sábado, 14 de noviembre de 2015

Ciclo B - TO - Domingo XXXIII

15 de noviembre de 2015 - XXXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – Ciclo B

           "Entonces verán venir a este Hombre sobre las nubes"

-Dn 12,1-3
-Sal 15
-Heb 10,11-14. 18

Marcos 13,24-32
      En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
      En aquellos días, después de una gran tribulación, el sol se hará 
tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los
ejércitos celestes temblarán.
      Entonces ver n venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder
y majestad; enviar  a los  Ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro
vientos, del extremo de la tierra al extremo del cielo.
      Aprended lo que os enseña la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas
y brotan las yemas, sabéis que la primavera está cerca; pues cuando veáis
vosotros suceder esto, sabed que Él está cerca, a la puerta. Os aseguro que
no pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra
pasarán, mis palabras no pasarán. El día y la hora nadie lo sabe, ni los
 Ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre.

Comentario
      Al final del año litúrgico la Iglesia nos invita a levantar la mirada
y contemplar los tiempos últimos, el día glorioso de la venida del Señor. El
mundo camina hacia su plenitud en el Reino de Dios, por ello el mensaje que
se desprende de la Palabra en este domingo es un mensaje de esperanza.
      Ya la primera lectura, ambientada en un período difícil de la historia
de Israel, quiere transmitir esperanza. Durante la persecución de Antíoco
Epífanes, Daniel recibe una visión y en ella se anuncia que "muchos de los
que duermen en el polvo despertarán; unos para vida eterna, otros para
ignominia perpetua" (Dn 12,2). Es una de las pocas veces que en el Antiguo
Testamento se habla claramente de la resurrección de los muertos. Esta se
anuncia de forma limitada sólo a los mártires de la persecución, pero prepara
ya la revelación plena hecha por Cristo.
      En el evangelio de Marcos, como en general en todo el Nuevo Testamento,
la revelación sobre el fin del mundo no se caracteriza por dar muchos
detalles, sino por su concentración cristológica. La esperanza y el futuro
del hombre están cifrados en la venida de Cristo. Cuando ‚l aparezca,
"enviar  a sus  Ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos"
(13,27).
      Es esa reunión universal, en la que Cristo se manifestar  a todos
inconfundiblemente como Mesías y en la que aparecer  lo que hay en el fondo
del corazón de cada hombre, lo que ocupa el centro de la atención del
evangelista. No se trata, pues, de satisfacer la curiosidad humana sobre el
cuándo, el dónde y, menos aún, sobre los fenómenos celestes que acompañarán
la venida del hijo del hombre.
      Lo importante es saber vivir en el tiempo aferrándose únicamente a las
palabras de Jesús, que llevan a dar testimonio de la propia fe, incluso en
circunstancias difíciles, y a mantenerse vigilantes. Son esas actitudes el
mejor antídoto contra la tentación de la desesperanza, que lleva a buscar
atajos falsos en el camino o a huir de las propias responsabilidades.

El tiempo de Nazaret
      Hay un fuerte contraste en los evangelios entre las narraciones de la
infancia de Jesús y los discursos escatológicos. En las primeras vemos al
niño y adolescente en la fragilidad de la condición humana, en los segundos
aparece "con gran fuerza y majestad" (Mc 13,27). Pero además sentimos que los
acontecimientos relativos a la familia de Nazaret pertenecen a nuestra histo-
ria, nos son familiares. Mientras que los que leemos hoy en el evangelio
escapan a nuestros par metros normales de comprensión, se sitúan más allá de
nuestro espacio y de nuestro tiempo, no encontramos fácilmente puntos de
referencia para orientarnos.
      Pero si miramos con atención el tiempo de la vida de Jesús en Nazaret,
podemos decir también que era un tiempo último. Los acontecimientos empezaron
a precipitarse poco después de su salida de Nazaret hasta que se produjo el
signo definitivo de su muerte y resurrección.
      También en Nazaret se estaban poniendo tiernos los ramos de la higuera
y estaban brotando las yemas en una primavera que anunciaba un verano ya a
las puertas. En la familia de Nazaret se vivió esa sensación de que, con la
llegada de Jesús, el tiempo estaba preñado de un misterio que no se acierta
a comprender, que supera el normal decurso de la historia. "Cuando llegó el
momento culminante, envió Dios a su hijo nacido de mujer" (Gal 4,4). Pero el
evangelio de Lucas dice en el episodio del templo: "El les contestó: ¿Por qué
me buscabais? ¿No sabíais que yo tenía que estar en la casa de mi Padre?
Ellos no comprendieron lo que quería decir" (2,50-51).
      María y José‚ se quedaron en su interior con el misterio que escondían
esas palabras y vivieron durante muchos años sin saber el cómo y el cuándo.
Se supone incluso que José‚ murió si ver la realización de aquello que se
anunciaba.
      Lo importante es saber vivir en el tiempo con esa actitud interior de
atención, de discernimiento, de apertura y responsabilidad que vemos en María
y José‚. Si nos atenemos al evangelio, en los años de la vida de Jesús en
Nazaret no sucedió nada digno de ser contado. Como para decirnos a nosotros,
hombres de hoy que amamos tanto lo sensacional y los grandes acontecimientos,
que lo verdaderamente importante y definitivo, como fue la manifestación del
Hijo de Dios en la historia, se vive y se prepara en el silencio de cada día.
      En Nazaret tenemos un camino para vivir este tiempo de esperanza que
es el nuestro, mientras preparamos la manifestación gloriosa del Hijo del
Hombre que se producir  en su segunda venida

Señor Dios nuestro, Dios de los vivos, Padre bueno,
tú tejes en secreto en el curso de la historia
la manifestación gloriosa de Cristo.
Danos tu Espíritu Santo
para que sepamos discernir los signos de los tiempos
y sepamos vivir el momento que ahora nos es dado,
pero abiertos a la esperanza en el futuro.
Ilumina nuestro camino
para que sepamos dar nuestro testimonio
y llegar un día a cantar tu alabanza con María y José‚
y todos los que nos han precedido
y duermen el sueño de la paz.

Vivir nuestro tiempo
      "Cuidado que nadie os extravíe". "Vosotros andaos con cuidado".
Aprended de esta comparación con la higuera" (Mc 13). El discurso
escatológico de Jesús está lleno de frases exhortativas que invitan a la
atención y al discernimiento del tiempo que estamos viviendo.
      El anuncio de los tiempos últimos, de lo que acontecer  cuando venga
por segunda vez el Hijo del Hombre, nos invita a dilatar nuestra mirada, a
no perdernos entre la muchas indicaciones a corto plazo que continuamente
recibimos sobre el sentido de nuestra vida, de nuestra comunidad, de las
actividades que llevamos a cabo.
      Desde las perspectivas amplias del gran discernimiento final que se
llevar  a cabo en "el día del Señor", recibimos una invitación apremiante a
detenernos y preguntarnos por el sentido último de nuestra vida y de lo que
llevamos entre manos.
      Tampoco se trata de perderse en idealismos abstractos, ni de huir de
la realidad actual. Al contrario, la Palabra de Dios, leída hoy en Nazaret,
nos lleva a esa actitud vigilante de atención y escucha para escrutar lo que
aún no se ve pero ya se esta fraguando. Y esto no para llegar antes o ser m s
listos que los otros, sino para mantenernos abierto a lo que Dios mimo nos
prepara y para poder responderle adecuadamente.
      "El día del Señor" nos sorprender  siempre. Ningún esfuerzo humano es
capaz de adivinar el cuándo y el cómo acontecer, pero es muy distinto vivir
nuestro tiempo con ese sentido cristiano de apertura al futuro, que da todo
su peso al presente, a vivirlo aturdidos por mil preocupaciones que no llevan

a ningún sitio o en una angustia que impide la paz interior.
TB.hsf

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