sábado, 7 de noviembre de 2015

Ciclo B - TO - Domingo XXXII

8 de noviembre de 2015 - XXXII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - Ciclo B

                        "Ha dado todo lo que tenía"

-1Re 17,10-16
-Sal 145
-Heb 9,24-28

Marcos 12,38-44
      En aquel tiempo [enseñaba Jesús a la multitud y les decía:
      ¡Cuidado con los letrados! Les encanta pasearse con amplio ropaje y
que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las
sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de
las viudas con pretexto de largos rezos. Esos recibir n una sentencia m s
rigurosa.
      Estando Jesús sentado enfrente del cepillo del templo, observaba a la
gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una
viuda pobre y echó dos reales. Llamando a sus discípulos les dijo:
      Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el cepillo más que nadie.
Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesi-
dad, ha echado todo lo que tenía para vivir.

Comentario
      La liturgia coloca hoy en la primera lectura de la misa la figura de
una viuda, tomándola del llamado "ciclo de Elías" en el libro de los Reyes.
Es una mujer que cree plenamente en la palabra de Dios y da lo poco que tiene
confiando en la Providencia. Esta figura, en su contexto veterotestamentario,
es una llamada al pueblo de Israel para que se fíe de Dios en los tiempos
difíciles.
      En el contexto litúrgico de este domingo constituye un paralelo con esa
otra mujer, también viuda, que aparece en el evangelio y que es capaz de dar
todo lo que tiene para vivir. En contraste aparece el reproche de Jesús a los
fariseos para quienes la religión se diría que más que un medio para expresar
la fe sino de promoción social.
      No cabe duda que el acercamiento de ambos tipos de personajes efectuado
por el evangelista hace que el contraste sea m s fuerte. Jesús que "no
necesitaba informes de nadie, porque conocía al hombre por dentro" (Jn 2,25),
sabe ver el gesto de la viuda y ponerlo de manifiesto ante sus discípulos de
modo que el gesto sea una catequesis para la vida.
      Se trata de la última enseñanza de Jesús, según el evangelio de Marcos,
antes del discurso sobre el fin de la ciudad de Jerusalén y del mundo, y de
entrar en la pasión. El gesto de la mujer que da todo, incluso lo que
necesita para vivir, aparece así como paradigmático del que Jesús mismo se
prepara a cumplir dando su propia vida.
      La totalidad de ese don queda subrayada por la 2¦ lectura, en la que,
a la multitud de los sacrificios de la antigua alianza y al hecho de que el
sacerdote ofrezca la sangre "de otro", se opone el sacrificio de Cristo,
quien "se ofreció una sola vez para quitar los pecados de muchos".
      Es una aplicación concreta y clara del mandamiento del amor que
meditábamos el domingo pasado. Se trata de amar con la totalidad de la
persona (Dt 6,4-5). Esa es la verdadera fe y la verdadera religión,
incompatible con las instrumentalizaciones y caricaturas que el hombre está
siempre tentado de hacer de ella.

La verdad de Nazaret
      El mensaje de las lecturas de hoy se cifra en el contraste entre la
ostentación de los escribas y fariseos y la generosidad secreta de la viuda,
que solo Jesús advierte.
      Por ese camino resulta fácil llegar a contemplar la verdad de Nazarea.
Verdad de Nazaret que consiste en esa fe pura que acoge la Palabra de Dios
y la deja actuar en la propia vida hasta que todo queda transformado. Verdad
de Nazaret en esa actitud humilde que ninguna ventaja recaba de la
familiaridad con el Hijo de Dios, sino que permanece oculta y desconocida a
los ojos de todos, como el gesto de la viuda. Verdad de Nazaret en la entrega
generosa y total, necesaria para construir día a día una familia y para
construir un día la gran familia de los hijos de Dios.
      Hay una verdad de Nazaret hecha de valores auténticos, y el sello de
su autenticidad está precisamente en haber permanecido en secreto todo el
tiempo que Dios quiso.
      No es, pues, de extrañar que quien vivió y vio entorno a sí esa
autenticidad sencilla de una fe profunda y generosa, cuando fustiga las
falsas apariencias y la ostentación, lo haga con términos tan duros como los
que leemos hoy en el evangelio.
      La búsqueda de un reconocimiento público, la ambición de poder o
prestigio, la hipocresía y la vanidad, son cosas tan lejanas y opuestas a la
experiencia nazarena de Jesús, que no puede por menos de condenarlas
duramente: "Esos tales recibir n una condena severísima" (Mc 12,20).
      No se trata de juzgar a los demás y menos aún de poner a unos contra
otros. Lo que está  en juego es la autenticidad de la relación con Dios y en
definitiva la figura misma de Dios.
      La verdad de Nazaret, reflejo de una relación auténtica con el Dios,
nos revela su imagen viva; Quien se sirve de la religión para medrar (actitud
farisaica por excelencia) no pone a Dios en el primer puesto como pide el
primer mandamiento.
      Nazaret nos enseña hoy, a la luz del evangelio, esos gestos pequeños
y que quedan para siempre escondidos, pero que en su autenticidad expresan
el amor del corazón.

      Padre bueno, Tú pides de nosotros,
      no el "mucho" de los ricos,
      sino el "todo" de la viuda.
      Te pedimos la fuerza del Espíritu Santo,
      que nos haga verdaderos hijos tuyos,
      y nos lleve, como a Jesús, a ofrecer nuestra vida
      al servicio de los hermanos,
      sólo para gloria tuya.
      Padre, también tú en un gesto de amor inefable,
      que nadie ha visto, has entregado
      lo más precioso de ti mismo
      al dar a tu Hijo amado para salvarnos.

Caminar en la verdad
      Respondamos a la invitación de Jesús, quien después de observar lo que
hizo aquella viuda "llamó a sus discípulos" y les puso en evidencia aquella
acción para que aprendieran.
      Tanto la viuda de Sarepta, que en su extrema indigencia comparte lo que
tiene, como la mujer del evangelio, que da lo que necesita para vivir,
muestran claramente el camino a quienes quieren seguir la verdad del
evangelio y marchar tras las huellas de Jesús. Ambas configuran las actitudes
básicas del discípulo: apertura y confianza en Dios, siempre fiel, que nunca
abandona a los que se entregan a Él, abandono a su voluntad y generosidad
para dar la propia vida.
      De esa actitud básica de fe, que tanto contrasta con las falsas
motivaciones de los fariseos y de los que dan sólo lo que les sobra, es de
donde deben brotar las obras concretas del amor cristiano. No siempre es
fácil evitar las interferencias en el paso de la fe a sus expresiones
concretas en las obras, como tampoco es fácil saber permanecer en la humildad
y en el "secreto" de la oración y de las buenas obras, que sólo el padre ve.
      Necesitamos cada día reconocer y vencer al escriba y al fariseo que
anida en nuestro corazón y que tiende constantemente a alterar la verdad en
nuestra relación con Dios y con los demás, tanto en los gestos concretos de
la vida de cada día como en las funciones que estamos llamados a desempeñar.
      Necesitamos cada día volver a Nazaret, a un encuentro personal con ese
Jesús, que reafirme nuestra identidad cristiana y nos lleve a la verdad
total.

TB.hsf

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