver de nuevo la estrella y encontrar a Cristo en Belén.
      El niño que los magos buscan es "el rey de los judíos". Un rey cuya
soberanía es distinta de la del rey Herodes, también el rey de los judíos.
Este conflicto sobresalta a Herodes (y con él a toda Jerusalén) manifestando
así la condición del recién nacido.
      Los magos, guiados por las instrucciones falaces de Herodes, pero sobre
todo por la estrella, signo de la acción directa de Dios, llegan al lugar
donde estaba Jesús, lo reconocen y, "cayendo de rodillas le rinden homenaje".
      Los autores ven en el paralelismo pastores-magos los dos modos de
llegar al conocimiento de Dios: por la revelación (los pastores) y a través
de la razón natural (los magos). Pero el modo más exacto de comprender el
paralelismo de los dos encuentros con el Salvador es considerar ambos en la
perspectiva de la historia de la salvación que arranca del pueblo elegido y
llega a todos los hombres.
      Los magos encuentran al "niño con María su Madre". José‚ no aparece
citado en este momento. Sólo después que los magos se van asume su papel de
jefe y guía de la Sagrada Familia.
      El encuentro de Jesús por parte de los magos les produce una gran
alegría. A la iluminación externa de la estrella se une la iluminación inter-
na de la fe. Reconocen en Jesús niño en brazos de su Madre al rey, es decir,
al salvador universal.

En Nazaret

      La visita de los magos es uno de los hechos pertenecientes a la in-
fancia de Jesús que María conservaba en su corazón durante el período de
Nazaret.
      Las palabras del  Ángel Gabriel en la anunciación, la adoración de los
pastores y reyes, la proclamación de Simeón y de Ana, las palabras de Jesús
en el momento que lo encontraron en el templo... son otros tantos momentos
en los que se transparenta, para quien lee los acontecimientos con la fe en
el corazón, la dimensión trascendente y divina de Jesús.
      En el período oscuro de Nazaret, Jesús aparentemente no revela nada,
no manifiesta nada, no da a conocer ni quién es ni cuál es su misión.
      Pero si meditamos con más atención, descubriremos que con su presencia
prolongada y callada en el humilde pueblo de Galilea nos manifiesta dos cosas
muy importantes:
      - Dios quiere penetrar y asumir la realidad del mundo que él mismo
creó. En Cristo Dios incorpora la materia a sí mismo y no de una manera arti-
ficial y mágica, sino natural, progresiva, humana.
      - Dios quiere salvar a los hombres desde dentro, haciéndose hombre,
entrando en la manera de ser y de vivir de los hombres. Por eso la salvación,
que viene del cielo, podrá ser vivida también como algo que germina de la
tierra en el corazón de cada hombre. Era éste el ideal preanunciado por los
profetas: que Dios cambiaría el corazón del hombre y escribiría en él su ley.
      Ya no hay dos mundos: uno sagrado y otro profano. En Jesús, hijo del
hombre e Hijo de Dios todo queda unificado y santificado.
      Estos aspectos tan importantes de la revelación que brillan de un modo
particular en Nazaret dan a la salvación traída por Cristo toda su dimensión
universalista y cósmica: ya no hace falta ser judío para salvarse, ya no hace
falta ir al templo para orar, ya no hace falta bendecir a las cosas para que
estén benditas, ya no van el mundo y Dios por dos caminos irreconciliables.
      El mensaje del Nuevo Testamento explicitará poco a poco todos estos
puntos con las palabras claras y bien conocidas. Pero antes de ser dichas,
todas estas cosas fueron vividas en Nazaret. Es más, si pudieron ser dichas
con verdad es porque antes habían sido realizadas.

El vivir cristiano

      El vivir cristiano de quien contempla el misterio desde Nazaret:
  -   valora en su justo precio el momento manifestativo de Dios porque sabe
      que lo que ha dicho es cierto en la vida;
  -   sabe conjugar palabra explícita y testimonio oscuro de una vida senci-
      lla;
  -   no considera tiempo perdido y vacío todo el camino de penetración en
      las realidades humanas porque sabe que ese ha sido el camino recorrido
      por Cristo;
  -   tiene muy claro que no se trata simplemente de identificarse con el
      mundo, sino de encarnarse en él para hacer penetrar hasta su médula el
      mensaje trascendente que salva;
  -   sabe vivir abierto y no poner condiciones ni requisitos que Dios no
      pone para acoger al Salvador;
  -   vive de la esperanza de que un día todo estará  claro, de que habrá una
      manifestación de Dios mucho más clara y resplandeciente para todos los
      hombres, y que la misma creación gime con dolores de parto hasta que
      alcance la liberación y la gloria de los hijos de Dios, Rm 8,18-21.

Teodoro Berzal.hsf



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