19 de
noviembre de 2017 - XXXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – Ciclo A
"Señor, cinco talentos me dejaste"
-Prov
31,10-13.19-20
-Sal 127
-1Tes 5,1-6
-Mt 25,14-30
Mateo
25,14-30
Dijo Jesús a sus discípulos esta
par bola:
-Un hombre que se iba al extranjero llamó a
sus empleados y les dejó
encargados de
sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos,
a otro uno; a
cada cual según su capacidad. Luego se marchó. El que recibió
cinco
talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que
recibió dos
hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno
hizo un hoyo
en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho
tiempo volvió
el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas
con ellos. Se
acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros
cinco,
diciendo:
-Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he
ganado otros cinco.
Su señor le dijo:
-Muy bien. Eres un empleado fiel y
cumplidor; como has sido fiel en lo
poco, te daré
un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.
Se acercó luego el que había recibido dos
talentos y dijo: Señor, dos
talentos me
dejaste; mira, he ganado otros dos.
Su señor le dijo:
-Muy bien. Eres un empleado fiel y
cumplidor; como has sido fiel en lo
poco, te daré
un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.
Finalmente, se acercó el que había recibido
un talento y dijo:
-Señor, sabía que eres exigente, que siegas
donde no siembras y recoges
donde no esparces;
tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. aquí
tienes lo
tuyo.
El señor le respondió:
-Eres un empleado negligente y holgazán.
¨Conque sabías que siego donde
no siembro y
recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto el dinero en
el banco para
que al volver yo pudiera recoger lo mío con los intereses.
Quitadle el
talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le
dará y le
sobrará; pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Y
a ese
empleado inútil echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y
rechinar de
dientes.
Comentario
La laboriosidad atenta y vigilante en espera
de la manifestaci¢n gloriosa
del Se¤or es
el tema predominante en la liturgia de este domingo, como lo era
ya de los
precedentes. "Estemos vigilantes y vivamos sobriamente"
(2¦lectura).
Esta actitud de responsabilidad y compromiso viene puesta de
relieve de
manera singular en la llamada par bola de los talentos.
La par bola contada por Jes£s anuncia
ante todo su pr¢xima salida de este
mundo con las
consecuencias que esto iba a suponer para sus disc¡pulos: su
ausencia
pondr entre las manos de sus seguidores la gran responsabilidad de
conservar y
propagar los bienes del reino; de ahora en adelante les tocar
a ellos
continuar su obra, cada uno seg£n su capacidad.
Vistas as¡ las cosas, la par bola no es
una simple exhortaci¢n a cultivar
las propias
cualidades; existe en ella una dimensi¢n de fe y compromiso con
el Reino que
va m s all de las sabias recomendaciones de la pedagog¡a
cl sica,
para ponerle al creyente en trance de jugarse la vida como respuesta
a la llamada
que ha recibido.
El amo, al regresar de su largo viaje, alaba
la fidelidad creativa de los
dos primeros
empleados que no s¢lo conservan, sino que doblan lo que han
recibido.
Pero el punto de fuerza de la par bola se revela mayormente en
relaci¢n con
el tercero de los empleados. La relaci¢n dif¡cil, hecha de
desconfianza
y recelo, entre amo y siervo, paraliza la generosidad de ‚ste
y le lleva a
tomar las medidas para conservar lo recibido m s que a actuar
con la
libertad que pondr en juego su talento y su persona.
Precisamente ‚ste parece ser el centro de la
par bola, el contraste entre
quien acepta
el reto de la fe que lleva a acoger el don de Dios y responder
con
generosidad y quien prudentemente se cierra sobre s¡ mismo.
El evangelista interviene, como en las
par bolas precedentes, para
subrayar el
aspecto escatol¢gico. En primer lugar coloca en ese ambiente una
par bola
que en Lucas ocupa otro lugar. Adem s aumenta notablemente la
cantidad que
cada siervo recibe. En Lucas son "minas", medida que val¡a
sesenta veces
menos que el talento. Mateo tiende as¡ a hacer m s comprometida
la situaci¢n
del siervo infiel. Por otra parte subraya con insistencia c¢mo
el amo
"al cabo de mucho tiempo volvi¢ y se puso a ajustar las cuentas" (v.
19). Las
sentencias que da, tanto en sentido positivo a los dos primeros
siervos, como
en sentido negativo al £ltimo, son definitivas e inapelables.
Es
interesante notar la expresi¢n "al que tiene se le dar y al que no
tiene
se le
quitar " que aqu¡ es usada de forma personalizada para condenar al
tercer
siervo. El propio Mateo y los otros evangelistas la usan tambi‚n para
hablar de los
bienes del Reino, dados a quien ha cre¡do en el evangelio y
"quitados"
a quien lo rechaza (Cf Mt 13,12).
El hombre
y la mujer
La primera lectura y el salmo responsorial
nos presentan respectivamente
la figura de
la mujer fuerte y laboriosa y la del hombre honrado que teme al
Se¤or.
Meditando el evangelio desde Nazaret,
podemos ver a contraluz las
siluetas de
Mar¡a y de Jos‚. Ellos fueron "buenos administradores" de la
gracia
recibida porque supieron poner en juego toda su persona en la
respuesta
inicial a la llamada de Dios y porque d¡a a d¡a fueron viviendo en
fidelidad.
Tres son los rasgos que el poema del libro
de los proverbios celebra en
la mujer
perfecta, que es presentada al final de ese libro como la
personificaci¢n
misma de la sabidur¡a. Se pone de relieve en primer lugar la
laboriosidad,
el amor al trabajo. La mujer perfecta es, ante todo,
"hacendosa".
Viene en segundo lugar la amabilidad, que se expresa en relaci¢n
con los de su
casa, marido, hijos y criados, y con los de afuera. Esa
cualidad le
merece la confianza de todos. Finalmente se revela cu l es la
fuente
secreta de todas esas cualidades y la fuerza interior de donde mana
su actividad:
es el temor de Dios. Frente a esa motivaci¢n profunda, las
dem s
cosas son fugaces y, a veces, hasta pueden ser enga¤osas.
En el contexto lit£rgico de hoy
evidentemente la "mujer perfecta" se
al¡nea con
los dos primeros siervos de la par bola, pues como ellos, sabe
hacer rendir
al m ximo cuanto se le ha confiado. El evangelio hace hincapi‚
en el momento
final en que el amo se presenta para pedir cuentas, en
realidad, la
fidelidad dispone ya desde el presente con el testimonio de la
propia
conciencia. Ning£n juez m s severo que lo que nosotros mismos hacemos.
"Que sus
obras la alaben en la plaza" (Prov 31,31).
En el salmo responsorial tenemos la figura
del hombre que teme al Se¤or.
En el cuadro
familiar que describe destaca sin duda la figura del padre y
marido. Su
felicidad y la de su casa se cifra ante todo en la fe y pr ctica
religiosa. El
temor de Dios expresa esa profunda actitud de piedad que se
vive en el
diario cumplimiento de la voluntad de Dios, en el "seguir sus
caminos".
El trabajo viene presentado como medio de subsistencia y no aparece
el sentido de
castigo por el pecado que tiene en el primer libro de la
Biblia. La
bendici¢n del Se¤or, que proporciona la felicidad, se vive en la
intimidad
familiar con una esposa fecunda y la numerosa prole en torno a la
mesa. Las
im genes del olivo y de la vid, tomadas del mundo agr¡cola de la
Biblia, son
la mejor expresi¢n de la paz, serenidad y crecimiento que se vive
en una
familia unida. Revelan al mismo tiempo la situaci¢n m s ¡ntima de las
personas y
ponen la base de una paz y prosperidad duraderas para todo el
pueblo.
"Paz a Israel" es el saludo lit£rgico que sirve de conclusi¢n a este
salmo, que se
cantaba en las procesiones de los israelitas al templo de
Jerusal‚n.
La familia de Nazaret vivi¢ d¡a a d¡a los
valores m s altos de honradez
y fidelidad
encarnando el ideal de toda familia hebrea creyente y abierta a
los bienes
del Reino que con Jes£s llevaba en su seno.
Te bendecimos, Padre, que has creado el mundo
y lo has puesto entre las manos del hombre
para que lo guarde y lo cultive.
Te bendecimos porque en la
plenitud de los tiempos
Jesús puso en las manos de sus discípulos
la responsabilidad de hacer crecer la semilla
que con su vida y con su muerte había plantado.
Danos tu Espíritu Santo
que nos mantenga en una fidelidad constante
a lo que nos diste cuando nos llamaste a la fe
y a lo que nos das cada día
para podernos presentar ante ti
con el fruto de tus dones.
Buenos
administradores
La dimensi¢n escatol¢gica de la vida cristiana,
puesta ya de relieve en
el domingo
precedente, es acentuada y desarrollada en esta ante£ltima etapa
del a¤o
lit£rgico. Ante la vuelta del Se¤or que la par bola evang‚lica
escenifica de
manera tan eficaz, aparece la exigencia de saber administrar
los dones que
hemos recibido, como siervos buenos y fieles. La invitaci¢n a
ser buenos
administradores cobra toda su urgencia si consideramos de una
parte la
cantidad inmensa de dones que hemos recibido y de otra la
posibilidad
de perderlo todo, de quedarnos sin nada. Digamos, sin embargo,
que la
urgencia mayor, la que m s estimula nuestra responsabilidad es la
relaci¢n
personal de amor con quien nos lo ha dado todo y un d¡a nos lo
pedir
todo.
Ya en el plano de la naturaleza es mucho lo
que todo viviente ha
recibido.
Cada persona debe sentirse deudora de toda la acumulaci¢n de amor
que ha
posibilitado su existencia. Si adem s consideramos el don de la
filiaci¢n
divina con los otros dones sobrenaturales que se nos han dado en
el bautismo,
la cuenta de nuestra deuda aumenta sobremanera. En realidad los
dos o los
cinco talentos se quedan a£n cortos para describir todo lo que el
Se¤or nos ha
dejado como regalo.
El otro acicate para estimular nuestra buena
administraci¢n es la
posibilidad
de perderlo todo. Es dif¡cil admitir esto a quien se siente en
posesi¢n
absoluta de todo lo que tiene; a quien se apoya en sus c lculos y
capacidades;
en definitiva, a quien no se siente administrador, sino amo. Y,
sin embargo,
tanto en el plano de la naturaleza como en el de la gracia,
existen
personas frustradas, gente que no produce nada ni para s¡ mismo ni
para los
dem s, que ni siquiera sabe conservar lo poco que ten¡a...
La soluci¢n evang‚lica es que hay que
arriesgar, que no vale agarrarse
ego¡stamente
a lo que se cree tener. Pero para dar ese salto que supone la
fe, hay que
confiar en alguien. Podemos suponer que lo que paraliz¢ al siervo
"negligente
y holgaz n" fue el concepto negativo que ten¡a de su amo y la
desconfianza
que sent¡a hacia ‚l. S¢lo el "temor del Se¤or", el verdadero
temor que no
mete miedo porque esta hecho de adoraci¢n y de amor, es capaz
de poner en
marcha todas las energ¡as en la vida del cristiano.
TEODORO BERZAL.hsf
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