sábado, 21 de noviembre de 2015

Ciclo B - TO - Domingo XXXIV

22 de noviembre de 2015 - XXXIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – Ciclo B

                     SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO

                              "La realeza mía no pertenece a este mundo"

-Dn 7,13-14
-Ap 1,5-8

Juan 18,33-37
      En aquel tiempo, preguntó Pilato a Jesús:
      ¿Eres tú el rey de los judíos?
      Jesús le contestó:
      ¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?
      Pilato replicó:
      ¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado
a mí; ¿qué has hecho?
      Jesús le contestó:
      Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi
guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi
reino no es de aquí.
      Pilato le dijo:
      Conque, ¿tú eres rey?
      Jesús le contestó:
      Tú lo dices: Soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido
al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha
mi voz.

Comentario
      En el último domingo del año litúrgico la Iglesia celebra la solemnidad
de Cristo rey. Es colocado así como culmen quien es el centro y corazón de
la historia. El tiempo humano se convierte en imagen de la vida humana
rescatada por Cristo. Es Él quien marca el ritmo de la existencia cristiana
de cada persona, de la Iglesia y del mundo entero.
      La Palabra de Dios nos ilumina el sentido de esta solemnidad. Se abre
con la visión apocalíptica de Daniel en la que aparece un "hijo de hombre"
en contraposición con las "cuatro bestias que suben del mar". ese hijo de
hombre fue identificado con el pueblo elegido por la literatura apocalíptica,
pero Jesús se apropió de ese título de modo personal (Mc 8,31).
      Se introduce así el tema del evangelio extraído del proceso de Jesús
ante Pilato. En Él queda bien claro que en este mundo hay dos realezas que
se distinguen y se contraponen, pero que no son incompatibles.
      La liturgia de hoy toma de todo el proceso sólo el diálogo entre Jesús
y Pilato que tiene lugar en el interior de la residencia de éste. Es una de
las siete partes de que se contiene el entero proceso. habría que leerlo
entero para descubrir cómo el evangelista, con la fina ironía que lo
caracteriza, va haciendo que paso a paso el reo (Jesús) se convierta en Juez
y que los acusadores (los judíos) se condenen a sí mismos por no haber creído
en Jesús.
      Lo esencial del mensaje está en las dos respuestas que Jesús da a
Pilato. A la primera en que el procurador pregunta, ¿Tú eres rey de los
judíos?, Jesús responde con un sí. Pero quiere dejar bien claro que su poder
No procede de este mundo, no le viene conferido por ninguna potencia de aquí:
"La realeza mía no es (en el sentido de no proviene) de aquí". Esta expresión
hay que entenderla a la luz de Jn 8,23 donde aparece la oposición ser de
aquí/ser de arriba. La procedencia u origen de su poder no está en este
mundo, pero se ejerce sobre los hombres que están en el mundo.
      A la segunda pregunta de Pilato sobre su realeza, "Pero entonces, Tú
eres rey?", Jesús reafirma su identidad real y dice en qué‚ consiste: en "ser
testigo de la verdad". Las listas genealógicas de Mateo y Lucas muestran
igualmente la ascendencia davídica.
      A pesar de estos datos, ellos se habían visto obligados a huir a Egipto
ante la decisión del rey Herodes. Y al volver a Israel, "al enterarse de que
Arquelao reinaba en Judea", José‚ tuvo miedo de ir allí  y se estableció en
Nazaret (Mt 2,22-23).
      Pero además en Nazaret pasaban los días sin que se viera ningún signo
de una realeza de aquí abajo. Y ésto no sólo los primeros años, sino ni
siquiera después cuando, imaginamos, hubiera sido fácil promover la revuelta
política contra la potencia dominadora y opresora, como otros lo intentaron.
      La vida humilde y ordinaria de la familia de Nazaret prueba ya con los
hechos una verdad que Jesús m s tarde tuvo que esforzarse para imponer
incluso a sus mismos discípulos: que Él no pretendía ser rey al estilo de los
reyes de este mundo (Jn 6,15).
      Solo al final del evangelio aparece clara la verdad de Nazaret. La
ausencia de toda pretensión terrena, la vida sencilla en una familia como las
demás dice bien clara mente que "la realeza mía no pertenece al mundo este...
"(Jn 18,36). Si perteneciera al mundo éste, otra hubiera sido su vida en
Nazaret.
      Jesús se revela así rey, sin ninguna pretensión dinástica, ni por su
origen ni por haber organizado un grupo capaz de hacerse con el poder (Jn
18,36). Es rey siendo sencillamente hombre, "el Hijo del Hombre", es decir,
es rey porque es el Hijo de Dios.

Señor Jesús, ahora que te vemos
levantado sobre la tierra y clavado en la cruz,
podemos aclamarte como nuestro rey
y como rey del universo.
Tu reino no es de este mundo
y no nos atreveremos nunca
a pedirte signos de un poder que no es el tuyo.
Te aclamamos, Señor,
entregado e inerme, porque en tu debilidad
se manifiesta la fuerza de Dios,
una fuerza y un poder que no oprime
sino que libera y da la vida.

Ser de la verdad
      El proceso de Jesús es el momento supremo de la revelación de su
verdadera identidad, pero lo es también de la nuestra. El es el "testigo de
la verdad" y en eso consiste su misión en este mundo. Pero a continuación
dice: "Todo el que es de la verdad, me escucha" (Jn 18,37).
      "Ser de la verdad" es un estilo de vida, un modo de pensar y de obrar
que tiene como constante punto de referencia a Jesús y su palabra. Quien es
de la verdad, se deja llevar por el Padre, que es "la verdad" y es guiado por
el Espíritu Santo a la "verdad completa" (Jn 16,13).
      Al final del año litúrgico, la Palabra de Dios nos invita a clarificar
nuestra vida y a asentarla sobre la roca firme de la verdad, que viene sólo
de Cristo. Nuestra vida es ese espacio de libertad donde a diario se juega
la batalla entre la gracia y el pecado, la verdad que es luz y las tinieblas
del mal.
      Si queremos pertenecer al reino de quien hoy se nos presenta como Rey,
debemos escuchar su voz y dejarla que penetre cada vez m s en nuestra
existencia hasta que d‚ forma a todo nuestro modo de ser.
      Es la condición que el mismo evangelio pone: "Vosotros, para ser de
verdad mis discípulos, tenéis que ateneros a ese mensaje mío; conoceréis la
verdad y la verdad os hará libres" (Jn 8,31-32). Es la gran paradoja del
evangelio: quien se somete a la verdad, adhiriendo mediante la fe a Cristo,
adquiere la libertad, la verdadera libertad.
      Quien se coloca en la sencillez y verdad de Nazaret está en ese camino
que, pasando por la cruz, lleva a la alegría plena de vivir en la libertad
de los hijos de Dios.

TB.hsf

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